Colombia, un país fracturado desde antes de independizarse del imperio español, ha vuelto a lucir dividida –¡y en qué forma!– a propósito de la reforma tributaria que, bajo el melodioso nombre "Ley de la solidaridad sostenible", presentó el gobierno Duque al Congreso (¿no sería más realista llamarlo ‘Congrezoo’?) hace pocos días. ¡Qué no se ha dicho al respecto desde el flanco oposicionista y desde el oficialista, pasando por visiones intermedias! El panorama es tal, que cabe hablar de la reforma que deforma porque pareciera que todo el mundo tuerce su comprensión según las conveniencias políticas que se busquen. Veamos.
• El presidente Duque dice que la reforma “no es una decisión caprichosa ni impulsiva”, y que “no hacerla ahora puede crear una bomba de tiempo que afecte la confianza de inversión en el país y golpee a toda la nación”, pues “el propósito de la propuesta es seguir protegiendo a los más pobres y vulnerables y estabilizar las finanzas de la nación”, de tal manera “que mantengan la confianza en el país y nos permitan financiar la reactivación económica con inversión pública y activación de empleo”.
• En ello coincide Alejandro Werner, director para el Hemisferio Occidental del FMI: “La reforma es indispensable para asegurar una recuperación económica sostenible en el mediano plazo, garantizar la solvencia de las finanzas públicas y, al mismo tiempo, preservar el gasto social prioritario y la inversión pública en Colombia”.
• El exministro de Hacienda Rudolf Hommes, no cercano al gobierno Duque, ve las cosas de un modo similar: “No tiene sentido –afirma– estar de acuerdo con el ingreso mínimo garantizado y en contra de la reforma tributaria. Si no hay reforma, no será posible ni siquiera el ingreso solidario y tampoco habrá plata para financiar otros programas sociales. A la gente más necesitada le conviene”.
• Ya en el campo político-ideológico, Germán Vargas Lleras resume su punto de vista así: “Lo razonable es que retiren este adefesio que no deja títere con cabeza”, lo que explica que Germán Córdoba, director del partido Cambio Radical –sí, el de Vargas–, diga: “Este proyecto es insalvable, lesivo y peligroso para la tranquilidad social y la estabilidad económica del país”; la senadora marxista-leninista Aída Abella afirme que “no hay un solo de los artículos del proyecto que se pueda rescatar”; Sergio Fajardo (¿de centro o izquierda?) hable de la “fatídica reforma tributaria”; el comité nacional del paro, de izquierda integral, piense que la reforma “es agresiva y regresiva contra el país y el pueblo”; el estalinista Gustavo Petro sostenga que “sería un desastre”, y su compa Antonio Sanguino, senador, indique que “incrementará la pobreza y aumentará las desigualdades”.
¿A quién creerle? Buena parte de la deformación la indujo el mismo gobierno, el cual, según la abogada y periodista María Isabel Rueda, “permitió que fueran muy vistosas las orejas del lobo” de la reforma, asegurando así que “nadie le parara bolas al innegable perfil social del proyecto”. Se deformó la visión.
¿Qué opciones hay? Con base en el panorama del día en que escribo la columna, jueves 29 de abril, el gobierno podría retirarla para revisarla, posponerla o archivarla; la oposición cerril busca hundirla en el Congreso, y la oposición racional apunta a negociarla para excluir o reformar contenidos críticos o incluir elementos no previstos en el original.
Quienes propenden por el retiro definitivo afirman que es razonable hacerlo porque hay alternativas para obtener los recursos que busca el Estado: vender el 10 % de Ecopetrol suministra ingresos por 15 billones; vender ISA trae otros 15; rematar bienes incautados, valorados en casi 40 billones de pesos; parar el contrabando y la evasión, que llegan a 40 billones de pesos; “eliminar las exenciones a las empresas y a los grandes empresarios (que superan los 23 billones); controlar la evasión de 370 billones en los paraísos fiscales, y no comprar por 14 billones los aviones de guerra”, opina la oposición petro-chavista.
En relación con todo lo anterior, Vargas Lleras exclama: “Con sólo algunas de estas propuestas no habría por qué hacer reforma tributaria este año”. ¿Serán castillos en el aire, pajaritos de oro, cuentos de hadas, fantasías en la web?
A todos, la reforma nos deformó la visión de la misma. Como dicen las santas en el cielo, “el diablo está en los detalles”. ¿Cuánto hay de verdad en la justificación de la reforma y en las objeciones y soluciones presentadas?
INFLEXIÓN. El francés Serge Haroche, Premio Nobel de Física en 2012, nos da algunas luces: “Los valores de la ciencia son los valores de la verdad y, si los enseñas a través de la educación, podrás tener sociedades que sean menos propensas a seguir personas que simplemente mienten todo el tiempo”. ¿Alguien de los citados se siente aludido?
Por: Ignacio Arizmendi Posada
01/05/2021