Se ha visto de todo en el trámite de la reforma a la salud. Una Cámara de Representantes circense con payasos actuando en una improvisada función. Bufones de las circunstancias prestándose para organizar la foto del quorum. Los conservadores, con su presencia, normalizan la plenaria para luego incumplir en la siguiente. Qué mal ejemplo y destemplada compostura ciudadana; no saben cuál es el estado actual de la salud, y debaten una nueva reforma sin mayores argumentos.
Por supuesto, hay personajes serios en el Congreso de la República, quienes con su actitud crítica y seriedad esgrimen razonamientos sesudos que benefician y nutren las discusiones.
Quien ha resultado ser un gallo fino es el ministro de Salud. Se olvidó de que venía de mediador y conquistador de consenso, y más bien se convirtió en un verdadero buscapleitos. Insulta a los Verdes, pues los puestos no le dan fuerza para defender la reforma. Maltrata a las UCI, se queja de las vacunas y dice que los pacientes colombianos fueron conejillos de indias. Discute con las EPS y solicita auditoría para revisar las cuentas; tilda de mentirosos y pendencieros los informes de tesorería y mantiene un ambiente estrés donde se liberan altas concentraciones de glucorticoides. Tan nocivo como la ministra anterior, pero con mayor carga emocional, ha dificultado los acuerdos.
Se ha cambiado la esencia noble de la reforma por una estrategia electoral y burocrática. ¿Cuántas personas se necesitan para implementarla? Se calcula que 100 mil, y estas serán las promotoras de las elecciones en 2026. Su costo: 70 billones de pesos, que aparentemente se dirigirían a ensanchar hospitales, centros de salud, secretarías de salud y compañías de seguros.
Da la impresión de que la Ley 1751 de 2015 —que confirma a la salud como derecho fundamental—, está en coma profundo. Somos 130 mil profesionales de la salud y cada año se gradúan 6.000 nuevos médicos, de los cuales el 76 por ciento lo hace de escuelas privadas. Con todo, no se ha hablado del nuevo liderazgo que el médico necesitará ni los reglamentos éticos que deben acompañar su misión. En cambio, se discuten modificaciones al artículo 42 que viene con una alta carga de politiquería para darles a los alcaldes y gobernadores la potestad de entrometerse en el manejo administrativo de los hospitales, y nombrar a dedo a sus directores.
Tampoco se conoce el estudio financiero de la reforma con precisión: el estimativo fiscal no permite sino hacer especulaciones. La Unidad de pago por capitación (UPC) es insuficiente, por lo cual las EPS han tenido que tomar recursos de sus ahorros para sobrevivir. Ya existe en el entorno la percepción de falta de insumos y los proveedores han comenzado a rotar. ¿Cuándo se pondrán al día con las EPS? Ya se aprobó el pago del 85 por ciento sin auditoría. Solo el 15 por ciento será susceptible de revisión (¿con qué garantías?). Se aproxima una quiebra.
Teníamos muchas esperanzas: prevención y atención primaria en todos los rincones de la patria. Salud para todos, sin discriminación. Atención prenatal y esquema de vacunación para los niños colombianos. Cuidado de los ancianos, especialmente de los que viven en las áreas rurales. Anhelábamos un sistema único de información que guardara celoso los datos clínicos de todos.
¿Cómo se fortalecerá la atención primaria? Debería dársele un impulso al talento humano en salud, y que los 100 mil médicos colombianos sientan el respaldo del gobierno… Que se haga una política de Estado para estos profesionales. Pero por lo visto seguirán estrechas y cerradas las especialidades, con sesgos en la admisión y acceso restringido. ¿Cómo y en donde se formarán los nuevos talentos para que encarguen de las áreas territoriales? ¿Cómo se organizarán estas vías de integración para que nuestros enfermos no sufran? Y los medicamentos, los domicilios, la atención de las enfermedades crónicas… dudas. Demasiadas son las preguntas y pocas las respuestas.
Diptongo: La prevención debe ser la clave y para hacerla bien no se necesitan estas desviaciones del Estado. Y en esta escala de prevención están las vacunas: el hito en salud pública que ha demostrado su bondad durante muchos años. Ahora en tela de juicio.