En las primeras semanas de la cuarentena en el Valle de Aburrá sucedió un fenómeno que dejó a muchos perplejos: mientras la mayoría de vehículos estaban detenidos por las prohibición de salir a la calle, las estaciones de monitoreo mostraron una calidad del aire pésima, llegando en varias ocasiones a ser dañina para la población.
Las preguntas que surgieron, entonces, fueron apenas lógicas: ¿Por qué la calidad del aire está tan afectada si la mayoría de carros y motos están detenidos por la cuarentena? ¿No eran los vehículos las principales fuentes de contaminación?
La respuesta corta que podríamos dar a estos interrogantes es la siguiente: Colombia y Venezuela atravesaron hace poco su pico más alto de quemas e incendios forestales, y estas emisiones, arrastradas por el viento, pueden viajar cientos de kilómetros y terminar afectando la calidad del aire de las ciudades que encuentren a su paso. Así pasó no solo en Medellín y su área metropolitana, sino también en Bogotá, Cúcuta y Bucaramanga, ciudades que también alertaron sobre el mismo problema.
Para algunos esta razón parece sacada de la manga, como un comodín al que culpar cuando no puede responsabilizarse a los vehículos. Pero no es así. Hay algo que debemos comprender y es que somos una región interdependiente de otros sistemas y como tal nos afectan fenómenos externos. El clima y los fenómenos naturales no conocen de fronteras administrativas y es por eso que un incendio en el norte de Antioquia o en la zona de los llanos orientales, puede afectar a otras regiones cercanas, tal como sucedió en este caso.
¿Y por qué antes no se mencionaban los incendios? Precisamente porque antes no habían representado un problema tan grave como lo son ahora por su magnitud y cercanía.
La calidad de aire se afecta por nuestras propias emisiones y por eventos externos. No es blanco o negro: ambos son importantes. Conocemos, por los estudios científicos que encarga cada dos años el Área Metropolitana a las universidades locales, que cerca del 80% de las emisiones vienen de las fuentes móviles (vehículos) y el restante 20% de las fuentes fijas (industrias).
Sucede que en esta ocasión la contingencia se debe, además, a factores externos que no habíamos tenido en cuenta en otros periodos críticos.
Ya sabemos que en marzo y octubre las condiciones meteorológicas están bajo el efecto de inversión térmica que impide la limpieza natural del aire de nuestro valle. Esto no es novedoso y ya habíamos empezado a aprender a controlarlo. Sin embargo, en esta ocasión se sumó un fenómeno de gran impacto: los incendios forestales en Colombia y Venezuela.
Algunos han aprovechado este fenómeno para decir que las restricciones de movilidad no sirven para nada y deberíamos prescindir de ellas para siempre. Otros dicen que lo de los incendios es una mentira para proteger a las industrias. En ambos casos la respuesta es: CIENCIA.
El cielo azul y las estaciones en verde que hoy disfrutamos en los primeros días de abril, cuando los incendios han menguado y la cuarentena continúa deteniendo a la mayoría de vehículos de la ciudad, comprueba que los datos han acertado desde el principio.
No permitamos que de esta situación resulten deducciones tan peligrosas como afirmar, con simpleza, que “al final la culpa no es de los carros”.
¿El pico y placa qué tanto sirve? En este punto hay que diferenciar entre el tradicional y el pico y placa ambiental. El segundo es necesario en los momentos de contingencia, porque de no aplicarse esta medida, los problemas asociados a la salud serían irreversibles. Esta medida es indispensable en los momentos que tenemos emergencias o cuando el POECA (Protocolo Operacional para Enfrentar Episodios de Contaminación Atmosférica) nos indique que estamos en una situación crítica.
El pico y placa normal debemos reevaluarlo porque no está siendo suficiente. Eso sí, sirve como complemento de muchas otras medidas (muchas contempladas en el PIGECA (Plan Integral de Gestión de la Calidad del Aire) que en conjunto son la manera adecuada de enfrentar esta situación. Al tratarse de una problemática tan compleja, es necesaria la suma de acciones y el pico y placa es una de ellas. Prescindir de ella sería un retroceso.
Esto quiere decir que sin la cuarentena y con el parque automotor y la industria funcionando de manera normal, la crisis del aire en las últimas semanas habría sido dramática.
Los datos sobre los que se basan las decisiones del Área Metropolitana de carácter científico. Por eso me parece desacertado que el alcalde Daniel Quintero pida nuevos estudios cuando aquí llevamos años midiendo de manera científica los factores que causan esta problemática. No es momento de inventar la rueda. Una petición como ésta desestima el trabajo de los investigadores locales del Siata y las universidades. Hace mal el alcalde promoviendo dudas sobre la institucionalidad y el conocimiento que hemos construido alrededor del aire.
Pocas ciudades suramericanas conocen tan bien su problema de contaminación atmosférica como Medellín. Conviene siempre primero escuchar y entender las explicaciones científicas antes de lanzarse a elaborar conjeturas y teorías