Hasta donde alcanzo a recordar, en el pasado no me tocó presenciar un proceso electoral tan bochornoso como el presente. Me llegan a la memoria ciertas caricaturas y algunos chistes con los que se hacía mofa de los candidatos exagerando cualquier rasgo que se prestara a ello, o algún desliz o torpeza que no se le perdonaba a nadie. En la segunda década del siglo XXI, quién lo podría imaginar, son los mismos candidatos los que personalizan su propia caricatura. Para rematar, sus vergonzosas actuaciones públicas afectan poco la percepción que se tiene sobre ellos, como ocurre con la que sufre un actor de telenovela cuando deja el set. Es como si nada hubiese pasado, ya sean malos tragos, aventuras extraconyugales, insultos proferidos aquí y allá, promesas ridículas con las que se estafa al electorado y un gran etcétera que no para de crecer.
Dicen que toda regla tiene su excepción y para este caso lo es Óscar Iván Zuluaga quien ha mantenido un comportamiento a la altura de la responsabilidad que le recae al aspirar a dirigir los destinos de Colombia en uno de sus momentos más críticos. En cambio, hay otros que se lo toman como si fueran personajes de circo de pueblo con comparsas que es en lo que se ha convertido el jugoso negocio de las consultas de las tales coaliciones que no tienen fundamentos sólidos habiendo sido construidas sobre terrenos inestables.
Hace muchos años escuché el lamento de un joven político en Villavicencio que decía que la política ya no era un negocio. Ahora lo es y muy jugoso. Cada voto significa pesos para el bolsillo del flamante precandidato. Coaliciones con un ganador evidente se pueden comparar con las licitaciones amañadas en las que se tiene un solo proponente o se buscan dos o tres de relleno.
No maduramos en el campo político, eso es notorio ¿Estamos madurando en el social, familiar y cultural? Considero que sí y, como ciudadanos respetables, lo demostraremos en las elecciones repudiando esta especie de “reality show”.
Esta es una oportunidad que no podemos perder cuando nuestra mayor ambición es alcanzar una buena vida en un país mejor. Si asumimos con seriedad el reto que se nos presenta, habiendo pasado por los nefastos ocho años de un tahúr prepotente al que pudimos vencer con votos en dos ocasiones, no nos tomarán desprevenidos y lo que logremos en las urnas saldremos a defenderlo sin temor en las calles. Nos robaron la presidencia en 2014 y el plebiscito en 2016, de eso no hay duda como tampoco de que quieren repetirnos la receta. Ojo, mucho ojo.
No dejamos de lamentar haber caído en las sucias jugadas de ese régimen. Es nuestro deber histórico no permitir que se repita tamaña canallada. Esta elección nos permite reclamar lo que nos fue arrebatado. Si perdemos esta oportunidad que se nos presenta difícilmente la tendremos de nuevo.
Ya vendrán los verdaderos debates en donde primen las ideas y las serias propuestas que nos permitirán decidir, con seriedad y responsabilidad, nuestro destino como nación, sociedad e individuos libres.