Carlos Salas
Carlos Salas Silva

No para de llover sobre mojado

Escucho a Ryuici Sakamoto y contemplo a través de la ventana las nubes que presagian lluvias que serán bienvenidas luego de un mes seco. Desde mi casa he podido contemplar en las últimas semanas como la lluvia cae hacía el occidente en Bogotá mientras que al oriente veo un cielo despejado. Espero que hoy las cosas sean distintas porque la lluvia volvió según pude constatar ayer en la noche. De regreso de una invitación que mi hizo la querida familia Piotrowski, me quedé varado por recalentamiento del carro. A punta de ir deteniéndome a buscar agua cada vez que el carro luego de apagarse se empecinaba en no prender, y sorprendiéndome con la amabilidad con que los guardias nocturnos me auxiliaban llenando un botellón que me facilitó uno de ellos, logré llegar a casa milagrosamente. 

Como podrán imaginar la charla en la tarde fue dedicada a la política, aunque se desviaba hacía otros tópicos lo que la hacía más amena e interesante. Una cosa llevaba a la otra en un ejercicio en el que las vivencias personales surgían en forma de anécdotas cada vez que un comentario las traía a la memoria.

Esta breve introducción me permite plantear como los eventos íntimos pueden ser conjugados con cuestiones que son del campo público. Se me ocurrió titular este articulo “No para de llover sobre mojado” pensando en todo lo que hace el desastroso y mequetréfico gobierno que está destrozando el país. Pero también porque los truenos y el gris del cielo me hicieron recordar que ayer llovió y cada vez que me detenía a abrir el capot me mojaba, no había remedio. Y no hay remedio cuando le echamos una ojeada a los acontecimientos recientes que no son más que llover sobre mojado. Nada nuevo hay ahí pero siempre es una nueva lluvia, un nuevo despropósito, una embarrada peor que la anterior, una vergüenza cada vez más aguda y, así, no cesa de llover sobre mojado.

Insisto en que la geopolítica nos va a sacar de este asqueroso barrizal que se ha ido creciendo cada vez que llueve inmundicia sobre inmundicia. Sin pestañear manifiesto mi complacencia de que el coloso del norte tenga como jefe a Donald Trump. Podría decir que llega de nuevo el mismo Trump a la presidencia, pero no lo considero así: el Trump de hoy es muy distinto al de hace ocho años y lo demuestra en cada uno de sus actos en los cortos pero larguísimos veinte días de presidencia. Ha puesto a temblar a cobardes refugiados en la ideología woke y respaldados por organismos internacionales que están viendo muy difícil su situación con cada firma que va estampando Trump sin temblarle la mano.

El caso del mequetrefe sería para ponerse a reír si no fuera por las terribles consecuencias de sus delirios mesiánicos, de sus payasadas, de su arrogancia y su falta de juicio. A él y a su amigo Maduro se les van a poner las cosas muy feas con la decisión de Trump de acabar de raíz con los carteles de la droga. Poca mención hace el presidente de USA sobre este par de personajes chavelescos (por Chávez y por el chavo se entiende el feo termino que se me acaba de ocurrir) porque eso ya está decidido.

Un amigo me comentó que un pitoniso al que visitó en su reciente viaja a Argentina le dio este año a Gustavo Francisco Petro Urrego para que deje el poder planteando cuatro posibles escenarios que ustedes podrán imaginar. Sea el que sea lo cierto es que se va porque se va en esa predicción. Vamos a ver si se cumple, aunque el destino es cosa más divina que humana cuando se trata de cosas trascendentales, aunque de trascendental tiene poco que a un mamarracho se le comiencen a poner las cosas color de hormiga.

Lloverá sobre mojado y el barro nos llegará hasta el cuello, pero ya vendrá el tiempo seco. Los truenos siguen sonando cada vez más distanciados unos de otros y la lluvia no se apareció por acá, pero seguirá lloviendo sobre mojado por los lados del palacio hasta que se cumpla la venturosa predicción.

Escucho a Ryuici Sakamoto y contemplo a través de la ventana las nubes que presagian lluvias que serán bienvenidas luego de un mes seco. Desde mi casa he podido contemplar en las últimas semanas como la lluvia cae hacía el occidente en Bogotá mientras que al oriente veo un cielo despejado. Espero que hoy las cosas sean distintas porque la lluvia volvió según pude constatar ayer en la noche. De regreso de una invitación que mi hizo la querida familia Piotrowski, me quedé varado por recalentamiento del carro. A punta de ir deteniéndome a buscar agua cada vez que el carro luego de apagarse se empecinaba en no prender, y sorprendiéndome con la amabilidad con que los guardias nocturnos me auxiliaban llenando un botellón que me facilitó uno de ellos, logré llegar a casa milagrosamente. 

Como podrán imaginar la charla en la tarde fue dedicada a la política, aunque se desviaba hacía otros tópicos lo que la hacía más amena e interesante. Una cosa llevaba a la otra en un ejercicio en el que las vivencias personales surgían en forma de anécdotas cada vez que un comentario las traía a la memoria.

Esta breve introducción me permite plantear como los eventos íntimos pueden ser conjugados con cuestiones que son del campo público. Se me ocurrió titular este articulo “No para de llover sobre mojado” pensando en todo lo que hace el desastroso y mequetréfico gobierno que está destrozando el país. Pero también porque los truenos y el gris del cielo me hicieron recordar que ayer llovió y cada vez que me detenía a abrir el capot me mojaba, no había remedio. Y no hay remedio cuando le echamos una ojeada a los acontecimientos recientes que no son más que llover sobre mojado. Nada nuevo hay ahí pero siempre es una nueva lluvia, un nuevo despropósito, una embarrada peor que la anterior, una vergüenza cada vez más aguda y, así, no cesa de llover sobre mojado.

Insisto en que la geopolítica nos va a sacar de este asqueroso barrizal que se ha ido creciendo cada vez que llueve inmundicia sobre inmundicia. Sin pestañear manifiesto mi complacencia de que el coloso del norte tenga como jefe a Donald Trump. Podría decir que llega de nuevo el mismo Trump a la presidencia, pero no lo considero así: el Trump de hoy es muy distinto al de hace ocho años y lo demuestra en cada uno de sus actos en los cortos pero larguísimos veinte días de presidencia. Ha puesto a temblar a cobardes refugiados en la ideología woke y respaldados por organismos internacionales que están viendo muy difícil su situación con cada firma que va estampando Trump sin temblarle la mano.

El caso del mequetrefe sería para ponerse a reír si no fuera por las terribles consecuencias de sus delirios mesiánicos, de sus payasadas, de su arrogancia y su falta de juicio. A él y a su amigo Maduro se les van a poner las cosas muy feas con la decisión de Trump de acabar de raíz con los carteles de la droga. Poca mención hace el presidente de USA sobre este par de personajes chavelescos (por Chávez y por el chavo se entiende el feo termino que se me acaba de ocurrir) porque eso ya está decidido.

Un amigo me comentó que un pitoniso al que visitó en su reciente viaja a Argentina le dio este año a Gustavo Francisco Petro Urrego para que deje el poder planteando cuatro posibles escenarios que ustedes podrán imaginar. Sea el que sea lo cierto es que se va porque se va en esa predicción. Vamos a ver si se cumple, aunque el destino es cosa más divina que humana cuando se trata de cosas trascendentales, aunque de trascendental tiene poco que a un mamarracho se le comiencen a poner las cosas color de hormiga.

Lloverá sobre mojado y el barro nos llegará hasta el cuello, pero ya vendrá el tiempo seco. Los truenos siguen sonando cada vez más distanciados unos de otros y la lluvia no se apareció por acá, pero seguirá lloviendo sobre mojado por los lados del palacio hasta que se cumpla la venturosa predicción.

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Carlos Salas Silva
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