Le doy vueltas y vueltas al asunto y no encuentro cómo agarrarlo. Es como atrapar sueños de esos que son tan esquivos como lo es el hilo de la bomba de helio que se escapa de las manos a un niño. Así ocurre con las ideas, la inspiración es tan difícil de asir como ese hilo. Encontrar una fórmula mágica que, al aplicarla, nos saque de este caos, pareciera la única vía de salvación. Y por qué no si con una realidad que supera a la ficción las opciones racionales se ven opacadas frente al furor del ejercicio del poder de un delirante mitómano.
Ahora, más que nunca, nos corresponde ser imaginativos. Si seguimos por las mismas rutas recorridas en el pasado no encontraremos una salida a esta crítica situación. Me refiero a aquella combativa que mantuvimos durante los años de desgobierno de Santos y la pasiva de los de Duque. Ni una ni otra significaron victorias de las que hoy pudiésemos enorgullecernos. No vale la pena repasar tantos fracasos porque con solo mirar al presente resentimos el costo de esas derrotas. Tenemos el peor gobierno imaginable y no valieron las llamadas de atención sobre el peligro que significaba para el país caer en manos del socialismo del siglo XXI aliado a la agenda globalista.
Ellos, los que ahora nos gobiernan acá y afuera, saben muy bien por dónde conducir al rebaño y cómo adecuar el terreno en el que va a pastar. Una sexta parte del mandato ha dilapidado Petro en politiquería con el fin de hacerse aprobar unas reformas que acabarán con el país. La tributaria fue negociada fácilmente, para desgracia de todos, las otras están por ser aprobadas con el sistema de la mermelada santista o por medio de una constituyente. Es de inmensa gravedad lo que nos tienen preparado y no ejercemos ninguna resistencia. Sin una dirigencia política que asuma el reto cuando apenas se dedica a frenar uno que otro artículo de los cientos que conforman los textos de las distintas reformas y, para colmo de los colmos, haciéndolo ver como si fuera un triunfo, estamos condenados al abismo.
Hay que poner en marcha nuevas formas de resistencia. Pienso en las múltiples posibilidades que brindan las redes y los intríngulis de las leyes. Un ataque frontal apoyado en esos dos medios podría tener resultados. La otra ventaja que no se toma en cuenta es la de que pertenecemos en la actualidad a un mundo globalizado, que podemos reclamar insistentemente la solidaridad de quienes en cada país tengan consciencia de lo que significa para cincuenta millones de colombianos que se le arrastre a un desastre como el que padece el pueblo venezolano. No hay que esperar que la desgracia caiga sobre nosotros para acudir a quien sea y donde sea en busca de ayuda.
Las nubes cubren el paisaje, los rayos rasgan ese telón blanco y los truenos resuenan mientras trato de hilvanar unas palabras con cierto sentido. Algunos de ustedes habrán experimentado la misma impotencia que me embarga y a la que veo como una atadura de la que tengo que deshacerme. La vía de escape es la imaginación y la liberación se obtiene por la acción. Hay que mantener la cabeza en alto frente a la adversidad y para ello contamos con nuestra fuerza interior. Mirar al otro desde los ojos del alma para verlo como un aliado, observar a la naturaleza como una fuerza poderosa con la que contamos para nuestro desarrollo y mantener la confianza en un futuro mejor a pesar de estar en un presente desalentador.
Podrán robarse elecciones, aliarse con bandidos, saquear los dineros públicos, alardear de su poder, pero lo que no podrán es robarnos el alma de cada uno y esa que conforma un pueblo, una nación.
P.S.: Acabo de leer la carta que dirigió Andrés Pastrana al presidente de los Estados Unidos alertándolo de la gravedad de que Colombia se convierta en una narcocracia, en vísperas del encuentro Biden-Petro. Por ahí puede ser la cosa. Hacernos visibles y reclamar el auxilio del mundo libre. Esa narcocracia es muy contagiosa. A Pastrana se le ha escuchado poco pero, gracias a Dios, insiste en sus denuncias.