Desde el 7 de agosto de 2022 cuando el Presidente Gustavo Petro en su discurso de posesión anunció su propuesta de “Paz total”, echó a andar su estrategia para buscar acercamientos con el ELN, las disidencias de las FARC y los grupos armados al margen de la ley y comenzar a dialogar en la construcción de confianza entre las partes, sin embargo, ha pasado más de un año y los avances siguen siendo muy precarios.
El Gobierno en su disposición de conversar ha expuesto sus propuestas de dialogo y, aún así, no se ha podido alcanzar el ritmo esperado, en parte por los continuos ataques a las Fuerzas Armadas y de Policía en los que la población civil sigue siendo víctima. Esa realidad ha creado apatía en la opinión pública que permanece escéptica frente a unos acuerdos que logren mejorar convivencia social, una mejor economía y disminuir la polarización política, de un país donde la justicia reclama volver a ser la guardiana de la Constitución y la Democracia.
Si bien, la mesa de negociación establecida con el ELN muestra unos incipientes resultados con el cese al fuego transitorio acordado hace unas semanas, no podemos decir lo mismo sobre los avances con las disidencias de las FARC al mando de “alias” Iván Mordisco y con los grupos armados al margen de la ley, que siguen empecinados en copar territorios para sus ilícitos y hoy mantienen aterrorizadas las poblaciones, donde los civiles se encuentran en medio del fuego cruzado, demostrando la capacidad que tienen de subyugar al pueblo y de presionar con su actuar en las mesas de negociación.
Es aquí donde, como colombiana, me preguntó, ¿cuál es la negociación que espera el Gobierno con los subversivos y las bandas criminales? ¿Qué se espera de estas negociaciones? ¿Cuánto tenemos que esperar para que estas muestren resultados?
Llamo la atención a esos actores que hoy con violencia azotan nuestro territorio para que recuerden que este Gobierno les ha tendido la mano para alcanzar la “Paz total”, porque no tiene sentido y no podemos esperar que se vuelva a frustrar un proceso, pues caeríamos en la trampa de alargar en el tiempo un conflicto anacrónico y sin sentido que cobra cada día centenares de víctimas inocentes, y que cada vez parece más interminable.
Todos los colombianos queremos y anhelamos la paz, pero quienes no la quieren no se pueden equivocar creyendo que en aras de alcanzarla se debe sacrificar la justicia, la democracia y la institucionalidad porque eso equivaldría a lanzarnos a un abismo sin fondo en el que todos nos perjudicaríamos más y la incertidumbre de la Nación llegaría a extremos insospechados.
No es fatalismo, es una realidad. Por eso se necesita que el cese al fuego con el ELN, se cumpla a “raja tabla” y se deje de emboscar y atacar a las Fuerzas Armadas poniendo en medio a los civiles. Esto también va para las disidencias de las FARC y los grupos al margen de la ley que se quieren acoger la propuesta del Gobierno. Si vamos a hablar de paz, necesitamos por lo menos tener la voluntad de acabar con la guerra, dejando los odios y los rencores con determinación, pero sin dejar a un lado la justicia
Estoy segura que los colombianos tenemos la capacidad de acabar con la violencia. La desesperanza y la angustia no puede seguir marcando el derrotero de todo un país. Necesitamos pasar la página, las futuras generaciones merecen una sociedad más justa, donde las noticias de todos los días dejen de ser el horror y, para ello necesitamos que el dialogo se concrete, como primera acción para que la guerra no prevalezca sobre la paz.
Creo profundamente que las propuestas de paz están planteadas a quienes fomentan el crimen y la decisión no está del lado de la sociedad víctima de las acciones en su contra. Esperamos una respuesta que permita terminar con las diferencias y desencuentros entre todos los sectores de colombianos para que el país no se siga destruyendo y la sociedad descomponiendo producto de una violencia sin sentido.