La migración de miles de hombres, mujeres y niños que buscan atravesar una de las áreas selváticas más complejas entre las fronteras de Colombia y Panamá como es el Tapón del Darién, se convirtió en una de las peores crisis humanitarias de los últimos tiempos, ocasionada por el éxodo de ciudadanos de distintas nacionalidades que exponen sus vidas en busca del llamado sueño americano de llegar a los Estados Unidos.
Sin embargo, lo más grave de toda esa crisis que padece la población que se ve obligada a encararla es que terminan siendo víctimas de estafas, explotación sexual, trabajos forzados, xenofobia e inseguridad sin ninguna garantía de transporte y mucho menos de salud, entre otros.
Ese es el drama que hoy viven los migrantes que escogieron a Colombia como país de tránsito en su camino hacia Norteamérica, lo cual tiene preocupadas a las autoridades colombianas y panameñas por la magnitud que representa la migración de más de 400.000 personas que entre enero y septiembre de 2023 han creado a su paso serios problemas de índole social, salud y seguridad.
Así lo perciben departamentos de la Costa Atlántica y pacífica donde la oleada de migrantes ha rebasado la capacidad de cualquier servicio o atención y tiene desconcertado al Gobierno Nacional, a las autoridades de migración, los organismos de seguridad y a la ciudadanía de esas regiones, que han visto como han aumentado la delincuencia que aprovecha la tragedia de los migrantes a quienes se les explota cobrándoles altas sumas de dinero por ayudarlas y en muchos casos, dejarlas abandonadas a su suerte en la selva húmeda del Darién.
El Gobierno calcula que el flujo de migrantes buscando refugio mientras solucionan su forma de salir hacia Centroamérica continuará aumentando los conflictos en algunas regiones del país, donde se ha creado un comercio ilícito aprovechando la tragedia de esos miles de familias sin tierra ni destino cierto y que buscan donde poder llevar una vida digna, alejada de los conflictos, guerras, dictaduras y hambre que registran sus países de origen.
Política y humanidad
Colombia en la última década se ha convertido en el gran receptor de migrantes de América Latina con la llegada de ciudadanos venezolanos que salieron de su país huyendo al régimen de Nicolás Maduro y que hoy representan más de 1.800.000. Ahora como epicentro de ciudadanos de otras nacionalidades que tienen como destino los Estados Unidos, apareció un reto adicional que nos obliga a explorar y concertar políticas con los países involucrados que permitan buscar soluciones y crear oportunidades de mediano y largo plazo para todas esas personas que deambulan por nuestro territorio y hacen parte de una pandemia migratoria que ya se volvió universal
Este desafío mundial al que hoy nos enfrentamos y en el que Colombia no puede seguir siendo en único sacrificado, hay que buscarle una salida humanitaria en la que los Gobiernos, empresarios, Industriales y los grandes millonarios de los países que sirven de receptores, jueguen un papel esencial, como lo advirtió el magnate Elon Musk, al hacer un llamado a los ricos filántropos del mundo para que pongan parte de sus grandes fortunas a la búsqueda de solución al empleo y la supervivencia de miles de migrantes que llegan a distintos países e invertir en la creación de grandes factorías que acojan la mano de obra de sus nacionales migrantes en sus países de origen para superar la pobreza en que están sumidos porque no se trata de política es cuestión de Humanidad.
En nuestro caso, hace unos años dimos un paso interesante al integrar a más de dos millones de migrantes venezolanas otorgándoles protección temporal, sin embargo, ante la masiva migración existente también es vital fortalecer nuestra legislación para regular el flujo de entrada y salida de extranjeros por nuestras fronteras.