Desde hace tiempo, Colombia ha estado librando una batalla silenciosa pero devastadora contra la explotación sexual de niños y adolescentes. No es un secreto: cada día vemos cómo nuestros menores son víctimas de abusos inimaginables. Pero hoy, por fin, damos un paso en la dirección correcta.
A partir del 2 de octubre, si tu hijo va a viajar en bus intermunicipal sin su mamá o papá, necesitará una autorización firmada. Es una medida que puede parecer engorrosa —y seguro que más de uno pensará "¡otra cosa más que hacer!"—, pero créanme, es necesaria. Y es más que un simple papel; es un escudo, una barrera que intenta frenar el acceso de personas sin escrúpulos que buscan hacer daño a lo más preciado que tenemos: nuestros niños.
No todo es color de rosa. Si bien aplaudo la intención detrás de esta normativa —porque proteger a los niños es responsabilidad de todos—, me preocupa lo que podría pasar si no se implementa correctamente. Ya sabemos cómo funcionan las cosas en este país: las leyes son fabulosas en el papel, pero en la práctica se tropiezan con trámites burocráticos, falta de control, y un "deje así" que ya es casi parte de nuestra cultura.
Imaginen este escenario: vas a la terminal de transporte, tienes prisa, y te dicen que necesitas llenar un formulario que ni sabías que existía. No lo traes, el bus se va, tu hijo se queda. Frustrante, ¿no? O peor aún, la empresa no se toma en serio la verificación y deja pasar a un menor sin ningún tipo de control. Ahí es donde las cosas se complican.
No se trata solo de exigir el papel por cumplir. Lo que realmente importa es que las empresas de transporte entiendan la magnitud de lo que está en juego. Un niño que viaja sin el respaldo de una autorización está expuesto a riesgos graves, y no hablo solo de la explotación sexual. Hablamos de extravíos, secuestros o situaciones que ningún niño debería vivir.
La medida es buena, ¡claro que sí! Pero lo que necesitamos es que las empresas de transporte no solo vean esto como una molestia más. Que comprendan que, aunque no estén directamente a cargo de los niños, sí son responsables de su seguridad durante el viaje. Y aquí es donde todos tenemos que poner de nuestra parte: los padres, los transportadores, y las autoridades. Si cada quien asume su responsabilidad, podríamos prevenir tragedias que hoy, lamentablemente, ocurren.
Además, no nos engañemos: no siempre vamos a estar encima de los hijos. En algún momento tendrán que ir solos a visitar a la abuela en otra ciudad o a un viaje, y es en esos momentos cuando queremos asegurarnos de que estarán protegidos. Esta medida es un pequeño paso en esa dirección, pero necesitamos que funcione sin fricciones.
Tengo claro que las leyes son solo una herramienta; el verdadero cambio viene cuando la sociedad las adopta con responsabilidad. Y sí, sé que a veces es más fácil quejarse de un trámite que tomar un segundo para entender el "por qué". Pero pensemos en los niños. Ellos no deberían preocuparse por su seguridad mientras disfrutan de un paseo en bus, y nosotros, como adultos, tenemos el deber de garantizar que así sea.
Entonces, la próxima vez que estés en una terminal de transporte y te pidan esa autorización, no te enojes. Piensa que ese papelito, esa firma, podría ser la diferencia entre un viaje seguro y una pesadilla. Y recuerda, si bien la burocracia puede ser molesta, en este caso, es mucho más que eso: es una herramienta de protección. Y en un país como el nuestro, donde las amenazas contra los menores son reales, cualquier esfuerzo para protegerlos es bienvenido.
No subestimemos esta medida. Si bien puede generar algunas molestias, lo que está en juego es mucho más importante. La explotación y el abuso infantil son realidades que no podemos ignorar, y cualquier acción que sirva para reducir estos riesgos merece nuestra atención y, sobre todo, nuestro compromiso.
Proteger a los niños no es solo responsabilidad de sus padres, es de todos. Así que, la próxima vez que veas una fila en la terminal esperando por esos documentos, no pienses en la demora. Piensa que, gracias a eso, un niño está un poco más seguro. Y eso, amigos, no tiene precio.