Las mujeres rompemos el silencio ante el cinismo de AMLO

México es, todos lo sabemos, un país en el que cerca de once mujeres son asesinadas al día y 41,3 por ciento ha sido víctima de violencia sexual. Varias veces al año, miles de mujeres inundan las calles exigiendo al Estado protección para sus vidas al grito de “¡basta!”. Por eso resulta tan indignante que Félix Salgado Macedonio, sobre quien pesan cinco acusaciones de abuso sexual, pueda llegar a ser gobernador del estado de Guerrero.

Guerrero tiene una historia infame de violencia. Es el estado donde hace casi siete años desaparecieron a los 43 normalistas de Ayotzinapa, una de las mayores tragedias de la historia moderna de México, que permanece impune hasta la fecha, y en el que el narcotráfico impone desde hace tiempo su ley. Avalar la candidatura de un agresor en un territorio así implica refrendar los abusos ahí donde más urge erradicarlos. Si Salgado resultara electo gozaría además de los privilegios del fuero y las acusaciones que hoy pesan sobre él no podrán investigarse.

Ante la indiferencia o el cinismo del gobierno, las ciudadanas hemos decidido alzar la voz, romper el silencio, denunciar públicamente una injusticia flagrante para evitar que los políticos misóginos sigan con sus abusos habituales.

En febrero miles de mexicanas nos manifestamos de manera espontánea en las redes sociales, pidiendo al presidente de México y líder de facto de Morena que remplazara al candidato por alguien que no fuera sospechoso de crímenes. Nuestra demanda era: “Rompa el pacto” de silencio que suele unir a muchos hombres ante la violación y el abuso contra las mujeres.

El presidente hizo caso omiso de esas demandas de justicia y en reiteradas ocasiones las ha despreciado con el cinismo clásico de un hombre poderoso y sin empatía por las hijas, los hijos y las madres de las agraviadas. Como si los feminicidios que se cometen a diario en el país no fueran una prueba suficiente, ha dicho que “nosotros somos respetuosos de las mujeres”. Su poco entendimiento de la realidad de las mujeres en México y sus constantes confrontaciones con las feministas revelan más que nunca el abismo generacional que separa al presidente de la sociedad mexicana, integrada en su mayoría por jóvenes ¡y por mujeres! (somos el 51,1 por ciento de la población).

En la época del siglo XX en que AMLO creció y hasta hace algunos años, era normal silenciar y aceptar que un hombre golpeara a su esposa; que una mujer que había sido violada tratara de ocultarlo para no recibir el juicio negativo de la sociedad; que algún párroco acusara a una mujer violada de haber provocado el delito por usar minifalda. Era normal, pero hoy no es ni siquiera tolerable.

Aunque López Obrador no se haya enterado todavía, en América Latina los movimientos feministas han puesto al descubierto las prácticas abusivas (MeToo) y los asesinatos (Ni Una Menos) que antes eran ignorados; y se han empeñado en hacer que se respete tanto el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo (la Marea Verde) como a recibir salarios justos. Gracias a estos movimientos mediáticos y multitudinarios hemos logrado que la sociedad cambie y entienda nuestros reclamos básicos. Si vamos a hablar de transformaciones, la nuestra ha sido por mucho la más palpable.

Como parte de este movimiento, el 26 de febrero las mujeres de Morena consiguieron que se iniciara de nuevo el proceso de selección de los precandidatos a la gubernatura de Guerrero. Seguramente no fue un trabajo fácil y merece todo nuestro reconocimiento. Lo inquietante es que la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena haya determinado prematuramente que los “agravios” de los que se señala a Salgado Macedonio son “improcedentes e infundados”, por lo que no pierde sus derechos políticos y todavía podría ser candidato. Cabe preguntarse: ¿quiénes son para determinar la naturaleza de las acusaciones que la justicia aún no ha investigado?

López Obrador se dice liberal, pero es un hombre conservador y de poca elasticidad mental. La lucha feminista nunca le ha interesado y, en realidad, la desprecia. Por eso cada vez que se refiere a su relación con estos movimientos, deja claro que le parecen una farsa y una “simulación”, que él no es feminista sino “humanista”. Es creíble entonces que no entienda nada sobre el pacto que le pedimos romper, y que al no entender deslegitime las demandas de justicia llamándolas concepto “importado” —en un gazapo, primero dijo “exportado”—, de la misma manera que el gobierno de China asegura que los “derechos humanos” son un concepto occidental y que por lo tanto no tiene por qué respetarlos. El lapsus del lenguaje cometido por el presidente revela, como casi todos, una verdad: el machismo y su violencia están tan arraigados en México que constituyen ya una de las marcas más reconocibles de nuestro país.

Sin embargo, no es la sociedad la que debe hacer un esfuerzo por comprender la mentalidad de un señor chapado a la antigua, sino él quien tiene la obligación con millones de mexicanas y mexicanos de actualizarse.

Las palabras de un presidente importan y tienen casi siempre consecuencias graves. Que AMLO desprecie el uso del cubrebocas todos los días en cadena nacional es un acto de inmensa irresponsabilidad. Lo mismo es mofarse públicamente de las demandas de las mujeres, que en México son básicamente el derecho a vivir y a conservar la integridad física. Al defender con obstinación la candidatura de Salgado Macedonio, el presidente parece decir: estamos entre machos, y entre nosotros nos protegemos. De este modo, está perpetuando el pacto que sostiene la violencia de género.

Es probable que su respuesta cínica sea parte de un cálculo electoral: al calificar al feminismo de moda extranjerizante de las clases privilegiadas, le está dando a sus bases el tipo de discurso despreciativo y aleccionador que, quizás él crea, quieren escuchar.

Pero las mujeres seguiremos en pie de lucha y lo haremos como lo hemos hecho siempre: solas y desprovistas de protección del gobierno. Nuestra responsabilidad es seguir impulsando cambios sociales de fondo respecto a la violencia y la desigualdad de género, sin importar quién esté en el poder y hasta dónde llegue su entendimiento.

El viernes pasado, las compañeras de Morena le compraron tiempo a López Obrador para que se actualizara y pensara bien la estrategia a seguir. Ojalá que estos días le alcancen para comprender que es su responsabilidad prohibir de manera irrevocable la candidatura de Félix Salgado Macedonio y, en general, no volver a proteger a ningún individuo acusado de violación. Esto es lo que significa “romper el pacto” y esto es exactamente lo que le estamos pidiendo.

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