“La Disparition” es el título de la novela negra del escritor francés George Perec en la que, en sus 328 páginas, no aparece la letra “E”, la más corriente en lengua francesa, siguiendo las pautas de lo que lleva por nombre lipograma. Su imposible traducción no impidió que se pusiera en la tarea un grupo de traductores logrando que apareciera en español con el nombre de “Secuestro”, versión que desde el título deja demostrada esa imposibilidad y que lo que podemos leer en nuestro idioma no sería más que una variación a partir del texto de Perec, en este caso prescindiendo de la letra “A”, la más corriente en la lengua española.
En nuestras vidas decidimos, de pronto, no seguir utilizando lo que se nos ha hecho habito, ya sea el no tomar alcohol o, simplemente, eliminar el gluten o el café de nuestras dietas, según las costumbres de unos o de otros. En mi artículo de la semana pasada propuse un esfuerzo de esa especie, el de no mencionar al señor que acaba de llegar de su gira por Europa en la que no paró de avergonzarnos. Siendo como son las cosas, acepto que es más fácil para un drogadicto dejar el bazuco que dejar de ser monotemáticos con el señor de las bolsas. Así mismo ocurre cuando se le pide a alguien que no piense en un oso blanco, como le pasó a Tolstoi de niño cuando su hermano, para dejarlo entrar a su club le puso esa condición imposible siguiendo lo que había leído de Dostoievski: “Intente imponerse la tarea de no pensar en un oso polar y verá al maldito animal a cada minuto”
Esto es como los vicios, lo que es curioso es que algunas terapias para eliminarlos se basan en tener siempre presente lo que queremos dejar a un lado. Los A.A. lo utilizan reuniéndose a conversar sobre su adicción como nos está pasando a los colombianos, a través de las redes sociales la presencia del señor ese es cada vez más fuerte hasta convertirse en una obsesión. Y es que no para de dar motivos con sus ridículas intervenciones públicas y las de su sequito en el que se destacan, por sus dotes idioteces, su mujer, su vice y su ministra de minas. Pareciera que la comparsa está muy bien montada para que el show dure, dure y dure mientras los colombianos no sabemos si reír o llorar obligados a contemplar semejante circo.
Al “maldito animal” lo tenemos instalado en nuestras mentes sin posibilidad de echarlo afuera como quisiéramos para nuestra salud mental. Haría falta un exorcismo colectivo que sacara al maligno y nos permitiera llevar una vida sana sin ese influjo siniestro. Lo más delicado de esa situación es que, mientras continuemos siendo víctimas de la posesión, el innombrable y su secta irán haciendo sus jugadas que llevarán a la debacle definitiva con un dictador en el poder y un país a la deriva ante un horizonte de miseria similar al del vecino.
Ya veremos cómo continua la cosa. Lo que va ocurriendo cada semana se añade como un nuevo capítulo de una serie televisiva. Por desgracia, de nuevo la realidad supera a la ficción.