Colombia se enfrenta hoy a un dilema energético. En un país con una rica diversidad de recursos naturales, la importación de gas parecía una medida impensable. Sin embargo, la realidad del panorama energético nacional ha llevado al Gobierno a mirar más allá de las fronteras en busca de soluciones. Pero, ¿es la importación de gas realmente la solución a las necesidades energéticas o simplemente un paño de agua tibia que podría traer graves consecuencias a mediano y largo plazo?
Como es bien sabido, el gas natural es crucial en la transición energética hacia fuentes más limpias y sostenibles, ya que emite menos dióxido de carbono y contaminantes cuando se quema. Esto lo convierte en una opción viable para reducir las emisiones de gases efecto invernadero pues, de acuerdo con Naturgas, permite reducir el material particulado fino hasta un 99 %, y tiene una reducción de óxido de azufre y de nitrógeno del 75%. Además, en vehículos representa una disminución de entre el 30% y el 50% de CO2 en comparación con combustibles fósiles.
Adicionalmente, el gas natural representa una fuente de energía clave para la generación de energía y puede servir como sustituto de energías renovables intermitentes como la solar, la eólica y la hidráulica (en tiempos de sequía). Hoy en día en Colombia cerca del 70% de la energía se produce a partir de fuentes hidráulicas y el 30% restante con fuentes térmicas. De ese 30%, un 20% corresponde a gas natural y el 10% a carbón.
A pesar de su importancia en la transición energética, nuestro país enfrenta una problemática creciente de desabastecimiento de gas que amenaza con afectar tanto a la industria como a los hogares. Por una parte, el consumo de gas está creciendo y, de acuerdo con la Unidad de Planeación Minero-Energética, se espera que a 2034 la demanda de este combustible aumente un 30% con respecto a 2022. Pero, por otro lado, la producción nacional ha caído. Según datos de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, Colombia pasó de tener reservas de 13,4 en 2012 a 7,1 en 2022 y 6,1 en 2023, las más bajas en los últimos 17 años.
Más preocupante aún, como lo señala el presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, actualmente se tiene un déficit en la demanda de gas del 17% y la mayor producción del combustible, resultado de los proyectos que se encuentran en ejecución en el mar Caribe, se verá reflejada en siete o nueve años. Por esta razón, el presidente manifestó que desde ya se adelantarán las importaciones desde Venezuela.
Dicha situación ya había sido alertada por expertos. En un análisis realizado por Jurado & Torres (2022), se encontró que de continuar la negativa del Gobierno nacional de otorgar nuevos contratos de exploración de petróleo y gas, Colombia requeriría importaciones constantes desde 2026 y la nación podría enfrentarse a un posible racionamiento a partir de 2028 - 2029 sin nuevas reservas e instalaciones para importar gas.
Sin embargo, según un informe publicado por Investigaciones Económicas del Grupo Bancolombia, el gas importado es cuatro veces más costoso que el gas nacional, toda vez que el importado es Gas Natural Licuado y debe pasar por un proceso de licuefacción, en donde se debe enfriar el gas a temperaturas extremadamente bajas, lo que consume mucha energía y necesita infraestructura costosa. Esto evidentemente se verá reflejado en el costo del servicio para el usuario de gas natural.
De acuerdo con Felipe Bayón, expresidente de Ecopetrol, el ciudadano de a pie sería el más afectado con esta medida, una factura de $30.000 podría estar alcanzando los $120 mil o $150 mil pesos. Ahora, como lo dijimos anteriormente, teniendo en cuenta la importancia del gas natural en la generación de energía, esta medida cortoplacista podría tener impacto igualmente en las tarifas de energía eléctrica, especialmente durante el Fenómeno del Niño.
La importación de gas a Colombia, aunque necesaria para garantizar el abastecimiento energético del país, es sumamente costosa y el ciudadano de a pie será el verdaderamente afectado. Esta estrategia, debe ser vista como una solución temporal y a corto plazo, mientras se fortalecen las inversiones en infraestructura y, hay que decirlo, se retoma la firma de nuevos contratos de exploración de nuevas fuentes de gas. Al mismo tiempo, es imperativo que Colombia continúe avanzando en su transición energética hacia fuentes renovables, para esto es indispensable la disponibilidad de gas y el incentivo a las inversiones que se hagan en plantas y desarrollos de energías limpias.