La muerte no tiene camino de regreso, pero la inmortalidad que nos dejan algunas personas, por su grandioso paso por este mundo, eso jamás perecerá. En cada instante se sentirá su presencia, no hay duda.
Lo único que lamento no fue poder entrevistarlo. Pues su vida toda, estuvo llena de facetas que muy rara vez se pueden encontrar en una sola persona, me faltaron montones de preguntas, pero conozco varias respuestas a través de sus múltiples aventuras.
Me transporto a mi niñez, allá en la población de Minca arropada por la Sierra Nevada de Santa Marta, mi tío Jacobo Castillo lo recuerdo en su apego genuino por el campo, pero eso fue apenas el principio.
Mucho antes en mi natal Aracataca, emprendió diversos tipos de negocios, el hombre acertaba, fracasaba, lo intentaba de nuevo, pero jamás se rendía. Una capacidad de sobreponerse como pocos, admirable su lucha permanente.
El destino lo puso algún tiempo en Bogotá, pero en esta oportunidad convertido en médico botánico o algo similar, en todo caso, curaba con las plantas. En alguna oportunidad me relató que curó de la voz al gran cantante vallenato Silvio Brito. ¡Salvó a un juglar!
Su vasta capacidad, lo llevó a algo impensable, al menos para mí. Se convirtió de la noche a la mañana, en compositor e intérprete de música popular, al principio reconozco que tuve mis dudas, pero logró crear más de 300 canciones. Y lo graduaron como el Halcón de la Sierra y hasta sonó en muchas emisoras del Magdalena. Se destacó.
Sus oficios fueron innumerables. También incursionó en el difícil arte de la predicción, pero siempre lo atrapaba su obsesión por los negocios, por el campo, el café, los animales. Volvía a la naturaleza, las selvas de cemento lo ahuyentaban.
Tengo la certeza cierta e irrefutable, que habría triunfado en el mundo de las relaciones públicas. Su manera de ayudar a la gente, lo llenaba por completo de satisfacción. Creo que nada le quedaba grande, ni la muerte, pues su recuerdo soportará el paso del tiempo para los que tuvimos la fortuna de conocerlo.
Jamás cambió su modo de ser. Humildad, sencillez, generosidad y un sinnúmero de valores ya extraviados en la presente sociedad, lo acompañaron toda su vida. ¡El molde con el que fue hecho se perdió!
Tío Jacobo inventó su propio mundo, confieso que me duele mucho su partida, pero destaco que su legado nos acompañará hasta encontrarnos. No olvidaré jamás lo que hizo por mi papá; aunque a mi tía Esther y todos sus hijos los atrape una tristeza insalvable, comprendan que tuvieron a su lado, a un hombre fenomenal. Te admiramos y queremos, buen viaje y llegada al lado de Dios.