Carlos Salas
Carlos Salas

El fin del mundo

Entre los temas de conversación de fin de año, mi hija planteó una pregunta que le surgió de una serie animada que ha estado viendo, “Carol y el fin del mundo”: ¿Qué haría usted si se tuviera la certeza de que un asteroide estrellará con nuestro planeta en el plazo de siete meses, (eje del argumento de la serie), acabando con la vida de todos sus habitantes?

La pregunta difiere de la habitual: ¿Qué haría usted si supiera que su vida terminará en un corto plazo?

Pienso que es una cuestión que va con los repasos del año que termina y los propósitos para un año que comienza que, como bien lo plantea Quino a través de Mafalda, no sabemos si es tan solo una de tantas cosas que se dice:

"- Decíme papá ¿Existe el año que viene?
- ¿Existe QUÉ?
- El año que viene ¿Existe realmente? O ¿será una de las tantas cosas que se dice que vienen y luego no vienen?
- Pero Mafalda ¿Cómo no va a existir el año que viene?
- ¿Vos lo viste?"

En esta temporada, tan propicia para la reflexión, entre la pregunta de mi hija y las dudas de Mafalda se instalan múltiples cuestionamientos que quedan latentes esperando respuestas que nunca llegarán. Para quienes habitamos la tierra en este momento es imposible que ocurra un desenlace catastrófico que aniquile la vida en la tierra, de eso estamos seguros y es lo que nos permite continuar nuestras vidas sin tamaña carga emocional, aunque también es seguro que cualquiera de los miles de millones de seres humanos vivos en este momento morirá en algún momento. Lo que hace que no desaparezcamos como especie es que nos reproducimos y nada más que eso.

La pregunta inicial se refiere a la aniquilación total de los humanos, lo que no permite pensar en un fin individual en el que pueda dejarse un legado y una descendencia. ¿Qué sentido tendría nuestra existencia sin quienes nos sobrevivirán? Ninguno. Esos siete meses de plazo sería experimentado de maneras difíciles de imaginar. Cada uno podría decir que haría lo que nunca se permitió por seguir una existencia ordinaria, vista desde este nuevo ángulo. Pienso que la búsqueda del placer, al carecer de sentido la existencia, sería decepcionante desde todo punto de vista. O irse al otro extremo intentando un crecimiento espiritual esperando ser acogido en el cielo no dejaría de ser de un egoísmo comparable al de aquel que se entregara a las pasiones más ruines.

La pregunta no disuena coincidiendo con un año que termina. Lo cierto, también, es que iniciamos un nuevo año y queremos que, con su llegada, las cosas también sean nuevas. Unos días de descanso y relajación nos permiten soñar en esa posibilidad, aunque al final le demos la razón a Mafalda y terminemos aceptando que no hemos visto ese nuevo año, sino en nuestros anhelos de una vida más plena y de un mundo mejor dejando por unos días los peores presagios dentro de una caja con cadenas y candados para que no se escapen.

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Carlos Salas
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