El círculo vicioso en el que vivimos los colombianos

Se ha culpado mucho a los ciudadanos venezolanos por haber votado por Hugo Chávez en 1999 y haber permitido la instalación de un gobierno oportunista, deliberado, radical, y abusivo, digo, nada diferente al gobierno predecesor. La diferencia fue, evidentemente, la idealización de un concepto de democracia sesgado. Pero nos hemos olvidado tanto de la historia de Venezuela y de la de Colombia misma, al punto que solo repetimos como loros “que la izquierda se nos va a montar en Colombia”. Así mismo me veía yo repitiendo hace unos años.

Muchos gobiernos antes de Hugo Chávez estuvieron empañados por corrupción descarada, tanto fue así que Rafael Caldera, presidente antes de Chávez, enfocó su campaña en combatir la corrupción. Sin embargo, mucho de eso hizo parte de su propio gobierno a tal punto que generó una profunda desconfianza en el pueblo y perdió las elecciones frente a Hugo Chávez, un ex presidiario con buena labia.

Luego Hugo Chávez ascendió al poder y le gustó estar ahí. Robó con gusto y le dio al pueblo flojo y amañado lo que quería, comida, salud, y estudio gratis. Mientras tanto los ricos se quejaban de cómo Chávez “malbarataba” el dinero público en suplir necesidades tan elementales como la salud. Tanto gratis dio que hasta el petróleo que producían desbordantemente sucumbió junto con las políticas económicas ignaras y quebradizas de su gobierno. En tal momento, el pueblo aún estaba feliz, porque inescrupulosamente decían que todos los gobiernos habían robado pero que el de Chávez, al menos les daba servicios y comida gratis. 

Ahora voy a desglosar unos errores que, desde mi perspectiva de latina viviendo en los Estados Unidos, me parece estamos repitiendo en comparación con Venezuela; si no queremos terminar como Cuba y Venezuela, nos va a tocar pensar un poquito más y tomar mejores decisiones.

  1. La educación pública es una verdadera desgracia en Colombia. El problema no son los pobres y el problema no son los ricos. El problema está en la falta de consciencia ciudadana y la falta de patriotismo severo que vivimos en Colombia. La educación pública es un negocio porque se le “paga” a los políticos con los contratos para que voten por los proyectos que el alcalde y/o el gobernador tienen; lo mismo se ha visto a nivel nacional. Muchos tienen sus testaferros, otros sin vergüenza alguna van incrementando su patrimonio sin declararlo. La educación pública históricamente en Colombia ha sido una desfachatez y como no hay sentido de pertenencia ni división clara del poder, los actores nunca son sancionados. El vivo vive del bobo, porque el bobo, entre otras cosas, no se queja, no sabe votar, ni quiere aprender a votar. 

Ahora, si no hay una buena educación y se roban los recursos de la educación, no hay cómo pagarles a los maestros para que hagan no solo un buen trabajo, sino su trabajo. Con eso se la pasan de paro en paro pidiéndole al gobierno nacional que los dignifique, que les paguen. Si no hay maestros, entonces no hay clases, y si no hay clases, entonces estamos sacando adelante jóvenes sin bases educativas solidas. Dentro de esas bases educativas sólidas están las ciencias sociales, donde uno aprende historia (de dónde venimos y cómo logramos nuestra independencia), cultura, y otras materias para la vida. La historia a su vez genera patriotismo. El patriotismo es lo único que nos va a devolver la honestidad y la decencia. Así que tenemos que romper ese circulo vicioso. ¿Cómo? Con el voto.

A los que se educan en colegios privados mi único comentario es a entender que nuestro mundo es, de alguna forma, un contrato social. Nos tienen que enseñar a mirar al pobre con respeto y dignidad, a entender que cuando alguien se para en el semáforo a lavarles el carro, lo hace porque necesita dinero para comer; ni todos son drogadictos, ni todos son delincuentes. Me decía un profesor en EAFIT hace 20 años, Ricardo Echavarría, que cómo creía yo que se sentía una persona que se levantó a las 4_00 a.m. a limpiar vidrios, probablemente sin comer, probablemente con varios hijos que alimentar, ¡después de que el dueño del carro le grita “no”!. ¿Por qué actuamos así? Porque hemos perdido la compasión. Porque nos ha tocado acostumbrarnos a que esta es nuestra normalidad: gente pobre mendigando por todas partes, robos, asesinatos, y políticos consumiéndose nuestros impuestos sin mejorar al pueblo. Todo para sus bolsillos. 

  1. El poder del voto. Sigo viendo que seguimos votando por los mismos; esos mismos que, no se atreve uno a decir que han robado porque después ofendidos y con el cinismo al 100% terminan radicando demandas disque por “calumnias” en contra de uno. Sin embargo, no es sorprendente ver que mientras han estado en el poder, muy poco o nada han hecho por el pueblo que representan. Eso sí, cuando necesitan los votos, salen corriendo con el mismo grupito que los ha apoyado por varios periodos a comprar los votos con agua, camisetas, y hasta con dinero. En algunos casos, hasta ascienden a diputados a sus doblegados de años y nombran sus familiares en primer grado de consanguinidad en puestos políticos en los que uno se pregunta, ¿por qué los pusieron ahí? Sin el perfil, ni la profesión, ni la experiencia específica para el trabajo, todo con el fin de crear una rosca que por lo menos le hace preguntarse a uno, ¿para qué?

Cuatro años después de esos nombramientos irrisorios e impúdicos, vuelven a los mismos pueblos con la misma rosca a repartir las mismas camisetas, agua, y dinero. Mi llamamiento es a recibir el agua, la camisa, y el dinero, y votar por quienes sus consciencias les digan que será el mejor candidato para su beneficio personal y comunitario, pero ojo, pensando en un beneficio a largo plazo. Así pasan de bobos a vivos. 

  1. Diferenciar concepto de derecha e izquierda. “Es que la derecha, tal, y la izquierda, tal”, escucho. Yo me considero una mujer de centro derecha. Para mí cualquier persona que sea 1 % más liberal que yo, es de izquierda. Obviamente, esa es la izquierda respecto de mi posición personal y mi pensamiento político; no es la izquierda de Venezuela ni la izquierda de Cuba. Esa misma predisposición al concepto “social” es lo que llevó a la mayoría latina a votar por Trump en las pasadas elecciones, porque vienen a este país a repetir las necedades colombianas y a recitar que el Presidente Joe Biden es de “izquierda”. Voy a hacer una pausa aquí para cerrar los ojos y taparme la cara de la vergüenza. 

Lo que sucede es que las posiciones de Biden con respecto a la población son socialdemócratas. Pero es que los colombianos le tienen pánico a ese concepto de lo “social” y todo aquello derivado al socialismo. No los culpo, pero los invito a reformar sus pensamientos y a utilizar las palabras correctas frente al tema: socialdemocracia puede ser una opción. Sin embargo, muchos países de Europa con prácticas plenamente socialistas son un éxito, y Colombia, con todo y su formación democrática, no les llega ni a los tobillos. Por ejemplo: Dinamarca, Finlandia, Noruega, que cuentan con educación y salud de alta calidad gratuita.

  1. Estado Social de Derecho: dice la constitución política de Colombia en su artículo primero, “Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”. ¡Guau!, qué artículo tan poderoso y oxidado. Por eso insisto en que debemos educar a nuestra juventud porque de lo contrario van por la vida repitiendo como loros y solo la educación y la lectura les va a permitir hacer análisis productivos sobre nuestra nación.  

Que Colombia es un Estado “social” significa que todos tenemos derechos sociales y que esos derechos sociales son básicos para poder vivir en orden. Los derechos sociales son derecho a recibir un pago por salario, a educación gratuita y de calidad (no la tenemos), a la sanidad, acceso a la cultura, y protección social. ¿Cómo se logra eso? Efectivamente reconociendo primordialmente que Colombia se define como social en su Constitución política, y pagando los impuestos. La diferencia de los adinerados en Colombia y Venezuela comparado con los adinerados gringos (no hablo de empresas sino de personas naturales) es que pagan sus impuestos y los impuestos van desde 0 % del salario hasta el 37 % del salario. Pero, repito, en Colombia no educamos a los jóvenes, entonces crecen sin patriotismo y votan mal, y cuando llega el momento de decidir si van a actuar conforme a la ley para promover una clase social media más grande que la clase social pobre, entonces hacen sus chanchullos y no pagan sus impuestos. 

¿A quién le gusta que le quiten un porcentaje de salario? A la persona que trabaja porque estudió y se concientizó de que la única forma que el gobierno tendrá para fundar una comunidad con salud y educación gratuita y de calidad será a través de los impuestos que todos los ciudadanos pagamos. 

  1. Falta de responsabilidad política. Hace unos días le escribí a un senador porque con preocupación me he enterado de que la ESE Distrital de Santa Marta fue intervenida hace un tiempo ya y hay ciertas irregularidades, una de ellas es que no les han pagado a los trabajadores que trabajaban ahí antes de que la ESE fue intervenida (y otros que airearé cada semana en mi columna). Como nunca me respondió, pensé que, por no estar entre sus contactos, no veía mi mensaje. Le escribí a su señora, a quien conozco desde mi infancia, y me respondió que si gustaba, ella le transmitiría el mensaje porque él estaba muy ocupado. 

Aquí en Estados Unidos, donde también soy ciudadana, si le escribo a mi senador, obtengo una respuesta directa, formal, y respetuosa. ¿Por qué? Porque la educación pública es de calidad, la gente vota a consciencia, los ricos saben que sus impuestos son para construir comunidad y no para fraguar sobornos y que, si mi político no atiende mi llamada o mensaje, no voy a votar por él en las próximas elecciones. Esa cadena de la que he escrito constantemente en este artículo es de la que hablo. 

Comencé esta columna hablando de Venezuela, porque a la final lo que es ese país no es culpa de los votantes; es culpa de los políticos que bajo el concepto de democracia y corrupción llevaron a los ciudadanos con mucha desesperación a poner su fe en otros preceptos políticos, porque se cansaron de la vagabundería de los gobiernos del momento y los gobiernos candidatos les prometieron un Estado “social”. Luego los ricos y “democráticos” se fueron a Miami con los bolsillos llenos a votar por Trump. Pero fue culpa de ellos y solo ellos la desesperación del pueblo y la mala decisión que les agobia el presente.

¿Cómo empezar?

Hay que dejar de satanizar la palabra y el concepto de lo “social” y abrazarla, porque una vez dejamos a la mayoría sin derechos sociales, comenzamos a sufrir los resultados de una tiranía bajo el concepto de democracia.

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