En Colombia el 32,3% de los estudiantes de colegio dicen haber sido víctimas de bullying o acoso escolar, el 18,1% reporta haber sufrido burlas, el 10,2% que fue amenazado y el 11.2% indica que fueron golpeados o empujados por otros estudiantes (Fuente: Laboratorio de Economía de la Educación LEE de la Universidad Javeriana).
Estas cifras clasifican a Colombia en el vergonzoso ranking de los 10 países del mundo en el que más se presentan casos de acoso escolar, y lo peor, es que las cifras siguen en aumento.
A pesar de que existe la Ley 1620 de 2013 que crea el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y obliga a las instituciones educativas a actuar cuando se presume que hay un caso de acoso escolar en el que un estudiante está siendo víctima y de las cifras que hoy se reportan en nuestro país, muchos padres y colegios prefieren ignorar los hechos y no hacer nada al respecto.
Hace pocos días la Corte Constitucional, con ponencia del magistrado Jorge Enrique Ibáñez, hizo un fuerte llamado a los colegios profiriendo un fallo que establece que “tienen la obligación de actuar para frenar estos casos y tomar medidas para proteger a los niños, niñas y adolescentes frente al matoneo escolar”.
Esta sentencia es resultado de la lucha de una madre que decidió no rendirse a pesar de todas las dificultades y exponer la falta de respuesta por parte del colegio y todas las autoridades a las denuncias que realizó cuando se enteró que su hijo estaba siendo víctima de acoso escolar. Lo que llevo al menor a ser diagnosticado con depresión y a tener que cambiar de colegio para protegerse de lo que estaba sucediendo.
La lucha de esta madre ha hecho que otros se atrevan a alzar la voz y a denunciar que sus hijos también han sido víctimas. Es el caso de una alta funcionaria de las Naciones Unidas en Colombia que declaró públicamente que su hija también había sido objeto de acoso escolar en el mismo colegio. Aunque la niña salió del país por esta situación, aún presenta síntomas de depresión y ansiedad por lo que ocurrió.
Se conocen testimonios a lo largo del país de víctimas de acoso escolar, tanto en colegios públicos como privados, pero pareciera que no es suficiente para que la sociedad colombiana despierte y se dé cuenta que estos no son casos aislados. Desde hace varios años viene presentándose en el país el aumento de víctimas de acoso escolar y de suicidios de menores de edad que se presume son por estos hechos. “El maltrato psicológico y verbal, el acoso escolar, lleva a que al año más de 200 mil niños mueran en el mundo” (Fuente: @elacosoescolarmata).
Muchas familias son indiferentes, y lo que es peor a veces fomentan inconscientemente este tipo de comportamientos. Se celebra a quienes “no se dejan”, a quienes “son mejores que otros”, se excluye a quienes son diferentes.
Como sociedad debemos actuar y entender que el acoso escolar no es sólo problema de las víctimas y sus familias, tenemos que entender que lo que promovemos como sociedad es lo que empieza a generalizarse como comportamiento. Debemos promover el diálogo y no la violencia; la solidaridad y no el rechazo; el respeto en la diferencia y no la exclusión; el amor y no el odio.
Si no cambiamos entre todos lo que está pasando, Colombia ya no será el décimo sino el primer país en matoneo escolar, con todas las consecuencias negativas que esto conlleva.
Este tema amerita una aproximación integral en que todos como sociedad aportemos a entender el fenómeno del matoneo y en trabajar en erradicar sus causas de raíz. Para eso es importante entender el trasfondo que hace que un individuo o grupo actúe de esa manera, atender tanto a víctimas como a victimarios, estos últimos muchas veces ignorados y quienes también pueden estar necesitando acompañamiento.
Estamos a tiempo de cambiar, es decisión de cada uno escoger de qué lado quiere estar: el de la indiferencia o el de aportar a construir una sociedad con valores y en la que podamos reconciliarnos entre todos.
*Si quieres conocer más sobre el acoso escolar o pedir consejo al respecto puedes ir a la cuenta de Instagram @elacosoescolarmata