Santiago Riaño, es un artista cuya obra resuena con la sensibilidad de quien ha crecido en la interacción más profunda con la naturaleza.
Su más reciente exposición, "72 con 0", invita al espectador a explorar las capas ocultas del páramo de La Cumbrera, una región de la que Santiago tiene un vínculo personal e íntimo.
La obra se convierte en un homenaje al lugar que, según el artista, es más que un paisaje: es un espacio donde la memoria, la muerte y la vida se entrelazan.
Kienyke.com conversó con Riaño sobre el proceso creativo de este proyecto que es un homenaje a las montañas, el páramo, la niebla.
El punto de partida de la exposición está marcado por una conexión familiar. Santiago recuerda que su padre, quien falleció, fue cuidador de los cerros y los páramos de Bogotá, llevando a cabo una labor que fue tanto ecológica como artística.
"Crecí subiendo a la montaña, enamorándome de los paisajes de nuestros cerros. Precisamente ahí encontré una belleza en las capas generadas por la neblina. Pero, sobre todo, este lugar donde se gesta la obra era una reserva que mi papá amaba profundamente y donde llevó a cabo un proyecto artístico y ambiental. Me siento parte de esa montaña y, en cuanto a mi relación con los procesos artísticos, todo empezó allí. Las transparencias, los colores del ocaso y el frío siempre se reflejan en mis obras", comparte Riaño.
Las sensaciones de frío, la interacción con la neblina y la visión del paisaje se transforman en el alma de su trabajo, que busca captar lo intangible, lo sutil, lo invisible, para que el espectador también lo descubra.
Al indagar sobre el diálogo que propone esta exposición con los espíritus que habitan en la montaña y una búsqueda de respuestas en los vestigios invisibles del territorio, el artista habló sobre los recuerdos que desempolvó de su memoria para construir poco a poco lo que quería decir y reflejar con sus obras:
"Hay muchas formas de “cazar fantasmas” o de “conectarnos con el mundo de los espíritus.” En esta obra realicé un trabajo de archivo fotográfico y logré tener conversaciones iluminadoras con personas que compartieron con mi papá y con la reserva. El archivo contenía imágenes desde 1980, y ahí, en medio de esas fotos y esas historias, logré hablar con un fantasma; logré tener una conversación con alguien que aparentemente ya no está entre nosotros. En lo intangible está lo sutil, y mi trabajo como artista es mediar con lo sutil", señaló el hermano del actor y comediante Alejandro Riaño.
La elección de La Cumbrera como epicentro de su obra no es casual. Para Santiago, el territorio que su padre cuidó es un símbolo profundo de la relación entre lo humano y lo natural. Al hacer uso de materiales recolectados directamente del cerro, como barro de la montaña, el artista establece un puente entre la memoria familiar y la tierra misma.
"Toda mi vida he estado rodeado de arcilla. Mi mamá es ceramista, así que, aunque nunca había trabajado directamente con cerámica, siempre fui cercano al medio. Esto se mezcla con el hecho de que mis obras son nostálgicas; apelan a recuerdos que se relacionan con los materiales que utilizo. Esos recuerdos, como las superficies cerámicas y el barro que veía al subir a la montaña, se ven inherentemente representados en esta exposición y en la narrativa que lleva consigo", dice explicando su relación con la arcilla, un medio ideal para representar la fragilidad y la vitalidad de un ecosistema que lucha por sobrevivir.
A través de su arte, Santiago busca generar una reflexión sobre los problemas ambientales de Bogotá que enfrentamos con una exposición que fue también un ejercicio interdisciplinario que abarca voces de biólogos, geólogos y artistas, quienes han aportado sus conocimientos y perspectivas. La interacción entre estos saberes enriquece la obra, que va más allá de la visión de un solo individuo para convertirse en un proceso colectivo de reflexión.
"Los cerros orientales de Bogotá no se pueden abordar unilateralmente. No puedo acercarme a un cuerpo montañoso con tantos significados como personas que lo ven, desde una sola disciplina. No estar dispuesto a escuchar e interactuar con una cadena larga de pensamientos sobre este territorio sería vacío y egoísta. Lo más fascinante de un proceso creativo es compartir y salir de uno mismo, entender otras formas de ver un mismo sujeto. Por eso, en este proyecto, vinculado a la reserva que alguna vez se llamó “Parque Museo del Páramo,” siempre hubo una discusión circular con diferentes disciplinas".
La elección de exhibir la obra en "El Muro Antiguo · Casa de Patrimonio", una casa restaurada con gran valor histórico, no hace sino reforzar la carga simbólica de la exposición. En un espacio cargado de historia, Santiago logra que su trabajo dialogue con el pasado, con las memorias que aún laten en los muros de este sitio centenario.
"Es una casa mágica en todos los sentidos, y Nicolás Silva, su director, fue una pieza clave en la creación de esta sinergia especial", agrega sobre este lugar que cumple 100 años de haber sido construida. El Muro Antiguo, como proyecto, busca el valor en la memoria y encuentra un amor por los símbolos; restaura y cuida. No podría haber encontrado un mejor espacio para gestar esta obra. La exposición se definió en conjunto: Nicolás vio algo en ella, empatizó con la propuesta, creyó en mi visión, y por eso siempre le estaré agradecido"
A través de la obra, Santiago Riaño no solo busca que los espectadores aprecien la belleza del páramo, sino que también se detengan a pensar sobre la fragilidad de los ecosistemas que sostienen nuestras ciudades.
"No podríamos entender Bogotá sin sus cerros, pero tampoco podemos entendernos como seres humanos sin concebir el concepto de mortalidad. La obra carga un mensaje simbólico tangible que habla de la visibilización del páramo, y otro más sutil y oculto entre las capas, que reflexiona sobre mi relación con la muerte. Cada persona que visite la exposición verá algo diferente; no espero que la entiendan de una manera específica", comentó Riaño.
Es así, como cada pieza de esta obra es una invitación a descubrir lo oculto, lo que está bajo la superficie, y a valorar lo que normalmente se ignora. En un tiempo en el que la ciudad enfrenta grandes retos ambientales, la obra de Santiago Riaño se presenta como un recordatorio de la importancia de escuchar, mirar y cuidar lo que nos rodea.
"Encuentro una belleza profunda en nuestras montañas, en la neblina que las atraviesa y las envuelve, y en todo lo que el páramo y la alta montaña representan. Encarnan los ciclos de vida, el agua y la vitalidad, lo sensible y lo frágil. Espero que la obra transmita algo de eso y que los espectadores logren comprender el valor que encuentro en este territorio tan especial", concluyó diciendo el artista.