A dos meses de cumplirse cuatro años de la firma del acuerdo de paz, aún hay más interrogantes que respuestas concretas. ¿Cómo es posible que hayamos “normalizado” el hecho de no reclamar los derechos de nuestros Niños, Niñas y Adolescentes (NNA) en el marco del acuerdo de paz? Al comienzo de la negociación con la guerrilla de las FARC-EP – la cual sigue manteniendo una estructura de guerrilla con un brazo político que se denomina FARC – mantenían 3265 menores de edad en sus filas (datos recopilados por organizaciones víctimas y podrían ser más), y al final del proceso con la clamorosa firma del teatro colón, se manifestaron con tan solo ¡132 NNA¡ ¿y los demás?
Dentro del desarrollo de los conflictos armados no internacionales, los NNA han tenido un rol desafortunadamente activo; su participación hace visible la prolongación de estrategias y tácticas como el enlace de comunicaciones estratégicas, el obstáculo de la confrontación armada directa, el aumento del pie de fuerza y el engaño del dogma ideológico que perpetua el hecho de pertenecer a un grupo armado ilegal – una vez dentro, no hay vuelta atrás –
El engaño de la filosofía política romántica que han utilizado los grupos guerrilleros en Colombia ha tenido su boom durante los años 70`y 80`, donde la lucha por la igualdad de los derechos universales del ser humano – tanto hombres como mujeres – hicieron posible el aumento sustancial de los grupos armados en sus filas. Mientras que para ellos era normal el proceso de “vinculación” bajo dichos dogmas, para otros, era el desprendimiento del dolor más grande de perder hijos que sufrían del reclutamiento forzado.
El romanticismo de la lucha armada – que no termino siendo tan romántico – lapido los sueños de nuestros NNA en las regiones; les quito la posibilidad de tener proyectos de vida, desarrollo personal, educación de calidad, sueños por cumplir, ganas de emprender, les quitaron las herramientas que fortalecían su proyección en el Estado. Y no por la ausencia de este, sino por la amenaza de perder la vida sino se ejercía lo que se les imponía.
Las narrativas del conflicto nos ponen en un lugar de confrontación entre buenas, malas e insuficientes Políticas Públicas, pero la verdad social se matiza en la realidad de un desbordamiento de engaños y mentiras de una guerrilla que arrebato de las familias en las regiones, sus hijos; su motor de vida y lucha. Hacia el Estado son mares de demandas por la no protección de los NNA – y se entiende perfectamente – pero ¿y las FARC? ¿No se les exige? No se les pide el esclarecimiento del total de NNA que han vinculado. Es una lastima que esos NNA del boom romántico, hoy día estén sufriendo el desarrollo psiecomocional que les quedo por haber sido víctimas y victimarios.
Con la apertura del caso 007 de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), se espera contribuir con la verdad – simbología insuficiente con un grupo robusto de víctimas que exigen cada vez más – pero no solo es la verdad, es la justicia y la reparación, la cual no ha sido nada clara por parte de este grupo político armado. Su comparecencia ante este órgano de justicia ha sido igual a su retorica de engaño y mentira: han negado el reclutamiento forzado, la violencia sexual contra la mujer, el daño psicosocial que les hicieron a cada uno de los miembros de sus filas que fueron sacados de sus casas desde niños, y un sinfín de delitos que niegan a toda costa y que siguen presentándose en el territorio nacional.
El país necesita conocer y saber qué pasó en el conflicto y qué pasó con nuestros NNA. Qué hicieron con los demás ¿los mantienen con un camuflado y armados en el territorio? ¿los tienen infiltrados? ¿son su caballo de Troya? El desarrollo de la sociedad exige pasar la página; la verdad, la justicia y la reparación. El reclutamiento forzado no se abolió, se ha transformado, y se siguen generando procesos de reclutamiento con engaños y romanticismo. No queremos más NNA en el conflicto. FARC; ¿Dónde están nuestros Niños, Niñas y Adolescentes?