Por “defecto Petro” puede entenderse el rasgo esencial de Gustavo Petro por el cual se explica que todo lo que promete contiene una dosis variable y significativa de toxicidad, y, por lo tanto, preocupante en los escenarios donde actúa: el político, el económico, el diplomático, el social, etc.
¿Cómo no va a ser tóxico, es decir, defectuoso, su proyecto si se forma en un vientre o molde cuyo componente principal es el odio? Odio en su visión del mundo, la vida, la sociedad, la gente; odio a sus enemigos y opositores, al sistema, el establecimiento, los industriales, los comerciantes, las clases pudientes (hace parte de ellas), la propiedad privada, etc.; y odio como materia prima para producir propuestas populistas, irrealizables, demagógicas, desafiantes, insostenibles. Así se entiende, por ejemplo:
• Que su pensamiento sobre las pensiones de los colombianos despierte la ira entre los dueños de las mismas porque les suena a un atraco.
• Que su proyecto de reformar las Fuerzas Militares y de Policía sea mal visto porque huele a criterios ya experimentados en Cuba, Nicaragua, Venezuela, en la vieja URSS y Europa del Este, etc., de ideologías afines a la suya.
• Que su deseo de cobrar altos impuestos a los propietarios de tierras “improductivas” conduzca a su expropiación ante la imposibilidad de pagar el nuevo tributo.
• Que su confesión de que necesita mínimo 12 años para construir el “paraíso” socialista lleva a la convicción de que sí se haría reelegir, derivando en una dictadura de décadas, como en Cuba.
Esos son solo cuatro casos de promesas o ideas con el “defecto Petro”, sello identificable en el proyecto del candidato de extrema izquierda, razón suficiente para que cada propuesta o promesa suya lleve una advertencia que diga “Producto tóxico”…
Por su parte, el “efecto Rodolfo” es el conjunto de ideas y acciones desconcertantes que el ingeniero Rodolfo Hernández viene concibiendo para asegurar una sucesión de impactos fuertes en los ciudadanos, con el fin de que conserven la decisión de darle su voto o se animen si aún no lo han concretado, y gane la presidencia.
En consecuencia, dada la singular personalidad de su generador, el “efecto Rodolfo” explica casos como estos:
• Que le propine una sonora bofetada a un ciudadano por gritarle “¡viejito culicagao!” para indicar que no se deja “joder” de nadie.
• Que done su sueldo de primer mandatario para significar que no busca ganar plata sino la presidencia.
• Que sienta deseos de cerrar el Congreso “por inútil o peligroso” (según lo hicieran, entre otros, los presidentes Mariano Ospina Pérez en 1949 y Tomás Cipriano de Mosquera en 1867), para mostrar carácter y valor.
• Que prometa un severo plan contra la corrupción que contenga, entre otras, tres grandes acciones: detención de los pícaros en granjas agropecuarias, cadena perpetua y pena de muerte. ¡Hasta haría de verdugo! El mensaje que envía es que tiene pantalones y testículos.
A propósito, tengo para contar que la italiana Oriana Fallaci, que fuera la periodista más irreverente y famosa del mundo, era tan amiga del arzobispo Rino Fisichella, rector de la Pontificia Universidad Lateranense, que se animó a pedirle que intercediera ante el papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) para que la recibiera. Fallaci admiraba tanto al pontífice, que le escribió a Fisichella: “Adoro a Ratzinger, no sólo porque es un hombre culto e inteligente, sino también porque es un hombre con un par de testículos” (lo decía por las valientes críticas de Benedicto al islamismo violento).
En la perspectiva de los impactos buscados por Hernández, ¿será que a sus promesas y reflexiones habría que marcarlas con una leyenda que diga “Producto testicular”?…
INFLEXIÓN. Durante sus recorridos por tierras venezolanas, Humboldt observaba que los chigüiros huían del agua para evitar las mandíbulas letales de los cocodrilos, pero caían en manos de los jaguares que los esperaban al borde de la selva. Así estamos en Colombia: o consumimos productos tóxicos o preferimos productos testiculares... Me tocó votar por RH, no por PH