Entender la cooperación internacional entre la teoría y la práctica realmente cuesta bastante. En teoría, podríamos evidenciar mecanismos como las instituciones internacionales que ayudan a gestionar la gobernabilidad, el apaciguamiento de las relaciones internacionales, el mantenimiento de la paz, la resolución pacifica de las controversias, la justicia internacional y, la formulación internacional de estrategias que permitan contrarrestar amenazas a la supervivencia, así como la de los estados mismos. Pero ¿qué tan cierto es?
Las acciones multilaterales bajo su deber ser, ayudan a mitigar amenazas a la existencia de los estados de manera integral y multidimensional, por lo que podemos ver con frecuencia, acciones diplomáticas, acuerdos comerciales, tratados internacionales, delegaciones de diferentes países en diferentes entidades internacionales, y la creación de organizaciones multidisciplinarias donde se vela por el manteamiento de un orden mundial y su sostenibilidad. De alguna forma, siempre hemos buscado mecanismo que nos autorregulen ya que solos nos cuesta un poco más.
Históricamente hemos reconocido al idealismo como la teoría o el sistema de pensamiento más adecuado para la profundización del multilateralismo. Empezamos con la idea de Woodrow Wilson y la Sociedad de Naciones, donde más tarde se consolidaría como Naciones Unidas -y toda su integración organizacional- luego vimos la consolidación del Sistema Breton Woods, pasando por el Funcionalismo de Mitrany y la Unión Europea, y la expansión de los diferentes métodos de integración económica como social en los países de América Latina bajo la Gran Colombia, pero que se materializa en el siglo pasado en la Organización de Estados Americanos -y sus organismo subsidiarios-. Pero ¿y en la práctica qué tal nos va?
Aún a pesar de tener bastantes entidades de índole internacional donde profesamos por el mantenimiento del bienestar social del sistema internacional, hemos podido notar con una visión amplia y estructural, que muchas veces las soluciones o las recomendaciones están hechas y dirigidas hacia los grandes estados. Es decir, hemos entrado en un multilateralismo de los grandes países. Donde se evidencia de manera casi directa, la propagación de los intereses nacionales de unos pocos por encima de los demás. Y esto se debe básicamente al concepto de “equilibrio de poder” donde en esa disputa de capacidades multidimensionales, los estados con mayores capacidades intentarán de diferentes modos, expresar su interés nacional en el multilateralismo.
Ejemplo de ello, y para ponerlo en contexto de la contemporaneidad actual, sin desconocer la pluralidad de evidencias y factores históricos, tomaré el cambio climático y la pandemia Covid-19 como las hipótesis en las cuales fundo mi columna.
Ante el cambio climático y todas sus expresiones de cooperación internacional en convenciones, conferencias, tratados, y acuerdos, las acciones de los grandes estados -aquellos que poseen mayores capacidades estructurales- son, en muchos casos, ajenas al fenómeno. Se muestran incrédulos o intentan poner en duda el cambio que sufre el planeta ante la indiferencia del hombre. Caso Estados Unidos y China, casualmente. Países que aún consideran estar en desarrollo y que su compromiso se da de manera lenta y poco constante. Diría un realista de las relaciones internacionales: primero el interés nacional y luego el colectivo. En si se muestran mezquinos sobre las ganancias relativas -aquellas donde todos ganan un poco- sobre las ganancias absolutas -donde todo lo ganan unos pocos-.
Así mismo sucede con las pandemias. Lastimosamente en el escenario que tenemos hoy día con el Covid-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en medio de su pugna por categorizar problemas globales de salud, tardó en categorizar este coronavirus como una pandemia debido a la lucha de poderes globales y responsabilidades institucionales. O quizá, no creyó mucho en la cooperación misma para mitigar un escenario poco deseado como el que vivimos hoy. O peor aún, el recelo o la indiferencia que tienen los estados sobre estas instituciones donde ante este fenómeno de calamidad publica, toman acciones nacionales, antes que las recomendaciones de un sistema internacional especializado para ello. ¿En qué creemos ahora? Seguimos las recomendaciones de dicha institución, o pensamos que solo podemos.
Para que se aterren un poco sobre lo que expreso, he encontrado durante las ultima horas, un articulo del portal DW, titulado: Trump busca exclusividad para EE.UU. de posible vacuna alemana contra el COVID-19. Se preguntarán, y ¿el institucionalismo internacional qué? Pues lectores, sea cierto o no, el sistema internacional esta a merced de las grandes potencias, en la mayoría de los casos infundada en el determinismo del interés que estos estados muestran. Cada vez mantenemos una brecha amplia y extensa entre la periferia y el centro. Lo que el idealismo no ha logrado contener del todo. ¿Acaso no somos todos victimas de un mismo fenómeno y su solución no debe ser para todos?
En el caso colombiano, como herencia histórica del siglo pasado, y comienzos del presente, mantenemos nuestras esperanzas consagradas en el multilateralismo y el institucionalismo internacional. Aunque debo confesar que con un poco de tardanza nacional. Estamos retardados en la toma de decisión tanto por recomendación externa como de índole local. Pedimos asesoramiento de nuestro gran aliado Estados Unidos, y generamos acciones en Prosur, la nueva institución de carácter regional de los países latinoamericanos donde hemos tomado decisiones conjuntas para mitigar amenazas seguridad humana derivado del Covid-19. Sin embargo, me pregunto, ¿Somos autónomos para frenar este problema? O ¿dependemos del institucionalismo internacional de la salud?