En días pasados el Doctor Manuel Elkin Patarroyo, reconocido científico colombiano, persona a quien conozco y aprecio desde hace largos años, compartió conmigo un interesante artículo denominado: “El tortuoso camino de la vacuna contra el coronavirus”, que decidí publicar en la página institucional de nuestra Universidad. Allí él destaca “la carrera por la vida, el poder y el negocio billonario en el que se han enfrascado la mayoría de potencias del planeta por obtenerla”. Afirma que es previsible que, en el mejor de los casos, estas vacunas tengan una protección baja de corta duración o hasta peligrosa, hecho que ya estamos viendo con algunas de las vacunas que, habiendo pasado fases 1 y 2, con un porcentaje de eficiencia aún no suficiente, aparecen ya propuestas prácticamente como salvación para la humanidad, mientras los gobiernos construyen enormes negocios para obtenerlas. En el artículo expone detenidamente el concepto de ‘vacunas de subunidades’, deteniéndose en vacunas recombinantes, de ADN o ARN y de carbohidratos. Desemboca en las vacunas basadas en péptidos sintéticos, sobre las cuales afirma: “este método, bastante desarrollado en Colombia al nivel atómico, es el único que no incorpora ningún proceso biológico en su producción. Se hace, de principio a fin, por métodos de síntesis química”.
Sin tener yo competencias profesionales en el campo de la medicina, verifico con claridad, mientras lo leo entre líneas, que el gran ingenio del científico lo ha llevado durante más de 35 años a ofrecer a la humanidad un gran invento, que no consiste simplemente en una vacuna para algunos tipos de malaria u otras enfermedades, sino que su gran contribución a la humanidad es la composición de una vacuna, no biológica sino sintética, lo cual da un giro total a los procesos de elaboración de vacunas en el mundo entero. Ese invento es sin duda suyo, es de impacto mundial y es la razón de fondo por la cual el científico ha ubicado más de 9329 “papers”, de los cuales al menos 368 corresponden a destacadas publicaciones de la colección principal de web of science, es decir, en las revistas de más alto impacto científico y médico a nivel mundial. Esto también se ve reflejado en más de 14550 citas referidas a estos “papers”. Esto es lo que le ha valido para recibir importantes reconocimientos por el orbe entero, además de haber recibido más de 30 doctorados honoris causa en el campo médico. Nosotros en la Universidad Santo Tomás, en el marco de nuestros 440 años, decidimos reconocerlo además como educador porque verificamos con nombres y apellidos la larga lista de estudiosos e investigadores acompañados por él en sus investigaciones de maestría y doctorado y en la generación de otros productos más de nuevo conocimiento, que suman por lo bajo, más de 200 personas identificadas.
Su artículo deja entrever que, en el Instituto de Inmunología que él fundó y preside, junto con su equipo de investigadores ha venido trabajando en la construcción de una vacuna sintética que sea realmente contundente contra el coronavirus y responda a varias cepas. Lo ha hecho de manera silenciosa, con dificultad en materia de recursos económicos y sin la intervención de los medios de comunicación, o de intereses financieros, de negocio o figuración que rondan hoy un tema tan sensible como este, más aún en medio de una inédita pandemia que acosa a la humanidad entera. Lo he escuchado dando cuenta detallada de absolutamente todos los procesos de elaboración de vacunas que están en marcha en este momento por todo el planeta y sé que estudia juiciosamente muchas horas para lograr un resultado certero. También de manera silenciosa, reservada y prudente, ha logrado ser escuchado por quienes lo debían escuchar en nuestro país y que ya conocen sobre este importante esfuerzo en marcha.
El asunto es que ahora el Doctor Manuel Elkin Patorroyo, además de médico y científico, es también un doctor graduado de la Facultad de Educación del Primer Claustro Universitario de Colombia y para nosotros, como bien lo afirma nuestro patrono Tomás de Aquino: “la gloria del maestro es la vida honesta del discípulo”. Esto se traduce en nuestra responsabilidad para exaltar su buen nombre, en reconocer su legado y en nuestro compromiso para que unos cuantos desinformados no pisoteen más el buen nombre del que es hoy día, quizás, el científico más importante que ha dado nuestro país. ¡Hay que confiar en el científico! Estoy seguro de que el Doctor Patarroyo nos dará sorpresas y se las dará a la humanidad en breve tiempo. Yo ya me le ofrecí como voluntario cuando su vacuna esté lista para prueba. Les invito a que lean su artículo en el siguiente link: