Opinar sobre las elecciones en otro país suele ser un ejercicio estático. Muchos dicen que con los problemas y las singularidades que tenemos en Colombia deberíamos poner más atención a las elecciones de nuestro país que a las de nuestro principal aliado. Si bien las elecciones son diferentes a las políticas, los que ganan las primeras dictan las segundas. Entonces, ¿Por qué es importante para nosotros saber lo que está en juego en las elecciones de Estados Unidos? La respuesta está ligada a la considerable influencia que las políticas norteamericanas tienen en las colombianas.
Algunos dirán que es una pérdida de la soberanía, otros dirán que el imperio norteamericano nos ha impuesto su cultura y que paradójicamente quiere instaurar a nivel mundial la democracia, los derechos humanos y la economía libre de mercado con bombas, drones y bloqueos económicos. Esos “enemigos del imperio” están exponiendo sus posturas políticas en Facebook o Twitter mientras toman una Coca-Cola antes de irse a dormir viendo una película producida en Hollywood para el día de mañana ir a su trabajo en un Uber. No estoy diciendo que todo lo gringo sea bueno, ni que no sea un contrasentido imponer la libertad con coerción. Lo que quiero demostrar es que negar la influencia poderosa de la cultura occidental que cada vez está más interconectada no solo es ingenuo, sino que puede contener oscuros intereses políticos. Dudo que quienes financian la Minga indígena quieran dejar de hablar español, olvidarse de Netflix y salir de su cómoda casa en la Sabana de Bogotá para arar la tierra en el Cauca.
Bien sea por el poder o por la conectividad, cada vez las culturas son más unificadas. Por pedir una hamburguesa no necesariamente vamos a dejar de comer ajiaco. Esta unificación que vive el mundo -globalización- permite gobernar con mayor eficiencia. Podemos afirmar que hoy los estados-nación del mundo occidental comparten varios elementos vinculantes como el sistema legal internacional, la moneda o la democracia, por no hablar de familia, música y otras costumbres.
Para entrar en materia, quisiera señalar que es muy preocupante la decadencia de la política, la campaña sucia de los dos partidos norteamericanos junto a la superficialidad, beligerancia, violencia e ignorancia de muchos ciudadanos es lamentable. Esto ha hecho imposible que el debate se haga con altura. Por ende, quiero hacer una exposición a grandes rasgos de lo que podría pasar en Colombia, en Estados Unidos y en el mundo si gana uno u el otro candidato.
Empecemos con la sociedad que cada uno quiere: El presidente Trump no ha querido condenar los grupos supremacistas blancos, está construyendo un muro en la frontera con México, tiene a su familia nombrada en el gabinete y ha tenido escándalos en sus negocios y en su vida personal como ningún otro presidente en la historia de los Estados Unidos. En resumidas cuentas, es extraño que el líder del mundo libre en el siglo XXI sea racista, xenófobo, misógino, homofóbico, pero, además, que no crea en la ciencia ni en el cambio climático. Es como si retrocediéramos en el tiempo. Es una derecha retorcida.
Por el otro lado está Biden. A quien le ha faltado firmeza para condenar los grupos terroristas de Antifa, no tiene un plan claro de cómo controlar el poder creciente de Rusia y China que juegan con otras reglas (por lo menos no es amigo de los Rusos) y que en general se podría decir que es un candidato de centro-derecha. Me terminó de convencer cuando le cerró las puertas a la propuesta de quitarle fondos a la policía “defund the police”. Un gobernante nunca puede ceder ante las presiones de los violentos, si bien los problemas dentro de la policía de Estados Unidos requieren soluciones, es la autoridad del Estado la que tiene la obligación constitucional de salvaguardar la seguridad como un Derecho Humano.
En segundo lugar: la economía. Antes de la pandemia que produjo una contracción de la demanda sin precedentes, la potencia mundial era boyante, con pleno empleo, menos impuestos, crecimiento económico, aumento del ingreso promedio de la clase media, indicie de la Bolsa de Valores en constante crecimiento al igual que el índice de producción industrial y la confianza del consumidor, mejor dicho, el sueño americano. Claro con una deuda pública de casi 80 puntos del PIB, pero eso que importa, la pagaran las generaciones de estadounidenses que vienen. Pero no todo es virtud ni error de Trump, estos índices se han comportado de la misma manera desde que se superó la Crisis del 2008 y durante toda la administración de Obama, es decir, que la única diferencia entre los “Obamanomics” y los “Trumpnomics” son los aranceles que intentan desesperadamente contener la competencia desleal y el capitalismo de Estado Chino.
Entonces, ¿Cuál es la diferencia en materia económica entre Trump y Biden?, no mucha. Trump propone seguir igual y Biden quiere aumentar mínimamente los impuestos para incrementar el gasto público en 3% de PIB. En primer lugar, para construir infraestructura que a la larga hará que las empresas sean más competitivas y en segundo lugar, para aliviar la deuda que hereda de los últimos gobiernos. No se tienen porque alarmar los ricos, las estimaciones dicen que la utilidad neta de las empresas se reducirá máximo en un 14% y la de los ricos en un 12%, molesto pero soportable, y por un bien mayor creo que es un buen negocio. Hay que reconocerle a Biden que venció unas ideas aún más radicales de los social-demócratas de su partido, Elizabeth Warren quería aumentar el gasto público en 16 puntos del PIB y Bernie Sanders en 24, sin importarles asfixiar la inversión. Recordemos que los modelos escandinavos funcionan porque trabajan con el capitalismo, no contra él.
Tercer y último punto: Colombia y la real amenaza del Castro-Chavismo. Ningún gobierno Norteamericano va a reconocer el gobierno de Maduro ni el de Castro. Ninguno va a resolver el problema de estos países si siguen apoyados por las potencias que ya conocemos. No se ha podido con Cuba desde Kennedy hasta Obama, Trump no pudo, si lo reeligen tampoco va a poder y si eligen a Biden, misma historia. Con Venezuela pasa igual, solo que son menos décadas. ¿Ante ese panorama, qué podemos hacer en Colombia? Seguir creyendo en nuestra democracia e instituciones y votar por partidos que jueguen dentro de la democracia. Seguir en la política bipartidista en donde siempre seremos aliados de EEUU, es preferible seguir el liderazgo demócrata y libre americano que el autoritario de otras latitudes, inclusive con el costo de esta alianza que se basa en el supuesto en donde los latinos somos “los malos” por producir droga pero Estados Unidos “está libre de culpa” por solo consumirla. La ayuda anual de EEUU a Colombia es superior a los 400 millones de dólares. La administración Trump quiso reducirla pero la Cámara de Representantes de mayoría demócrata no lo permitió y hoy seguimos recibiendo la misma ayuda, ambos candidatos han prometido mantenerla.
Como ciudadano del mundo, como demócrata y colombiano quisiera que gane Biden. Hay muchas cosas de él que no comparto y que mencione en este artículo. Me sentiría más cómodo con un candidato sensato y preparado de derecha como en su momento lo fue Mitt Romney o Jhon MCcain, pero como lo que está en juego es el futuro del mundo, prefiero la sensatez de Biden, sus valores democráticos y su cerrada de puertas a propuestas populistas de la izquierda, que la derecha que representa Trump: intolerante, errática y con serias dificultades para gobernar, no solo en época de pandemia, sino también para hacerle frente a los intereses oscuros de la geopolítica.
Como dato final y hay que darlo, Trump es el primer presidente estadounidense que no inicia una guerra en casi 50 años. El martes 3 de noviembre los ciudadanos definirán en las urnas quien debe ser el presidente de este país. Colombia trabajará de la mano con quien gane, sea uno u el otro. Tenemos que ser optimistas en que los valores de igualdad, libertad y la fraternidad de occidente prevalecerán con la fortaleza de sus instituciones por encima de quién sea el presidente de los Estados Unidos.
Nota 1: A quienes dicen que Biden es el promotor del errado acuerdo de paz entre el gobierno Santos y las FARC, quisiera recordarles que cualquier gobierno de Estados Unidos aliado de Colombia, habría apoyado el proceso de paz. En caso de ganar, sería extraordinario que nos ayudara a revisarlo y corregirlo dentro de su papel, Trump no lo hizo.
Libro de la Semana: De animales a Dioses de Yuval Noah Harari. Un recuento histórico desde el Big bang hasta la aparición de nuestra especie, pasando por la revolución cognitiva, la agrícola y la industrial. Es una gran reflexión sobre lo que somos capaces de crear e imaginar pero también de lo útiles que podemos ser.