Alejandro Toro

Conferencista y defensor de derechos humanos en Colombia. En la actualidad Representante a la Cámara del departamento de Antioquia por el Pacto Histórico, período 2022-2026. ​​​​

Alejandro Toro

Canibalismo y caimanes, horrores paramilitares

Les voy a contar por qué el único camino que hoy quiero recorrer es el de la paz. Porque venimos de 60 años recorriendo el camino de la guerra, de la barbarie, del abismo y llegamos al fondo, al final y lo único que encontramos fue oscuridad y muerte. ¿Qué sucedió durante este tiempo? En marzo de 2009, fue encontrada una de las fincas de Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, comandante del bloque central Bolívar, que generó más de 5000 víctimas. Allí, se halló un león africano que, según versiones de los campesinos, era utilizado por los paramilitares para amedrentar a las personas, obtener información de sus víctimas y luego asesinarlas.

El ex paramilitar Salvatore Mancuso ratificó su versión de lo sucedido en los terroríficos hornos de Juan Frío, corregimiento de Villa del Rosario, donde fueron asesinadas al menos 500 personas entre 1999 y el año 2004. Nos enteramos de estos hornos crematorios y de lo que sucedía por personas como el señor Fabián Becerra, un caminante víctima que durante 20 años buscó a su hija de 12 años desaparecida por los paramilitares y qué alias 'El Iguano' le dijo que, al parecer, era uno de los cuerpos que se incineraron en los hornos crematorios.

Estos hornos crematorios eran trapiches dedicados a hacer panela con caña de azúcar, eran hornos para fabricar adobes que se convertirían en casa y nosotros los volvimos realmente en máquinas del terror, como en la época del nazismo, donde eran incineradas las personas y luego lo que quedaba se introducía en piscinas de ácido sulfúrico para que no quedara ningún rastro.

Hace poco, el coronel retirado Hugo Aguilar, exgobernador de Santander, confesó que trabajó con las Autodefensas Campesinas de Santander y del sur del Cesar (Ausac), comandadas por Guillermo Cristancho, alias Camilo Morantes y que muchos de los cuerpos eran arrojados en la finca La Gorgona, en la vereda La Rosa de Luis Ramírez, alias Puntilla, donde había un lago con cocodrilos en el que desaparecían las víctimas de este bloque paramilitar.

Siempre nos podemos superar en la creatividad para el bien, pero también en la creatividad para la barbarie; el 23 de enero de 2024, ante la Justicia Especial para la Paz, el coronel retirado William Gacharna, exdirector de la cárcel La Modelo, confesó que hay fosas comunes en el centro penitenciario. Pero aún más terrible, muchos de los cuerpos de los presos eran picados y entregados como carne molida para la alimentación de los mismos presos, por medio de un escabroso “emprendimiento” de embutidos y salchichones promovido por paramilitares.

Allá nos ha llevado este camino que hemos recorrido de la guerra hasta la oscuridad y hasta el abismo mismo, donde convertimos los ríos en verdaderos cementerios como el Atrato, el Cauca, el Combeima o el gran Magdalena. Los victimarios, los asesinos, decían que, si no hay cuerpo, no hay delito; pero se les olvidó que habían dejado un reguero de víctimas que no estaban dispuestas al silencio. Porque para ellos, si no hay cuerpo, no hay olvido. Porque no basta la justicia ordinaria sin la verdad, no sana el sufrimiento de la memoria.

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