Radamel Falcao García fue considerado el mejor jugador del mundo en el área. Ostenta el récord de ser el futbolista colombiano en debutar más joven en nuestro fútbol profesional: 13 años tenía y lo hizo con Lanceros de Boyacá.
Pero la prioridad de Falcao en sus inicios fue otro deporte, siempre le llamó la atención el béisbol, lo alcanzó a practicar cuando vivió algunos años en Venezuela. Por fortuna, el fútbol fue su destino. El fútbol ama a Falcao y Falcao ama al fútbol. Gracias a Dios se logró este idilio.
El apodo de ‘El Tigre’ se lo puso su compañero Gonzalo Ludueña en River Plate, en un partido Falco le marca dos goles a Huracán y éste le dice: “fuiste un tigre en la cancha” Y así se quedó.
Dios convirtió a Falcao en un tigre. Radamel es un hombre de fe, todos sus goles se los dedica al Señor, en varias ocasiones ha manifestado que reza ante de los partidos, lee la Biblia y hasta entra en una conversación muy personal con el Creador.
Ha dicho que su mamá le enseñó el camino de Dios. “Desde muy pequeño tuve la bendición de conocer del señor Jesús” contó Falcao. Y es algo que defiende con rigor, entiende que su profesión caduca pronto, la fe nunca.
Una de las facetas que más llama la atención de Falcao García es una sencillez que se convierte en antídoto contra el ego, totalmente opuesta a su grandeza como futbolista. Esto lo hace más empático y amable, produce la confianza de un viejo amigo.
Estimo que Falcao no escogió la humildad, sino que la humildad lo escogió a él. Y es algo que muy rara vez sucede en el fútbol, pues la gran mayoría de sus protagonistas quedan atrapados en la burbuja de la idolatría.
El samario tiene un talante de buena persona y eso Dios se lo retribuyó en las canchas, en sus 38 años recién cumplidos, pronto entrará al torneo de dejar el fútbol y ganarse la historia.
Los sueños de Radamel están más que cumplidos. Se constituyó en la esperanza de muchos niños que desean seguirle los pasos, en un constructor de ilusiones. Su virtud mayor es hacer goles de esperanza y de fe.