Jimmy Bedoya

Profesional en administración policial y de empresas, doctorando en estudios sociales (UExternado), máster en administración de recursos humanos (Ucav de España), máster en administración de negocios -MBA- (UExternado), especialista en seguridad (Espol), gobierno y gerencia pública (EAN) y control interno (UJaveriana), y CIDENAL (Esdeg). Es columnista y consultor con más de 30 años de experiencia en seguridad pública, capital humano y control interno.

Jimmy Bedoya

Arte urbano y transformación social

Al concluir los Juegos Olímpicos de París, la atención mundial no solo se centró en las habilidades de los deportistas, sino también en la transformación urbana que acompañó a este evento global. La ciudad de París, conocida por su rica historia y su impresionante arquitectura, se destacó además como un modelo de innovación urbana. En particular, el distrito de Saint-Denis, un área asociada con frecuencia a la marginalización social, emergió como un ejemplo vibrante de cómo el arte urbano, manifestado a través del grafiti puede representar un papel crucial en la revitalización de los espacios públicos.

El grafiti en Saint-Denis no es simplemente una cuestión de estética, es una forma de expresión que refleja la diversidad cultural y las luchas sociales de sus habitantes. Este renacimiento urbano impulsado por la convergencia de arte y comunidad ha transformado a esta ciudad, y una vez más el grafiti ha mostrado su poder para reconfigurar a una comunidad entera, no solo en su apariencia también en su identidad y su relación con el resto de la urbe. Esta experiencia en París ofrece lecciones valiosas para otras ciudades del mundo que aún se resisten a esta potente forma de expresión urbana, es innegable que los murales tipo grafiti pueden ayudar a redefinir el espacio  público y fortalecer el tejido social.

En Bogotá, el fenómeno del grafiti ha seguido una trayectoria similar, convirtiéndose en un medio de expresión vital para sus habitantes. Desde los años 70, los muros de la ciudad han sido testigos de mensajes de protesta, arte y esperanza, al reflejar las tensiones y aspiraciones de una sociedad en  constante cambio. Es fundamental explorar y conocer cómo este arte urbano ha influido en la transformación social capitalina, y se destacan casos específicos donde el grafiti ha servido como catalizador de cambio y empoderamiento comunitario.

Según el reconocido escritor, Umberto Eco, el grafiti sirve como un medio alternativo paraexpresar mensajes que no encuentran espacio en los canales tradicionales de comunicación. Esta idea es particularmente relevante en una ciudad como Bogotá, donde las desigualdades sociales y  económicas son pronunciadas, y donde muchos ciudadanos se sienten excluidos del discurso
dominante. En este contexto, el grafiti se convierte en la voz de los marginados, una herramienta para expresar descontento, resistir a la autoridad y desafiar las normas sociales.

Para el académico, Armando Silva, quien ha estudiado extensamente el grafiti en Bogotá, esta práctica es una marca urbana relacionada con lo prohibido. Es una forma de arte que transgrede el orden establecido en términos legales, lingüísticos, estéticos y políticos. Este quebrantamiento es lo que le da al grafiti su poder, al mismo tiempo que lo coloca en una posición conflictiva con las autoridades y parte de la sociedad.

La situación en Bogotá no es única. Otras ciudades en Colombia, como Medellín y Cali, enfrentan desafíos similares en la gestión del grafiti. En Medellín, por ejemplo, el grafiti se ha convertido en una herramienta sustancial para la regeneración urbana, especialmente en sectores como la Comuna 13, donde las obras de arte mural han transformado el paisaje urbano y han atraído el turismo.

Bogotá ha seguido este ejemplo y desde el 2011 tiene su propio “Grafiti Tour”, un recorrido por las calles del centro de la ciudad.

A nivel internacional, ciudades como Nueva York, Berlín y São Paulo han adoptado enfoques diversos hacia el grafiti. En Nueva York el grafiti se encuentra históricamente asociado con el movimiento hip-hop y ha sido tanto perseguido como celebrado. Berlín, por otro lado, es conocida por su exuberante escena de arte callejero donde el grafiti es ampliamente aceptado como una forma de expresión artística. En São Paulo el grafiti es una parte integral de la cultura urbana, pero también enfrenta desafíos relacionados con la propiedad privada y la regulación estatal.

Así, la relación entre el grafiti y el desorden social es un tema debatido que se vincula con la teoría de las “ventanas rotas”. Esta teoría sostiene que la presencia de desorden y abandono, como el grafiti no autorizado es considerado un acto de vandalismo que deteriora la imagen urbana e
incrementa la percepción de inseguridad y desconfianza entre los habitantes, lo que puede llevar a un aumento en la criminalidad y violencia en determinadas áreas. En última instancia, el grafiti refleja las tensiones más amplias de la sociedad, la lucha entre el orden y la libertad, entre la
marginalidad y la inclusión.

Como forma de expresión el grafiti tiene el poder de desafiar y transformar estas resistencias al ofrecer nuevas maneras de apreciar y comprender las dinámicas de sus comunidades. La clave reside en encontrar un equilibrio en un mundo donde las ciudades son cada vez más complejas y multifacéticas, que permita a los grafiteros expresar su creatividad como una herramienta poderosa para la transformación social y cultural, siempre y cuando no afecten y respeten el espacio público de todos, y se practique en los lugares determinados por las autoridades, una modalidad que en sí misma contraviene la naturaleza retadora del grafiti, pero que sin duda crea oportunidades para que el arte urbano sea valorado al igual que a sus artistas.

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