
En la década de los 70’s, trajo al país más de cien millones de dólares de forma ilegal camuflados en lugares que para la época pasaban desapercibidos: en destapadores, ollas a presión y maletas con doble fondo. Debido a estas hazañas, comenzó a aliarse con diferentes capos que requirieron de sus servicios para el lavado de activos.
Hélmer Herrera Buitrago, nació el 24 de agosto de 1951 en Palmira, Valle. A la edad de 22 años trabajó para una empresa en Estados Unidos como mecánico. Vivió en Nueva York, ciudad donde fue arrestado por la policía local y enviado a la cárcel durante un año por el cargo de venta de drogas.
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Su facilidad para traer el dinero ilícito le permitió crear una sociedad dedicada a esta labor. Con el tiempo, vio en el narcotráfico un negocio muy lucrativo y que le permitió crear el emporio que nunca imaginó alcanzar a tener. En 1986 participó en su primer envío de cocaína junto con Chepe Santacruz. En este embarque ganó 350 mil dólares, nada mal para empezar.
Para 1983 inició con el cartel de Cali, asociado con los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela y José Santacruz. Allí trabajaron en diferentes zonas de distribución de drogas en los Estados Unidos, Colombia y México, principalmente. Hélmer Herrera supo perfectamente cómo traer el dinero proveniente de este ilícito, y así, convertirse en uno de los hombres más adinerados del país.
Siempre mantuvo un bajo perfil, le gustó vestir de traje. Anduvo muy elegante, parecía un prestigioso empresario. Nunca trato de ocultar su homosexualidad, por el contrario, lo hizo muy orgulloso. Pero esto no hizo que su imagen fuera débil. Pacho se convirtió en uno de los capos más temidos y poderosos gracias a su fuerte estructura delincuencial.
Otra de sus pasiones fue el fútbol. Deporte que lo puso en evidencia para uno de los atentados organizado por el cartel de Medellín -principal enemigo, liderado por Pablo Escobar-, en 1990, en una cancha de la Candelaria a las afueras de de Cali. Allí murieron 17 personas que lo acompañaban, pero él y sus socios salieron ilesos.
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Cansado de huir de las autoridades, escondido, y sin la tranquilidad de poder pasar tiempo con sus seres queridos -como le sucede a todos los que deciden tomar el camino del dinero fácil-, Pacho decidió entregarse a las autoridades y colaborar con la justicia colombiana y norteamericana.
Durante dos años estuvo preso en el centro penitenciario de Palmira, vivió mejor que como si estuviera en su casa, tuvo lujos y seguridad en todo momento. Hasta el día en que un sicario, que se hizo pasar por uno de sus abogados, lo increpó por la espalda y le disparó directamente en la cabeza en repetidas ocasiones.