Melissa Carpentier
@MeliCarpentier
No tuve la fortuna de nacer en Valledupar, pero sí la bendición de que por mis venas corra sangre de esa tierra y solo los que hemos vivido en ella logramos comprender el verdadero significado del respeto por sus tradiciones, por su historia y por su folclor.
El vallenato nació para acercar a la gente, para unirla con una fuerza sobrenatural en torno a una ilusión colectiva. El acordeón, sin duda, tiene algo mágico porque incluso en los momento de mayor tristeza, sus acordes brindan paz y consuelo.
Las parrandas, no son un pretexto para beber como muchos podrían pensar; estos encuentros que surgieron en los patios de las casas de las viejas generaciones, son un símbolo de hermandad que incluye hasta a quienes solo van de paso.
Y es que el vallenato raizal es así, noble, amoroso, servicial y sencillo, pero sobretodo, fuerte ante la adversidad.
El Cesar ha sido uno de los departamentos más golpeados por la violencia. Cientos de muertes, secuestros y desapariciones han marcado la historia de sus familias, pero ese jamás ha sido el pretexto para no perdonar, por el contrario, parece que fuera un recordatorio permanente de que hay que salir adelante.
El secreto está en su música. Son las figuras vallenatas el símbolo de que el folclor cambia realidades y pensamientos, que se puede vivir de él, siguiendo el sueño que muchos de niños guardan.
Por eso cuando uno de estos artistas fallece a temprana edad, en situaciones inexplicables, en los azares del destino, como es el caso de Martín Elías Díaz; es como si tuvieran que enterrar un pedazo del alma con ellos y también en ese momento se escucha su música.
Se vuelve entonces el vallenato una anestesia para el intenso dolor de la pérdida y una forma de agradecimiento eterno por no haber dejado morir un legado sagrado, es la promesa del recuerdo vivo y un reconocimiento a su talento.
En ‘la tierra del acordeón’ el luto, aunque lleno de pesar, se torna de colores; pues si bien se conserva la tradición de vestirse de negro y rezar el Santo Rosario durante las nueve noches, se respiran los matices de los sentimientos más puros.
Cuando alguien muere en Valledupar, sus seres queridos no quedan solos. Amigos viajan desde todas partes a acompañar al fallecido hasta su última morada. Se unen en oración y los vecinos guardan el silencio de la calle, como muestra de respeto por la pérdida.
No importa si no eres amigo de infancia, en ese momento todos son familia y así como se encuentran en la parranda, se abrazan en la tristeza hasta el último día.
La nobleza del vallenato, aunque está en su estructura genética, se termina contagiando; es por eso que ofender sus costumbres sin conocerlas, no es un insulto únicamente contra el afectado, sino contra todo lo que le rodea, que viene impregnado de amor puro por su tierra.
El próximo 25 de abril inicia la celebración del quincuagésimo Festival de la Leyenda Vallenata y la capital del Cesar, aún golpeada por la ausencia de uno de sus exponentes, recibirá a sus visitantes. La invitación está abierta para todos aquellos que quieran robustecer su cultura y enamorarse de ella.