Siento que el cuerpo de J. Lo me juzga

Mié, 05/02/2020 - 10:15
La mayoría de las mañanas, el contenido compartido en mi cuenta de Facebook es bastante relajado. Está la indignación continua por el gobierno actual mezclada con publicaciones sobre niños, libro
La mayoría de las mañanas, el contenido compartido en mi cuenta de Facebook es bastante relajado. Está la indignación continua por el gobierno actual mezclada con publicaciones sobre niños, libros y yoga. Alguien publica un par de vestidos y les pide a sus amigos que voten por su favorito; alguien comparte el video de su hijo en un espectáculo preparatoriano de talentos. Cosas normales de mamás de mediana edad. Sin embargo, el lunes por la mañana, desperté para vivir un gran drama de mamás. Mi comunidad de Facebook se había convertido en un campo de batalla sin prisioneros, una guerra librada contra el cuerpo bronceado y firme de Jennifer López. Sí, compartió el escenario con Shakira, de 43 años, pero el debate más intenso se centró en la intérprete de “Jenny from the Block”, que es 7 años mayor que su colega. En esta esquina: las mujeres a las que les pareció que el espectáculo lleno de éxitos y mucha energía de J. Lo en el Supertazón fue innecesariamente lascivo, diseñado para excitar a los espectadores varones, presentado para la mirada masculina. “Patrocinado por Pornhub”, se quejó una. “Vulgar”, dijo otra. ¿Por qué tenía que haber un tubo de estriptis y por qué no pudo usar más ropa? Las llamaremos conservadoras persignadas. En la otra esquina: las mujeres a las que el espectáculo les pareció inspirador, una declaración política emocionante, una demostración de orgullo puertorriqueño y también de lo que puede hacer el cuerpo de una mujer, dada la combinación adecuada de genética, esfuerzo, disciplina y dinero. Las llamaremos mujeres que mueven el trasero. Decidir si el hecho de que mujeres canten y bailen con muy poca ropa o celebren su cuerpo de alguna otra manera es algo empoderador o un ataque a nuestra capacidad de movernos en el mundo como seres iguales a los hombres es una de esas batallas eternas que surgen cuando se debaten los derechos de los trabajadores sexuales o la pornografía, o cuando Emily Ratajkowski publica una selfie con el pecho descubierto. Sin embargo, lo que le dio a esta versión del debate un sabor especial fue la edad de la protagonista. Si en algo estuvieron de acuerdo las conservadoras persignadas y las que mueven el trasero, es que Jennifer Lopez se ve asombrosa. A sus 50 años, es una fuerza de la naturaleza; cuando una mujer se ve así de bien a su edad es como si la evolución hubiera dado un pasito hacia delante solo para ella. “¡No puedo creer que tenga 50 años y luzca tan bien!”, decían las mujeres. Eso rápidamente se convirtió en otra frase: “¡No puedo creer que tengo 50 y me veo así de mal!”. (“A pesar de que me hizo sentir físicamente deforme, ¡ese espectáculo de medio tiempo estuvo de diez!”, escribió Sarah Kwak, editora de Sports Illustrated). Algunos miembros de mi comunidad de redes sociales estaban asombrados. Otras —incluida yo— nos sentimos personalmente juzgadas por ese trasero. Soy unos cuantos meses más joven que J. Lo y, cada cumpleaños, me he preguntado si ese será el año en que todo termine. Claro que hay un umbral; un punto al que llegaremos en el que desaparezca el letrero de “Debes ser así de sexi para participar” en el parque de atracciones, y entonces todos podremos subirnos a la montaña rusa (al lado de los hombres regordetes, calvos, canosos y panzones que se han subido ahí desde siempre). Eso es lo que siempre he imaginado. Pero también pensé que el embarazo sería un descanso de nueve meses en el que podría dejar de competir en las Olimpiadas de Verse Bien. ¡Por Dios!, tuve a mis hijas en la época de las Mamás Sexis, una era en la que las prendas holgadas de maternidad dieron lugar a los estilos ajustados que hacían énfasis en la panza maternal, en la que las celebridades salían del hospital sosteniendo a sus recién nacidos, usando pantalones de mezclilla ajustadísimos. Ni entonces pude descansar. Los 40 obviamente era demasiado pronto para rendirse, dado que existen Halle Berry, Jennifer Aniston, Brooke Shields y Lisa Bonet, sin mencionar las listas de “Diez celebridades que están irreconocibles hoy (¡no creerás la número 8!)” que aparecían cada vez que visitaba el internet para decirme que subir de peso y envejecer de manera perceptible eran un camino inmediato a la irrelevancia y las burlas. Aun así, me había imaginado que los 50 serían la edad en la que todo eso se terminaría. Había dejado de teñirme el cabello y había donado mis tacones altos; recibía al vello facial que de vez en cuando me salía en la barbilla con la tranquilidad de un maestro budista y trataba a mi cuerpo como un lugar en el que podía existir sin disculparme, en vez de algo parecido a un sórdido complejo de apartamentos, un lugar que debía administrar y mejorar de manera constante, con zonas rebeldes que debía depilar y rasurar, pintar y teñir, envolver en licra y levantar con varillas. Siempre he tratado de convencerme de que los cuerpos de las celebridades son como galerías de arte. Puedo apreciar la inspiración que provoca su belleza. Puedo reconocer el tiempo y el dinero que requiere su creación. Cuando acabo de mirar, puedo irme a casa, segura de saber que nadie espera que mi sala luzca así. Pero después vi el meme que circuló el lunes. “Las mujeres de 50 años en 1985”, decía un costado, con una imagen de Rue McClanahan de “Golden Girls”, con el cabello esponjado y un suéter pasado de moda, todo muy apropiado para su edad. Del otro lado decía: “Las mujeres de 50 años en 2020”, con Jennifer López vestida con un traje color plata, con esos muslos musculosos que se aferraban a un tubo, el cabello dorado que caía perfectamente y la piel bronceada y brillante que lucía imposiblemente… imposible. Si debido a un giro cruel del tiempo ahora Blanche Devereaux se encuentra del lado negativo de la sensualidad, supongo que ya ni debemos hablar de Dorothy Zbornak. Y ¡Dorothy había sido mi modelo a seguir todo este tiempo! Creo que la respuesta es ver ese tipo de presentaciones como un hombre. Las mujeres ven un espectáculo de 15 minutos en el que se presentan artistas de élite y, en algunos casos, terminan sintiéndose mal consigo mismas. Mientras tanto, los hombres ven un partido de tres horas, en el que juegan atletas de élite sin nada de grasa en el cuerpo, y la mayoría no siente la más mínima punzada de inseguridad ni deja de comer un solo nacho con queso. Las mujeres vemos la inspiración o las metas que no hemos podido alcanzar, o un modelo hermoso con el cual atormentarnos. Escuchamos una voz (patrocinada por Weight Watchers, Revlon, Planet Fitness y Jenny Craig) que susurra: “Esto podría ser tuyo, si tan solo te esforzaras lo suficiente”. Los hombres solo ven el espectáculo, atletas que existen en un plano distinto al de los mortales. La voz interior de ellos susurra: “¿Hay más nachos?”. Ni siquiera creo que se les ocurra sentirse mal, ni tratar de imitar lo que vieron. Así que, queridas colegas de la generación X, si quieren ser como J. Lo, muchas felicidades. Si quieren ser como Blanche, séanlo. Pero si su modelo siempre ha sido más bien Bea Arthur, vengan a sentarse aquí atrás conmigo, con sus túnicas de Eileen Fisher y los nuevos anteojos bifocales que aún no dominan. Esperaremos a que todos se vayan a casa y bailaremos como si nadie nos estuviera viendo. Por: Jennifer Weiner
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