Las Fake News no son gratuitas ni inocentes. Detrás de ellas hay un trasfondo casi siempre oscuro y, otras veces, siniestro. Se mueven al galope y se viralizan en la inmediatez de las redes sociales para así cumplir su cometido y producir para una de las partes un beneficio y para la otra, un perjuicio porque es bueno recordar que las fake news son un juego de suma cero en el qué, si alguien gana otro pierde; pero cuando se desmadra todos pierden.
Detrás de ellas hay alguien con intereses políticos, ideológicos, electorales o económicos.
Las fake news son informaciones falsas, construidas deliberada y conscientemente para hacerse pasar por noticias con el objetivo de difundir un engaño o una desinformación y obtener, como anota Marc Amorós, un fin político, electoral o financiero Es una herramienta para la manipulación. Eso se vió en las elecciones en las que ganó Trump o en las del Brexit por ejemplo. También en la invasión de George Bush a Irak en la que armaron la trama de las armas químicas de Sadam Husein.
También juegan a confundir el pasado, a la opinión y a la memoria y algunas veces, buscan reconstruir la historia, construir nuevos relatos y dificultar el aprendizaje de nuestro pasado como por ejemplo cuando a coro un sector de la juventud grita “Uribe, paraco el pueblo está berraco” y olvidan de manera simplista la situación de orden público y el Estado fallido que era Colombia cuando Uribe llegó al poder. Las Fake News a veces tiene la pretensión de construir la imagen de personajes.
Y ese es el peligro de las Fake News. Si en el “Estudio sobre la Fake News en España” de la Universidad Complutense de Madrid se lee que el 86% de los españoles tienen dificultades para distinguir entre noticias falsas y verdaderas y si en Estados Unidos el 62% de los ciudadanos se informa a través de las redes sociales y si las redes son, hoy día, un medio de comunicación en el que la credibilidad no depende de la veracidad ni de la verificación de los datos sino de la creencia en ellas, pues por esta vía se cuelan fake news que en la medida que sean repetidas y compartidas una y otra vez, terminarán como verdades absolutas hasta q sean desmentidas, pero cuando ello ocurre es demasiado tarde. Es el calumniad, calumniad que de la calumnia algo queda.
Las Fake News están jugando, a través del miedo y la indignación, a la polarización. A dividir la sociedad y generar desinformación. A la política también y a acceder al poder.
Por eso, son virulentas, hay bots que la reproducen por miles, hay equipos y bodegas que las diseñan y difunden. Es una forma de hacer política. Las Fake News son un instrumento que utilizan los políticos y los candidatos para llegar al poder aunque sea crucificando la verdad y radicalizando la sociedad.
De ella se valen algunos medios de comunicación. Hace muy poco lo hicieron con las chuzadas a la Corte Suprema que no terminaron como tal, o con el hacker en la segunda vuelta presidencial de Santos con Zuluaga. O las que se usan para generar indignación y mover -el ya de por sí lánguido y minoritario- paro nacional.
Las Fake News juegan a estigmatizar, buscan condenar desde las redes, no tienen escrúpulos y casi rayan con lo criminal y están formando ciudadanías desinformadas por una parte e incrédulas por la otra.
¿A qué juegan las fake news?
Jue, 23/01/2020 - 04:43
Las Fake News no son gratuitas ni inocentes. Detrás de ellas hay un trasfondo casi siempre oscuro y, otras veces, siniestro. Se mueven al galope y se viralizan en la inmediatez de las redes sociales