Prudencia, desinformación y oportunismo

Sáb, 13/10/2012 - 01:01
El gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha optado por mantener cierta discreción frente al desarrollo del proceso de negociación que ha iniciado con las Farc. Es notorio que la decisión pasa
El gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha optado por mantener cierta discreción frente al desarrollo del proceso de negociación que ha iniciado con las Farc. Es notorio que la decisión pasa por evitar caer en los excesos del show mediático que normalmente tienden a ejercer las guerrillas en medio de las conversaciones, como si quisieran por arte mediática recuperar el prestigio que han perdido debido a sus acciones de terror o por sus no muy claras fuentes de financiación. Pero se puede caer en el exceso contrario. El mimetismo no es un buen consejero si se quiere que las negociaciones sean transparentes y de cara a la ciudadanía. Y algo peor puede pasar, que su silencio y su prudencia pueda terminar por abonar el terreno de los enemigos de la paz. Los agazapados que siempre han existido; los frenteros que nunca se han ocultado y los oportunistas que intentarán sacar provecho de un escenario que, más allá de la intención de los prudentes, es un espacio público y de interés general que por encima o por debajo de la mesa dará de qué hablar. La prudencia que normalmente reclama el que se siente más sensato no se puede confundir con el silencio, con la desinformación o con la no difusión de los avances en las mesas de negociación. Tal vez lo que quiere el Presidente Santos es que no se fomente una sobreexposición mediática y no se busque ¨la chiva¨ a cualquier precio porque eso puede resultar contraproducente. Es una especie de responsabilidad social empresarial con el tema de la paz que los noticieros y reporteros deberían asumir so pena de poner en problemas las propias negociaciones y el mismísimo proceso de paz. Por eso ni tanto que queme a Santos ni tan poco que no lo alumbre. Las informaciones sobre lo que ocurre alrededor de la paz son un deber de los medios y son un derecho de los ciudadanos. Ahora viene lo que se llamaría criterio, compromiso con el país y responsabilidad con la información. Eso que ya ha empezado a cobrar cabezas como la de José Obdulio Gaviria en El Tiempo o la de Pacho Santos en RCN. El uno por creerse una información que se acomodaba perfectamente a su pensamiento y el otro por sacar informaciones reservadas con cierto tono saboteador. Esos son tal vez los ejemplos de lo que no se debería hacer hoy en relación con el proceso de negociaciones que caminan hacia la paz en Colombia. Así no se esté de acuerdo en la forma en que se adelanten los diálogos. El expresidente Álvaro Uribe no lo comparte y está en todo su derecho. Pero los periodistas no pueden confundir su derecho a pensar distinto con la libertad para desinformar o para manipular información con propósitos ideológicos. Más allá de las diferencias conceptuales o de maneras de actuar, el gobierno se embarcó en un proceso de diálogos con miras a lograr la paz y colombiano que se respete debe apoyar esta intención. Eso no significa no expresar sus desacuerdos con ciertos procedimientos o con algunas incoherencias. Y menos si se observa algo que no esté dentro de los parámetros existentes, no se vaya a divulgar. Tal vez no se debe utilizar para poner palos en la rueda, pero dejar de informarlo no seria justamente lo prudente. Esa fina línea de comportamiento entre el deber y el derecho, entre la chiva y la responsabilidad, entre el bien personal y el bien colectivo, entre el presente y el futuro, entre el ego y el liderazgo, entre la razón y la emoción, entre el servicio público o social y el brillo personal o grupal, en fin esa fina línea entre el ser y el deber ser es la que se llama prudencia, la que requiere ponderación, capacidad de análisis y nobleza para poder sacrificar beneficios personales en bien de los intereses generales. Por ejemplo, habría que pedirle a los pantalleros del Congreso que no se inventen protagonismos de última hora. Eso que hace el presidente del Senado, el padre del voltiarepismo, Roy Barreras, de querer lucirse con la agenda de la paz, hay que decírselo, no es prudente. Nadie le cree que sus propuestas como la de examinar clínicamente al vicepresidente Angelino Garzón, o la de querer instaurar el día nacional de la próstata en un descarado lagartismo, sean serias con el país. Y si quiere darse un champú que no lo haga a costa la paz y las negociaciones con las Farc. Casi a una semana de iniciar los diálogos en Oslo lo que se requiere de parte de todos los actores es un compromiso serio con lo que puede ser el resultado de revisar unas condiciones jurídicas para los guerrilleros, analizar las posibilidades para que entreguen las armas, y aceptar ciertas flexibilidades para que se pueda garantizar la representación política a los guerrilleros que acepten reincorporarse a la vida civil. Se necesita urgentemente que los colombianos influyentes, los creadores de opinión y los que tienen la ocasión de publicar sus ideas se pongan la mano en el corazón y saquen lo mejor de sí para que con la estatura que creen tener aporten a la altura que aún no han aplicado. Esta es una oportunidad para la paz y para la grandeza. Bueno sería que en estos momentos de desarmaran los espíritus, pero no solo los de los violentos o los de los incrédulos, o los de los pesimistas. Que desarmen los ánimos de los vanguardistas y los cortoplacistas, de los espectacularistas, de los mercachifles de la noticia, de los taquilleros del escándalo y de los que por su figuración pueden llevar se por delante todo un proceso. Eso es parte de la prudencia que pide Santos y es la misma que esperan las nuevas generaciones que aún no entienden por qué sus antepasados no han podido aprender a vivir en paz. Esa es la prudencia que hace verdaderos sabios.
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