Perdonar con el Estómago

Jue, 25/04/2013 - 01:06
Ricardo Silva Romero -de mis columnistas favoritos- suele titular, muy efectista, con una sola palabra. Y

Ricardo Silva Romero -de mis columnistas favoritos- suele titular, muy efectista, con una sola palabra. Y llamó “Estomago” la estupenda columna en la que se refiere ala importancia de que la derecha dé la cara”. Supone él, que el uribismo es la derecha y que su accionar político abierto debe traer como consecuencia que “tendrá que ser invitada a la mesa de negociación” Y concluye “Sé que la sola idea revolverá ciertos estómagos”. Es valiente su afirmación. Pero sobretodo, es correcta. 

Da en el clavo Silva. Porque sin importar cuanto se revuelva el estomago a quienes piensan que las Farc deben ser generosamente ataviadas con impunidad, llamándola “perdón”, deben entender que los demás actores violentos del pasado reciente, también tienen derecho al perdón, digo, a la impunidad, para asentar el apaciguamiento armado.  Los 8 o 9 mil combatientes de las Farc que, Santos y el Marco para la Paz, buscan insertar en la sociedad, sin cárcel, sin pedirles que pidan perdón, cuya comandancia pasaría cínica al parlamento y cargos oficiales eludiendo que el pueblo los avale, son exactamente igual de criminales a los jefes paramilitares de primer y segundo nivel que están desde hace años en la cárcel.  ¿Cómo puede vivir un país clavado en la hipocresía de considerar que la bomba, la metralla, la mina y las muertes que causaron unos, puedan ser menos tremendas que las infligidas por los otros?  Los paramilitares eran una federación armada, un ejercito ilegal no derrotado que aceptó desmovilizarse, saltando a la “piscina sin agua” que resulto ser la jurisdicción de Justicia y Paz. Comprendían que se les había salido de las manos el monstruo creado y vieron la ocasión de parar. Pero también pesó valorar que los avances contrainsurgentes no se perderían en el esquema de la Seguridad Democrática. Sí se colaron unos avivatos, como se meterán ahora muchos narcos de las Farc; pero los comandantes paramilitares claudicaron -teniendo intacto su poder letal- para aprovechar la oportunidad legal a sabiendas que no habría impunidad total.  Ahora -gracias a la propaganda de la izquierda- todas las muertes causadas por los paras, fueron “víctimas inocentes” y las fuerzas de Castaño y Mancuso aparecen ante la historia como unos exterminadores codiciosos que solo robaban tierras. ¿Quién va a negarlo? Se apropiaron ilegalmente de muchas tierras, como en todas las guerras de la humanidad. Pero los que padecimos el horror de tres décadas de dominación guerrillera en la provincia colombiana, sabemos que las organizaciones de autodefensa hicieron retroceder a la insurgencia, y que el mito, impulsado por la izquierda de que los paramilitares sólo mataron gente inocente, es falso, y forma parte de su estrategia de estigmatización. Nada justifica la muerte, ni siquiera de criminales, pero la verdad de esta confrontación no debe maquillarse desde una orilla como hasta hoy.  Se les revolverá el estomago a muchos. Decir la verdad causa ira en los adoctrinados. Y cada herida tiende a volverse una militancia ideologizada, violenta, ciega, infinita…  Lo sé yo, que me atrevo a afirmarlo-mientras mi familia me ruega no decirlo porque entiende el odio que desencadena la verdad- y lo sabe la Colombia semi-rural y provinciana que sufrió los vejámenes guerrilleros, igual de cínicos, igual de sádicos, igual de canallas, igual de barbaros que los peores exponentes del paramilitarismo.  Las razones son muchas y empiezan en lo simple: ¿Cuánta gente sabrá que la mayoría de los 30 mil paramilitares salieron de la guerrilla? Aunque no lo crean, mas del 70% de los patrulleros y comandos de las AUC eran exmilitantes del ELN, EPL, y FARC. Por eso, los métodos fueron los de la guerrilla. ¿Cómo no?, si eran los mismos.  También se olvida el abandono del Estado, criminalmente ausente: Los jueces miraron a otro lado, los funcionarios se sometieron, los periodistas callaron, los líderes cívicos se fueron, y los civiles que pudimos, también nos fuimos. Muchos fueron asesinados. Y la gran mayoría calló, se ausentó, se sometió, pero…¡a la guerrilla primero!, y a los paramilitares después. La gran verdad es que el aparato armado del estado y el sistema judicial, fueron culpables de las tres décadas durante las que condenaron a los habitantes a tener que vivir en connivencia obligada, en la indignidad del silencio, o en el dolor del exilio.  ¡Se nos olvida todo! Pretenden que perdonemos a las Farc, sin que ellos perdonen a ninguno. Y nadie se atreve a proponer que el marco legal de impunidad que nos tendremos que tragar para persuadir a Timochenko que nos deje vivir en paz, se le aplique con la misma laxitud a todos los actores armados, para que todos se perdonen a todos.  ¿Me van a decir que Iván Márquez o Pablo Catatumbo merecen ser perdonados por sus mil crímenes, si ellos mismos no son capaces de tolerar que la misma benevolencia se aplique a Rodrigo Tovar o  Freddy Rendón?  ¿Cómo pensar en una nueva sociedad basada en el perdón si no se apoya en un patrón de justicia o injusticia idéntico?  Con frecuencia me piden que –por la paz- no escriba tan duramente contra las Farc, y suponen que me cuesta perdonarles el asesinato atroz de mi tía Consuelo Araújo. Sí. Me cuesta…  Y pienso en María Jimena Duzán, feroz contra lo provinciano porque lo supone afín a la derecha armada. ¿Escribe así porque no es capaz de perdonar el igualmente atroz asesinato de Silvia Duzán, su hermana, a manos de paramilitares del Magdalena Medio?  Quizá por eso arremete contra todo lo que en su dolor confunde con ellos. Pero, mientras mi dolor y su dolor no puedan producir el mismo nivel de perdón, la paz de Colombia no será posible.   Así se revuelvan todos los estómagos, si vamos a perdonar dejando impunes los crímenes de los verdugos, empecemos por sincerarnos y perdonarlos a todos. No hay un criminal mejor que otro. La vida muerta era toda sagrada, y el que la mató merece el mismo rigor. O por el bien general, la misma indulgencia…  @sergioaraujoc
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