En los países del mundo Occidental, tradicionalmente se ha asumido que las luchas económicas por la defensa de los Derechos Humanos, por el petróleo, en contra de las drogas y por algunos mal llamados “principios”, deben realizarse en forma de confrontación, con armas, con invasiones, ataques y bombardeos.
Sin embargo, les ha faltado visión. En el otro Hemisferio, en el Oriente Medio y Lejano han aprendido que es mejor una guerra proactiva en estrategia pero pasiva en la confrontación física. Es así como China ha logrado posicionarse en los países de Europa y Norteamérica de forma antes nunca imaginada. Esos países lograron determinar que si para los capitalistas el dinero es el mayor valor inmediato, ellos lo originan obteniendo a cambio lo que requieren para su población a mediano y largo plazo: recursos, entre ellos los naturales y energéticos.
De igual forma ocurre en el caso de las drogas.
Veamos por ejemplo el caso de Afganistán, país que en el 2001 tenía los niveles más bajos de producción de amapola y por ende de heroína. Eran tiempos en los que el talibán, después de hacer un cambio drástico en su política, controló y logró disminuir la producción utilizando incluso métodos violentos contra su población, como la quema de cultivos, la eliminación manual, altas penas para cultivadores, incluyendo la pena de muerte. Esta ecuación cambio sustancialmente con la invasión.
Cambio tanto, que en el 2006 la producción tenía un valor de 50 billones de dólares. Como suele ocurrir ante la ausencia de otras alternativas laborales, de industria, de manufactura, de mecanismos de protección del Estado y de cubrimiento de las necesidades básicas como educación, salud y alimentación, sumando a ello la situación de guerra, las personas buscan las pocas o únicas opciones de conseguir con que mantener a sus familias. Y volvieron al cultivo de la amapola.
Hay cuatro áreas en el mundo donde se produce: México, Sur América, Afganistán y el sureste de Asia.
Pero este aumento en la producción ha servido para que el Talibán y sus seguidores se den cuenta de que su producción va a satisfacer a un grupo de la sociedad bastante grande cada vez más insaciable, más insatisfecho, que va perdiendo más y más los valores tradicionales y por ende se va entregando a la adicción, haciendo lo que sea y pagando lo que sea por satisfacerla. Por lo tanto, la droga se ha vuelto para ellos como un arma silenciosa que no necesita pasaporte, ni visa, ni grandes planes, solo introducirla en el mercado a través de traficantes que también se enriquecen y les ayudan en sus planes de destruir a toda una sociedad.
En este punto vale la pena cuestionarse que es más efectivo para quien quiere ganar una guerra: ¿destruir a la niñez, la juventud y un alto volumen de población productiva, o mantener un ejército con altos costos disparando muchas veces a inocentes?
Ciertamente, debemos reflexionar sobre la forma en que estamos mirando el mundo y combatiendo nuestras batallas, pues indudablemente la estrategia a corto, mediano y por supuesto a largo plazo, no está funcionando.
Otras formas de combate
Sáb, 07/07/2012 - 09:03
En los países del mundo Occidental, tradicionalmente se ha asumido que las luchas económicas por la defensa de los Derechos Humanos, por el petróleo, en contra de las drogas y por algunos mal llama