En los países atrasados y subdesarrollados, como el nuestro, siempre hay una “rosca” política, cuyos miembros se creen predestinados -por sus privilegios heredados y por la divina providencia- para detentar y abusar del poder de generación en generación, al mejor estilo de una monarquía decadente. Esos nefastos personajes encuentran eco en una sociedad que se deja engañar y que es movida más por la “novelería” que por la razón. En los países civilizados, en cambio, solo llegan a la cima del gobierno quienes se lo han ganado a pulso. Esa es una de las razones por las cuales Dinamarca es tan diferente de Cundinamarca.
Por lo general, los “selectos” participantes de tan “excelso” grupo son personas sin méritos propios de ninguna clase, gente que vive del cuento y abusa de su posición para perseguir intereses particulares en detrimento de los colectivos. Un rasgo característico de la personalidad de dichos sujetos (aparte de un gran complejo de inferioridad encubierto por un ego superlativo), consiste en que sienten que el Estado y todo su engranaje son una empresa de la que pueden pelechar sin límites y que la sociedad en pleno les debe respeto y consideración, sin habérselos granjeado.
Y digo que son acomplejados porque viven mortificados por la sombra del padre, el abuelo o el bisabuelo, que, a la postre, fueron los verdaderos arquitectos de los beneficios que hoy disfrutan. Es complejo el tema psicológico: por una parte, el legado familiar es un distractor que no permite considerarles individualmente ni tampoco deja ver a los demás las virtudes que puedan tener, si es que las tienen, y, por otra, es un mecanismo que les permite seguir pegados de la teta de la burocracia, como sanguijuelas insaciables.
Hoy, por falta de espacio, solo me referiré a dos de los “elegidos”: “Pachito” Santos y Juan Manuel Galán, que en estos días dieron sendas entrevistas al diario “El Tiempo”. Sin duda, nadie mejor que ellos para ejemplificar esa camarilla de políticos que, a falta de méritos, explotan la imagen familiar.
Aseguró “Pachito” al periódico capitalino que prácticamente estaba elegido como Presidente de la República y que le armaron una trinca en el uribismo para atajarlo. Que nadie, solo él, podía derrotar a Juan Manuel Santos. ¿En qué momento llegó este país a una crisis tan profunda? ¿En qué cabeza cabe que un desequilibrado mental como “Pachito Santos” pueda ser Presidente? Es un hombre que ha tenido problemas de drogas y depresiones severas. Antes de incursionar en política era un loquito chévere, ahora es loco furioso. Pero él, prevalido de su apellido, con el recuerdo de un tío abuelo que fue Presidente y por cuenta de ser el vástago de un exdirector del Tiempo, jura y cree que lo asiste una garantía especial.
Juan Manuel Galán, el delfín por excelencia (poca inteligencia, cero gracia), hizo lo propio: ante el mismo medio de comunicación, dio a entender que tiene más méritos que cualquiera para ser la cabeza de lista del partido liberal y, como siempre, se apoya en la imagen de su padre asesinado para sustentar sus pretensiones. Le guste a uno o no, hay que reconocer que Horacio Serpa es un luchador, un peleador de la política, un líder nato, al que no le han regalado nada en bandeja de plata como a Juan Manuel Galán. Esa es la pelea: Galán se cree con mejor derecho que Serpa y eso no es así. Sería sano que la familia del caudillo liberal lo dejara descansar de una buena vez y no sigan utilizando su nombre para atornillarse a la burocracia.
Hay delfines con logros propios, esa es la excepción de la regla, pero no es el caso de los aquí reseñados, que, de no ser por los padres que tuvieron, no habrían llegado ni a porteros de “El Tiempo” y del Partido Liberal, respectivamente.
La ñapa I: Se acerca, en la Procuraduría General, el principio del fin para dos corruptos: el Gobernador de Sucre y el de Magdalena.
La ñapa II: Le informo a mis lectores, que en diciembre solo escribiré sobre temas gratificantes: el amor, la vida, la pasión y la familia.
Los elegidos
Dom, 01/12/2013 - 16:31
En los países atrasados y subdesarrollados, como el nuestro, siempre hay una “rosca” política, cuyos miembros se creen predestinados -por sus privilegios heredados y por la divina providencia- p