Hace cinco años la prensa daba como inminente la llegada de Santa Fe a la “Lista Clinton”. Semanalmente se informaba sobre el delicado asunto, que mantenía en jaque a dirigentes, jugadores y aficionados. Pasó el tiempo y nada ocurrió. Un semestre después, el rojo se llenaba de gloria y la afición entraba en frenesí para archivar con su victoria los momentos de zozobra vividos.
Hace meses trascendió el escándalo de las prostitutas en la celebración de un nuevo título, en el club cardenal, tema predilecto en muchos medios, con tintes de amarillismo y mucho de pasión enfermiza, con la posibilidad de lanzar oleadas criticas, por razones, tantas veces, estrictamente personales.
No se trata de pasar por alto las implicaciones legales y sociales del asunto, pero varias versiones contradicen los hechos lo que debilita judicialmente lo acontecido. Un inoportuno comunicado del onceno capitalino, sin claridad alguna, agudizó más la controversia y multiplicó la confusión. Hoy, con certeza, no se sabe quienes fueron, cuantas mujeres llegaron, quien pagó y quien no los favores recibidos. Si fue una, dos, o fueron 23. Si los jugadores se enredaron todos en sabanas ardientes o hubo exclusiones por razones de religión, de recato o de fidelidad.
Si las parrandas como esta son comunes y quienes las promueven, con trago, baile y frenesí sexual. Si el dinero abonado para silenciar el ruido mediático lo pagó o no Santa Fe, o si este tomó otros rumbos. Si la reserva sumarial se debe respetar y si las filtraciones quieren agudizar un caos ficticio en un equipo ganador, que camina con firmeza en el torneo. ¿A quien se le ocurre que en noche con desenfreno y orgía, se está representando la empresa empleadora?. El lío es de los jugadores y no del club.
A colación el tema por las temerarias acusaciones, con señalamientos, a directivos nombrados en circunstanciales conversaciones del convicto presidente de la Federación Española de fútbol, Ángel María Villar implicado en sobornos con tramas fraudulentas, indignas de su cargo. Fogonazos críticos de por medio, como los lanzados en el caso Santa Fe, quieren enlodar con ligereza a personajes no comprometidos aún, según los tribunales. Apenas un proceso abierto, con el comienzo de la investigación, lo que equivale a hablar por hablar, o criticar para herir.
Se nota la irrupción de medios vengativos, que condicionan la inocencia de personas no juzgadas. Y, otros, empeñados con morbosa inquina en implicar en tramas corruptas del fútbol, a quienes hasta ahora no han tenido descaches legales.
De existir estas, en el caso particular de Santa Fe y en el de la federación, sin duda lo ideal es la aplicación de la ley con rigor pleno. Hasta tanto y mientras se esclarezcan los hechos, el periodismo escandaloso aliado con la justicia show deben volver al camino que enseñaron los periodistas del pasado: el de la decencia informativa y la verdad, por encima de todo.
Hablar, criticar o herir
Dom, 23/07/2017 - 05:29
Hace cinco años la prensa daba como inminente la llegada de Santa Fe a la “Lista Clinton”. Semanalmente se informaba sobre el delicado asunto, que mantenía en jaque a dirigentes, jugadores y