Siempre hemos considerado al viejo continente como un modelo de estabilidad política y prosperidad económica, como símbolo de pluralismo y de sociedades abiertas. Hoy en día Europa continental presenta una imagen bien diferente, la de un barco pesado navegando en aguas turbulentas. Las causas son múltiples.
La crisis del Euro se solucionó solamente en apariencia. Los países del mediterráneo gastan más de lo que permite su sostenibilidad fiscal. Reclaman de Alemania asumir más y más riesgos que resultan de una política de endeudamento demasiado sereno. El Presidente Francés Emmanuel Macron y la Comisión Europea están soñando con fondos nuevos para ayudar a los países que tienen una excesiva deuda. Quieren crear un Fondo Monetario Europeo, pero los ciudadanos alemanes, a diferencia del querer de su clase política, muestran poca simpatía hacia nuevos mecanismos de apoyo a los países deudores. Rechazan la idea de una comunidad europea de corresponsabilidad en la que “todos responderán por todas las deudas de todos”. Ya el Banco Central Europeo bajó los intereses en un grado que afecta seriamente los planes de ahorro de millones de alemanes para la vejez. Al interior del sistema bancario europeo, el Banco Federal de Alemania tiene un balance de 700 billones de Euros a su favor.
La salida de los británicos de la Unión europea, conocida como “Brexit” (por sus siglas en inglés), amenaza tanto al Reino Unido, como a la Unión Europea con un ramillete de incertidumbres. Nadie sabe si los bancos y otras empresas británicas tendrán acceso al mercado común de la Unión Europea. El Gobierno de Londres no da la impresión de tener una agenda bien clara para sus relaciones con el resto de Europa occidental. La salida de Gran Bretaña, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas y del poder nuclear, cambiaría seriamente la política común de seguridad.
Durante siete décadas, Europa occidental vivió bajo el cómodo escudo de protección militar que le brindaron los Estados Unidos. De manera brusca, el Presidente Trump despertó a sus aliados de su sopor, advirtiéndoles que Europa ya no podrá cargar sobre los hombros americanos los gastos de defensa. Esta ducha fría coge a los europeos en un momento de relaciones con la Federación Rusa, bastante congeladas. El Gobierno de Putin, no contento con haberse apoderado de Crimea, sigue alimentando un conflicto híbrido en el este de Ucrania y mantiene en tensión permanente a los estados vecinos en el Báltico.
Al interior de muchos países europeos, los partidos populistas de derecha cogieron mucha fuerza. El triunfo electoral del Presidente Macron en Francia, dio nueva fuerza a las tendencias en pro de la integración europea. Pero, en Alemania, Italia, los Países Bajos, Polonia, Hungría y Austria la derecha nacionalista ya ganó mucho terreno. La inmigración descontrolada fomentada por la apertura de las fronteras alemanas en 2015, sigue nutriendo un montón de temores en todas las clases sociales y favorece al populismo de la derecha. Lo que asusta a muchos ciudadanos no son solamente la enorme cantidad de inmigrantes (en Alemania casi un millón en 2015), sino la cultura tan diferente de la mayoría de ellos y su falta de disponibilidad para adaptarse a una sociedad abierta y competitiva y más aún a la igualdad de sexos. Eso hace la problemática europea muy diferente a la inmigración de nuestros vecinos venezolanos.
Para la muestra un botón: el Presidente de la Asociación alemana de jueces contó un caso en el cual un inmigrante llevado a juicio por haber robado una casa por tercera vez, y se presenta quejándose del trato injusto porque “confiaba que en Alemania se castiga este delito solamente a partir de la séptima vez”. A todo eso se agregan las tendencias secesionistas, en Escocia y Cataluña, aunque parece que en Cataluña muchos de sus simpatizantes ya comienzan a despedirse del sueño de la independencia, pues ya hay resistencia en la misma región a la salida de España. A excepción del sector secesionista de Bélgica, se esfuma la simpatía en el resto de Europa por una Cataluña independiente. Y para el futuro de Escocia, mucho dependerá de los términos exactos en que se trace el BREXIT.
¿Cómo saldrá Europa de estas turbulencias? Todavía cuenta el viejo Continente con una institucionalidad fuerte, tanto a nivel europeo como a nivel interno en cada Estado miembro. Todavía es un continente con un pluralismo ejemplar en términos socio culturales, étnicos y políticos. Todavía la Unión Europea sigue siendo un poder económico de primer rango.
Su “soft power”, su poder suave es incomparable y aún atractivo como cultura única, como modelo político y como ejemplo de convivencia social. Esa fuerza y esas cualidades le ayudarán muy seguramente a Europa a navegar en aguas más tranquilas…
Por: María Helena Álvarez – Periodista, Politóloga, Graduada en Derecho, y Ph.D. en Filosofía. Ex diplomática.
Europa: un continente en aguas turbulentas
Mié, 28/02/2018 - 11:20
Siempre hemos considerado al viejo continente como un modelo de estabilidad política y prosperidad económica, como símbolo de pluralismo y de sociedades abiertas. Hoy en día Europa continental pre