Es desconcertante ver cómo en Colombia es necesario que ocurra un hecho trágico, que arroje como resultado el asesinato de varias personas, para que las autoridades “se den cuenta” de que existen grupos delincuenciales en determinadas zonas, que hoy se han estructurado en organigramas piramidales, conformando lo que se conoce con el nombre de crimen organizado, multiplicándose de tal manera que el día de mañana podrían pasar a convertirse en verdaderas legiones del mal si no se actúa de manera pronta para acabarlas.
No me explico cómo las autoridades judiciales, de policía, junto con la misma alcaldía de Bogotá, se sorprenden por la masacre ocurrida en días pasadas, que dejó como resultado el asesinato de cinco integrantes de la banda conocida con el nombre de “los Pascuales” en la localidad de Usaquén, en Bogotá, donde desde hace mucho tiempo atrás delinquen y se disputan el control del tráfico de drogas.
Ante esta “sorpresa” de las diferentes autoridades, yo pregunto, ¿Es que acaso es la primera vez que se habla de estos señores y de sus actividades delictivas en esta zona de la capital? Informes de prensa revelan que estos señores desde que se asentaron en este lugar de la ciudad se han dedicado a sembrar el miedo y el terror entre sus habitantes, por eso luego de la “sorpresa” que causó el hecho, me surgieron más preguntas: ¿Qué hizo la policía metropolitana para capturar a estos individuos?; ¿Dónde están los resultados judiciales que pudieron desestructurar esta asociación en todo este tiempo?; ¿Será esta la única organización delictiva asentada en Bogotá?; pero sobre todo, ¿Qué es lo que pasa con la justicia y el orden público en nuestro país, que se dejan crecer estos problemas a tal punto en que deben suceder hechos trágicos que lamentar, para que nos demos cuenta que esto requiere mayor atención?
Caso similar sucede con el departamento de Córdoba, donde fue necesario el asesinato de dos estudiantes bogotanos de la universidad de los Andes, para que el gobierno nacional se diera cuenta que de manera sistemática, el crimen organizado ha venido haciendo de las suyas, no solo en este lugar, sino también en el resto del país. Pero que lastimosamente no ha sirvió para que se investigue lo que ocurre en esta zona del país, donde este fenómeno no solo ha acabado con la vida de campesinos, sino también con líderes de las víctimas del conflicto armado que se han atrevido a pedir la debida reparación, sin que el gobierno de Álvaro Uribe y mucho menos el actual (que se presta de haber aprobado una Ley de Víctimas) defienda sus vidas, y más bien se dedique a perseguir y enjuiciar gatilleros como ocurrió con el proceso judicial por el crimen de estos dos jóvenes.
Justamente por lo anterior, creería que acierta el fiscal General, Eduardo Montealegre, en pretender reestructurar la Fiscalía General de la Nación, para que se dedique a perseguir judicialmente a organizaciones, desde la punta de la pirámide hasta la base. Ojalá lo logre, porque de antemano sé que es una tarea titánica difícil de cumplir, precisamente por lo permeada que están las instituciones por la corrupción, que en últimas es la que permite que sucesos trágicos como estos ocurran hasta en la capital de Colombia, donde decía un exalcalde que el crimen organizado no se reproducía.
Cambiando de tema, ¿será que al alcalde Petro le habrán servido las vacaciones para entender que debe escuchar?
@sevillanojarami
¿En Colombia son necesarias las masacres?
Mié, 16/01/2013 - 01:02
Es desconcertante ver cómo en Colombia es necesario que ocurra un hecho trágico, que arroje como resultado el asesinato de varias personas, para que las autoridades “se den cuenta” de que existe