Mucha tinta se ha escrito sobre la importancia de la obra literaria de García Márquez. Ningún elogio es suficiente: de lejos, el Nobel colombiano es uno de los más grandes de todos los tiempos, compartiendo el podio con Cervantes, Joyce, Wilde, Neruda y otros portentos de esa magia única y maravillosa que es la literatura. Sin los escritos memorables de los genios de ese arte por antonomasia, este mundo en el que vivimos se habría extinguido hace siglos.
Con Cien años de Soledad, García Márquez le dio alas a América Latina y convirtió la literatura en una necesidad inexorable para muchos (entre los que me incluyo). De la mano de Gabo aprendimos a valorar nuestra esencia caribe y a descubrir que Macondo está situado en cualquier pueblo, vereda, esquina, barrio o caserío de la Costa. El universo de Gabo es la esencia y el alma de Colombia. Aclaro: el espíritu de nuestro país está en la Costa; el cuerpo, en la fría Bogotá.
No nos digamos mentiras: lo que escribió García Márquez solo pudo ser concebido por un ser humano del Caribe, el altiplano es la antítesis del Realismo mágico, como lo es de la música de Vives y Shakira, las pinturas de Obregón y Grau, por solo dar unos ejemplos y no ahondar en la vieja discusión regionalista, que a estas alturas es una certeza: en el Caribe colombiano la inteligencia es peste, el cariño se reparte como agua, el carisma está en el ADN, y el talento flota en el ambiente.
Gabo nos contó las historia que siempre escuchamos los costeños desde niños, en la casa y en la calle, en los clubes y los arrabales. La diferencia sustancial entre esos dos mundos se la dio la fuerza narrativa y descriptiva del gigante de Aracataca. Hacer parecer lo inconcebible como algo normal y constante fue y sigue siendo un verdadero acto de hechicería intelectual.
Aunque Gabo imaginó y materializó un universo maravilloso, a través de su obra irrepetible, la realidad para él y su familia fue dura y despiadada. El infierno para Gabo no operaba después de la muerte (mucho menos tratándose de un ateo), el purgatorio fue la propia tierra que lo vio nacer. Asediado y perseguido por su forma de pensar, encontró en el asilo la ruta para desplegar sus alas y alzar vuelo hasta lo más alto del firmamento. ¡Qué paradoja! Gabo fue perseguido por lo mismo que hoy se pretende crucificar a la representante electa María Fernanda Cabal: en una democracia no puede haber sentimientos que se prohíban expresar, ideas que se pretenda satanizar, e incluso, estupideces que se busque penalizar.
Colombia es una loba hambrienta que se come a sus propios hijos. Somos una sociedad caníbal que no admite el triunfo ajeno, que desprecia la inteligencia, la cultura y que vive de la envidia, la más baja de las pasiones, el peor de los cánceres. Entiendo a Gabo, su desarraigo sin dejar de ser colombiano nunca en su corazón; comprendo sus angustias y el desasosiego que causaban en él los señalamientos injustos de los que fue objeto en su momento.
Gabo fue un hombre que nos trajo todas las glorias y que hizo de Colombia un referente cultural. Con todos sus defectos y virtudes, Gabriel García Márquez es de lejos el más importante de todos los colombianos que han nacido en esta tierra del olvido.
Colombia engendra ingenio y fascinación, pero también maldad e incomprensión (solo las almas oscuras soportan esa perversión): la gente buena y noble sale volando de pronto, como un día lo hizo Remedios la Bella.
La ñapa I: Los jueces que favorecieron a Petro son la prueba indiscutible de que se hace urgente una reforma estructural a la justicia.
La ñapa II: Santos cada día se parece más a Maduro: empezó a llamar fascistas a sus opositores.
La ñapa III: A Guerra Tulena no debieron haberlo suspendido, ese individuo debe estar preso.
La ñapa IV: El premio Cervantes es un merecido reconocimiento para una escritora de los quilates de Elena Poniatowska.
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El infierno de Gabo
Dom, 27/04/2014 - 16:25
Mucha tinta se ha escrito sobre la importancia de la obra literaria de García Márquez. Ningún elogio es suficiente: de lejos, el Nobel colombiano es uno de los más grandes de todos los tiempos, co