Daniel Samper Pizano mira con preocupación –a la distancia porque vive en España hace 26 años- la libertad de prensa en Colombia. Le preocupan no tanto los nuevos dueños sino los gerentes y directivos que defienden los intereses de los grupos económicos recién llegados. Y hablamos concretamente de El Tiempo, ahora del banquero Luis Carlos Sarmiento. Y de El Espectador, del Grupo Santo Domingo.
Sin ambages, Samper considera que el daño lo pueden hacer los altos empleados, “quienes consideran que tienen una especie de autorización o de visa de corsarios para poder meterse en los periódicos a decir qué sirve y qué no”
Daniel hubiese preferido que los dos grandes periódicos colombianos se hubieran mantenido en manos de las familias Cano y Santos. “No eran periódicos perfectos pero sí aceptables y ofrecían determinadas garantías de libertad de opinión”.
Piensa, entonces, que los señores Sarmiento Angulo y Santo Domingo deben entender la delicadísima misión que tienen de proteger esos periódicos frente a las presiones que pueden ejercer un gobierno, el sector privado y sus propios empleados, “estos últimos a los que más temo”.
¿Por lo que ha visto en El Tiempo o en El Espectador, hay independencia por estos días?
En lo que tiene que ver con El Tiempo, me he fijado en un fusible que se llama Roberto Pombo, el director, por quien tengo enorme respeto profesional, además de ser viejo amigo suyo. El día que el fusible falle, sabré que ha fallado el sistema. Mientras ese fusible siga intacto no prosperará ninguna presión irregular. Yo miro a Roberto como mi señal de alarma. Y hasta el momento no se ha encendido.
¿El día que salga Pombo, algo grave está pasando con la libertad de prensa en El Tiempo?
El día que boten a Pombo, yo salgo con él y con mi maleta. De eso no hay ninguna duda. Pombo evitará sesgos y presiones indebidas. Mientras tanto, como le consta a los lectores, yo escribo con la misma libertad de antes, incluso critico cosas que tienen que ver con el grupo propietario del periódico y no ha habido ningún problema. Nadie me ha llamado a decir que no me publican la columna ni mucho menos. Yo sigo gozando de la misma libertad. El día que no la tenga, sobra decir que no sigo.
¿Qué tan conectado está con Colombia?
Siempre digo que yo moro en España, pero vivo en Colombia. Estoy conectado permanentemente, averiguando todo, hablo todos los días con Colombia. Realmente mis actividades y mi corazón están allí. Aquí tengo mi casa y mi cama.
Usted es bogotano de nacimiento…
Sí señor, de la Clínica del doctor Rodolfo Camero, que quedaba en la 45 abajito de la Javeriana.
¿Qué le conmueve de su Bogotá de siempre?
Los campos de fútbol improvisados en potreros, todo lo que constituye mi juventud, mi preadolescencia, que harán parte de un libro que saldrá a fin de este año, de una novela que se va a llamar Jota, Caballo y Rey.
Y obviamente con su chispa, con humor…
No puedo desprenderme de eso. Es un poco la coraza que uso para que sean menos duras las cosas de la vida.
¿Tiene el humor el poder que tenía en tiempos suyos y de Klim?
No sé si en el país actual, con el nivel de corrupción al que hemos llegado, tengan igual poder, respecto de la importancia de hace cuarenta años. Hoy pueden ir a ese enorme lago podrido de las denuncias actuales a donde todo llega y todo se pierde.
¿Le gustan las columnas de su hijo Daniel Samper Ospina?
Curiosamente la columna de este muchacho que está emparentado conmigo hereda más de lo que yo pude heredar algunas de las características del humor de Klim. A Klim le gustaba por ejemplo remarcar las condiciones físicas de la gente, poner apodos, llamar gordo al gordo, burlarse del narigón. Yo nunca he tenido esa condición. Mi humor es muy distinto a ese. Y le diré la verdad, no me gusta mucho eso.
¿Por qué negarse a hablar de la larga nariz de Juan Lozano o la barriga severa de Severo Correa?
Quienes utilizan este sistema, entre ellos el muchacho que usted mencionaba, en eso tienen razón y es un argumento poderoso, que ellos son caricaturistas y así como un caricaturista, digamos Matador o Vladdo, exageran determinadas condiciones físicas, determinados rasgos en sus dibujos, ellos lo exageran también en el escrito que hacen. De modo que no son menos caricaturistas que el dibujante por el hecho de empuñar una pluma. Y eso los autoriza, es el argumento que esgrimen, para poder usar esas mismas armas. Es válido. Yo no lo comparto, pero me parece que es válido. Para ellos es válido.
¿Han perdido poder los periódicos y los periodistas?
Sí. No hay duda, la prensa escrita ha descendido en su poder. Pero ya había pasado antes. Es decir, no había un ministro que le aguantara hace 60 años un editorial a El Tiempo. Y sin embargo El Tiempo se opuso después a determinados ministros, incluso a determinados gobiernos y no pasó nada. Afortunadamente, digo. Porque ese excesivo poder en manos de unos cuantos periódicos o de unos cuantos columnistas no es sano. Es bueno que haya múltiples opiniones y ojalá expresadas en forma vigorosa, fundamentada, veraz. Pero que haya dos o tres zares de andar tumbando gobiernos porque sí, me parece peligroso.
¿Cómo ve a Colombia desde Madrid?
A Colombia se la ve menos mal de lejos que de cerca. De lejos se ve como uno de los países de América Latina más estables, que más progresan, a pesar de la guerrilla y el narcotráfico que saltan a la vista de todo el mundo. Cuando me refiero a todo el mundo, hablo a la opinión pública de todas las naciones.
Pero hay detalles que nunca se conocen, no trascienden, no son recibidos como algo importante en el exterior y que sin embargo para los colombianos tienen mucho que decir. Los falsos positivos, por ejemplo. Nunca los falsos positivos trascendieron de la forma como debieron haber trascendido a la opinión pública internacional.
De modo que a Colombia se le ve mejor desde fuera. Pero cuando uno entra y examina las cosas, se encuentra con un país bipolar donde hay una gente maravillosa que trabaja anónimamente y sostiene al país y hay mientras tanto un deterioro profundo de la ética y una violencia que cada vez se está extendiendo a más terrenos y a la cultura misma del colombiano.
¿Cuál es su diagnóstico sobre el presente e inmediato futuro del gobierno Santos?
Debo decir que ataqué muchísimo a Santos cuando era candidato, lo combatí. No soy propiamente santista aunque fui su compañero en el periódico. Ha hecho cosas muy positivas, que no esperaba. La paz con los vecinos ha sido fundamental, ha sido obra suya y muy digna de alabar.
¿Ve a Santos compitiendo con el otro Santos por la presidencia?
Es una caricatura y demuestra lo que es Colombia, un país manejado por una oligarquía. La oligarquía más hábil que otra, que hace algunas cosas bien y otras bastante mal. Pero es una oligarquía. Cuando uno llega al punto en que la solución está entre escoger a un Santos Calderón o a otro Santos Calderón, lo que está es mostrando cómo las decisiones, no las soluciones, sino los pasos que haya que tomar los ha de tomar siempre y los sigue tomando una pequeña oligarquía. Cuando digo pequeña oligarquía sé que es una redundancia. Pero es un gobierno de unos pocos, el gobierno de los que siempre han estado mandando en Colombia y los que han tenido acceso a la parte dura del poder
¿Lo dice usted que ha pertenecido a esa pequeña oligarquía?
Sin duda. Lo digo porque vengo de allí, porque la conozco por dentro. Nadie puede decir que sea un resentido. No lo soy, evidentemente. Pero sé que las cosas son así y las sé porque he vivido en medio de todo esto.
¿Piensa -como el presidente- que sería un chiste un país manejado por Pacho Santos?
A Pacho le tengo mucho aprecio personal y como colega. Somos además ambos fanáticos de Santa Fe, pero me parece un despropósito tremendo que se pueda pensar que Pacho Santos puede ser Presidente de Colombia, como si lo dijera de mí mismo. Si el candidato fuera yo, diría, están absolutamente locos. Pacho es una muy buena persona, es un muy buen periodista, pero por Dios, pasar de ahí a poner en sus manos el país es una locura.
¿Le gustaría la reelección de Santos, de Juan Manuel?
Dígame, cuál sería la otra alternativa. ¿La reelección o qué?
La reelección de Santos o la elección de un candidato uribista...
No. Prefiero la reelección. Las cosas hay que verlas en comparación con algo. A mí me dicen, es que va a haber un candidato de izquierda, unido, sólido que va a consolidar la candidatura de izquierda, ese es el mío. Si me dicen que el otro candidato es Pacho, caramba, va a ser más difícil la concurrencia a las urnas. Pero si me dicen que es un candidato de la derecha de Uribe, yo voto por la reelección de Santos. Se trata de escoger cuál es el veneno menos dañoso, no de escoger entre grandes soluciones.
¿Entendemos que Juan Manuel Satos también es veneno?
Todos estos son venenos, claro que sí. Pero uno escoge el que sea menos dañoso.
¿Usted ve la posibilidad de una izquierda unida con un buen candidato?
No mucho. La izquierda ha tenido varias oportunidades y las ha malgastado. La izquierda siempre ha demostrado tener una vocación para devorarse, devorar a sus hermanos, devorarse a sí misma. Pero si llegara a darse un proceso de paz, por ejemplo, me parece que cambiaría por completo el panorama en Colombia. Y si ese proceso de paz saliera seriamente, honradamente, patrióticamente, una candidatura de izquierda y de centro izquierda podría ser una opción muy buena para el país.
¿Le llama la atención Peñalosa Presidente?
Me gusta como Alcalde de Bogotá. Yo creo que Peñalosa fue un excelente Alcalde de Bogotá. Para Alcalde de Colombia, menos. Votaría ciegamente, si no está acompañado por Uribe, por Peñalosa como proximo alcalde de Bogotá.
¿Cómo cree que le ha ido a Petro?
Fatal. Petro fue un extraordinario senador, muy valiente, muy responsable. Que luego pasó a su nivel de incompetencia, según el principio de Peter. Y llegó a ser Alcalde de Bogotá, un puesto para el cual no tenía las condiciones. O no tenía las condiciones personales o no tenía las condiciones de acompañamiento político, o no tenía simplemente las condiciones de habilidad política necesarias. Me parece que aunque le niegan lo que ha hecho por los barrios populares, ha sido una alcaldía bastante lamentable.
¿Y cómo ve a un Germán Vargas Lleras en el evento de que decida aspirar?
Yo no tengo claro cuál es la ideología de Germán Vargas Lleras, lo conozco, es amigo mío, pero no tengo muy claro qué es lo que él quiere. A qué pertenece, qué buscaría, cómo sería el país ideal en manos suyas. Le reconozco su carácter y su talento político, pero no veo muy claro el país que él quisiera construir.
¿Ya no le dan mucho palo por ser hermano de Ernesto?
Sí. Me siguen dando palo y me lo seguirán dando. Es un palo que yo ya recibo con mucha humildad. Lo único que digo a mi favor es que desde cuando él fue nombrado candidato liberal, yo me abstuve de escribir, colgué la pluma. En España seguí escribiendo sobre temas internacionales porque era el editor de Cambio, pero dejé de opinar. No encontrarán una o dos columnas mías en ese periodo.
¿Le aconsejó alguna vez renunciar?
Yo le aconsejé siempre que estudiara todas las posibilidades y tomara la decisión. Sé que él es un muy buen político y que no soy político. Yo soy periodista y un aficionado al fútbol y al vallenato, eso es lo que soy. Siempre le dije, estudie todas las posibilidades, hasta la de declararse dictador supremo, hasta la de renunciar. Ernesto tomó sus decisiones…
Daniel Samper examina la prensa y la política colombiana
Lun, 02/09/2013 - 22:35
Daniel Samper Pizano mira con preocupación –a la distancia porque vive en España hace 26 años- la libertad de prensa en Colombia. Le preocupan no tanto los nuevos dueños sino los gerentes y dire