Suplanté a Margarita Rosa

Vie, 27/07/2012 - 01:29
Hace varios años, frustrada por no haber aprobado el examen de ingreso a especialidad y con tal de no atender un borracho mas en urgencias, acepté un trabajo que ofrecía la Corporación Nacional de
Hace varios años, frustrada por no haber aprobado el examen de ingreso a especialidad y con tal de no atender un borracho mas en urgencias, acepté un trabajo que ofrecía la Corporación Nacional de Desastres como médica general para la atención de los indígenas desplazados por la avalancha del rio Páez. Fue así como me subí a un bus interdepartamental y viajé 14 horas para llegar al municipio de Íquira de 3000 habitantes, incomunicado y perdido en una zona montañosa. Una semana más tarde, como yo no daba señales de vida y en aquella época no había telefonía móvil, mi madre llamó a la lotería de un pueblo cerca, juntaron la bocina del teléfono a la de un radioteléfono y así logró establecer comunicación con la oficinita del chance de Íquira. De allí mandaron al “chino de los mandados” a avisarme que tenía una llamada. Hablé con ella lo suficiente para que se asegurara de mi supervivencia y colgamos. Como parte de mi “presentación en sociedad”, cada noche pasaba por cada una de las casas del pueblo para poner a la orden los servicios del puesto de salud y de paso hacer un breve censo de la población. Una noche abrió la puerta una señora que parecía conocerme de toda la vida. – ¿Doctora cómo me le va? – dijo amablemente. – ¿Muy bien gracias, y a usted? vengo a poner a su disposición el centro de salud – respondí. – Si, lo sabemos y ¿su mamá como está? la notamos un poco preocupada pero pierda cuidado que acá la vamos a tratar muy bien –. Quedé muy despistada pensando que el chino del chance le había contado a todo el pueblo de la llamada que había recibido. Pasé a la siguiente casa y allí después del saludo de cortesía, el jefe del hogar me dijo: – Doctora, es que le queríamos pedir un favorcito – Claro don Eliécer, ¿qué sería? – Que le diga a su mamá que la llame más temprano o más tarde, pero no a las ocho –. Ese grado de confianza me estaba poniendo nerviosa, ¿cómo sabía éste señor que yo había hablado con mi mamá y por qué importaba la hora? Ante mi cara de asombro el señor se explicó – Es que cuando se usa el radioteléfono de la oficina del chance, interfiere con todos los televisores del pueblo. A nosotros no nos importa oír su conversación, lo que le pedimos es que no sea a la hora de la telenovela porque sale la “Gaviota” en la pantalla pero hablando con su voz y saludando a su mamá.
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