Gustavo Bolívar es uno de esos personajes de los que casi todos han escuchado hablar pero que pocos han visto. Camina entre la gente de Bogotá, Madrid o Nueva York, ciudades en las que sus libros y series son todo un éxito, con la seguridad de que nadie lo reconocerá. Bueno, quizás por esos ávidos a sus obras.
Tiene un bajo perfil comparado a los actores que encarnan a los muchos personajes que ha creado como Pedro Pablo León Jaramillo, Catalina Santana y Catalina Marín. Su literatura le ha ayudado a acumular una muy buena fortuna tanto en Colombia como en el extranjero, pero esto no le ha hecho olvidar su pasado de pobre y mucho menos a su natal Girardot.
Tampoco las muchas necesidades que sufrió cuando llegó a Bogotá. A pesar de ser uno de los escritores colombianos más prolíficos de Latinoamérica su sencillez va en contraposición a su fama. Esto se ve en su típica vestimenta de jeans, camisas y tenis que usualmente van de la mano con su despelucada cabellera.
Muchos lo tildan como el padre de las narconovelas y lo acusan de volverse millonario a punta de supuestamente, exportar la fama de traquetos y putas que los colombianos tienen en el exterior. Todo esto se debe al reconocimiento por parte del público de Estados Unidos y España de novelas como “Sin Tetas no hay Paraíso” y “El Capo”. Pero no hay nada más alejado de la realidad.
Achacarle a Bolívar la culpa de que Colombia haya parido personajes siniestros que hoy engordan la lista de monstruos en el mundo, es falta de cultura. ¿Acaso Bolívar es responsable de que el país tenga en Pablo Escobar al narcotraficante más sanguinario y famoso del planeta? ¿O que para el FBI y los cuerpos de seguridad estadounidenses la versión femenina de Escobar se llamara Griselda Blanco y que por pura coincidencia haya sido paisana de Escobar?
Esa mala fama existe, no hay duda de ello, pero no por los libros o las novelas que se han escrito por cientos sobre la mafia colombiana.
Culpar a Bolívar por esto es como culpar a Peter Maas por escribir sobre la vida del primer mafioso de “La Cossa Nostra” convertido en informante, Joseph Valachi, de quien Hollywood también hizo una película a Mario Puzo por escribir El Padrino o a Francis Ford Coppola por adaptarlo y llevarlo al cine y mostrar al mundo cómo la mafia Italiana se tomó Estados Unidos.
Pero lo anterior no le quita el sueño al girardoteño que goza escribiendo y escuchando salsa y para quien la política es su otra pasión. Pero la social, la que piensa en el contenido humano de una sociedad, no la sucia tradicional. Su odio visceral a todo lo que huela a corrupción es palpable en cada palabra que expresa cuando se le pregunta por el escándalo de moda y de ello deja evidencia en sus redes sociales.
Todo comenzó cuando un estudiante le escribió que él no hacía sino quejarse, nada más, lo que sintió como un halón de orejas. Así fue como al día siguiente, creó el movimiento ciudadano Manos Limpias en el que ha encontrado la simpatía de miles de personas que al igual que él, están hastiadas de la corrupción que carcome al país.
Tanta fuerza tiene su movimiento que en agosto del 2011 sacó a casi 10 mil personas a marchar a las calles de Bogotá contra la corrupción y 18 mil en el resto del país en lo que el llamó la “Marcha de los Antifaces”.
A pocos meses organizó la recolección de millones de pesos en billetes de juguete contra el entonces presidente del Senado Juan Manuel Corzo. El Senador había declarado que su sueldo no le alcanzaba ni para la gasolina del carro.
La denominada “corzotón” fue una protesta exitosa que aún está en el imaginario social de los colombianos. Además, año tras año viene entregando los Premios Carroña que galardona simbólicamente a los más corruptos de la casta política del país y que tanto le molestan.
Pero no contento con todo lo que ha logrado con su movimiento, el pasado mes de enero anunció que se presentaría a las elecciones legislativas del 2018 como senador. Algo sorprendente porque si existe alguna figura pública que no pertenece al establecimiento y que, como se ve, hace oposición y resistencia civil, especialmente al congreso, ese es Bolívar.
Ya sus detractores dicen que no tiene experiencia y que va es a ganarse un sueldo como muchos que están en plena repartición de tamales y tejas para hacerse reelegir. Lo que no saben estos es que Bolívar lleva años vinculado a la política, desde joven perteneció a las listas Galanistas.
Vio en vivo y en directo cómo el líder del Nuevo Liberalismo caía asesinado bajo las balas enemigas del cartel de Medellín. Precisamente su primer trabajo en la Unidad Investigativa que se pasaba en televisión por esos años fue sobre el asesinato de su líder, lo que algunos tildan como el generador que llevó a la cárcel a Santofimio Botero, instigador del crimen.
Gustavo Bolívar es un hombre educado, respetuoso, estudioso y un lector empedernido. Es una de las personas mejor informadas sobre la realidad del país y de cómo se mueve la mafia política en el poder. Recibe miles de insultos al día, especialmente de aquellos seguidores de Álvaro Uribe Vélez a quien critica casi que a diario.
Es un hombre de escasas, pero acertadas palabras que no estima en usarlas cuando se siente atacado, o cuando tiene que defender alguna causa social. Eso sí: la grosería y vulgaridad no hacen parte de su libreto personal. Pero quien lo rete a un debate intelectual deberá prepararse demasiado bien, o lastimosamente será derrotado en el terreno de lo argumentativo que le da su arsenal académico.
Su última víctima fue la representante María Fernanda Cabal quien se alteró en varias oportunidades al no saber qué responder y quien contraatacó con insultos y con la ya consabida palabra uribista: “mamerto”.
El capítulo con la Cabal es una muestra de lo que le espera al escritor de llegar al Congreso. La gran mayoría de los cabildantes son del mismo talante, o peores, que la representante. Muchos de ellos no tienen ni el estudio ni el conocimiento para enfrentar a Bolívar en un debate público, pues están allí gracias a las maquinarias corruptas de sus partidos.
El Congreso colombiano, lamentablemente, está lleno de seres humanos que solo les importa hacerse millonarios ellos o a sus amigos y no representan los intereses del pueblo. Son seres egoístas y envidiosos que encontraron en la política la manera de satisfacer sus más bajos y oscuros intereses. Muy pocos son quienes están allí para servir al país, muy pocos.
Bolívar tiene al país metido en la cabeza y conoce como nadie los problemas sociales que ha reflejado en sus obras. Su plan de Gobierno básicamente consiste en escuchar de primera mano al electorado que representa. No necesita dinero, lo tiene de sobra. No piensa recibir su mesada salarial ni ningún otro beneficio del que gozan los demás congresistas. No necesita fama, también la tiene.
Es reconocido académicamente dentro y fuera del país. Su caballerosidad, humildad y buen trato con las personas dista muchísimo de los perfiles vanidosos y engreídos que tienen curul asegurada y que necesitan del alabo diario y narcisista de quienes los eligen, pero a quienes ven por encima del hombro una vez electos. Por esto es que Gustavo Bolívar no merece estar en el Congreso. O mejor, por esto es que el Congreso no se merece a un tipo como Gustavo Bolívar.
Gustavo Bolívar no merece estar en el Congreso
Jue, 25/01/2018 - 05:11
Gustavo Bolívar es uno de esos personajes de los que casi todos han escuchado hablar pero que pocos han visto. Camina entre la gente de Bogotá, Madrid o Nueva York, ciudades en las que sus libros y