Lo he pensado esta mañana viendo dos hechos bien distintos en televisión y que no tienen, en principio, ninguna relación entre sí. Por un lado, la salida de Cambio Radical del Gobierno de Juan Manuel Santos y por otro, la reunión del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy con el líder del partido Socialista -principal de la oposición-, Pedro Sánchez.
Sánchez no está en el Congreso. No es diputado ni senador, es simplemente secretario general de su partido, pero fue llamado por Rajoy para acordar una política común ante el desafío de los independentistas catalanes, el mayor reto a la legalidad que se ha vivido en España en los últimos 40 años de democracia en ese país.
En los momentos difíciles de un país es cuando se ve la necesidad de las instituciones. Y en las democracias, sean estas repúblicas, reinos de régimen presidencialista o parlamentario, los partidos políticos son entidades destinadas a promover la participación ciudadana muy cercanas a la institucionalidad.
Oyendo las razones de Cambio Radial, CR, para retirar la confianza al gobierno Santos, me cuestionaba si al grupo de individuos que participan en elecciones en Colombia con esas siglas se le puede llamar con propiedad partido político en el sentido clásico del término: “Asociación dotada de un programa de gobierno que participa en procesos electorales”.
Claro que la pregunta es enteramente retórica. CR, como casi todos los partidos políticos colombianos, solo cumple con dos de esas tres condiciones. Efectivamente, es una asociación de individuos, y también es cierto que participan en procesos electorales. Pero no tiene programa de gobierno. CR, como la mayoría de partidos colombianos, es una mera agencia de colocación con el fin de perpetrarse en el poder mediante la cooptación del mismo.
Se trata de algo más que llenar unas vacantes. Se lo digo, amable lector, para evitarle buscar en el diccionario de la RAE. Hay una definición mejor de la palabreja encontrada en The Free Dictionay: “Es un sistema de nombramiento o reclutamiento por nominación, por el cual una asociación cualquiera de personas nombra internamente a sus propios miembros, sin dependencia de criterios externos”.
Para nombrar “internamente” es obvio que hay que estar dentro. Y eso es lo que consiguen, y mientras “están dentro” hacen y deshacen a placer. Lo pensaba también esta mañana cuando oí por la radio la cantidad de puestos que podrían quedar vacantes por la salida de CR de la coalición de Gobierno:
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Superintendencias de Notariado y Registro y de Servicios Públicos Domiciliarios, Ministerio de Vivienda, Ministerio de Ambiente, Servicios Postales 472 y una larga lista más. Esto para nombra los más importantes, porque si empiezan a caer las fichas de CR en los departamentos, llega la Navidad y aún no acaban de acomodar nuevos cargos.
Y, siempre teniendo en mente la reunión que vi por la mañana de dos políticos europeos tratando de ponerse de acuerdo para buscar el bien común que en el fondo es de lo que se trata en un Gobierno, pensaba en esas cosas de la política colombiana.
Germán Vargas Lleras, líder de CR, utiliza durante siete años y medio la maquinaria del Estado para hacer campaña política y cuando faltan unos pocos meses para las elecciones se convierte en oposición. Y este salto mortal lo da porque no está de acuerdo con el Gobierno Santos y su programa bandera, con el proyecto en el que el jefe del Estado se jugó todo su capital político: el proceso de paz.
Sí, porque la realidad es Vargas Lleras durante los años de negociaciones con las Farc no fue precisamente un entusiasta, y lo que apoyó lo hizo con la boca pequeña. Y si no apoya la Justicia Especial para la Paz, JEP, no apoya el acuerdo entero. La JEP es una columna del acuerdo y no sacarla adelante sería salir ahora con un chorro de babas ante los colombianos y ante el mundo.
Vargas Lleras hace esto por oportunismo político. Porque ve las dificultades de Álvaro Uribe con su combo de candidatos a la presidencia y quiere rebañar votos en la derecha. Y Santos, que sabía que esto podía ocurrir, durmió con el enemigo durante años tan tranquilo. Hay columnas de opinión de hace siete años que ya anunciaban que esto ocurriría.
A pesar de las inmensas dificultades por las que pasa España, sentí envidia de ver a dos políticos de partidos antagónicos dialogando para buscar el bien de su país. Porque es grato cuando la política, a pesar de sus miserias y desaciertos, nos depara episodios de grandeza como ése, y no solo intrigas como la salida de Cambio Radical del Gobierno más propias de la reseña de sucesos que de la crónica parlamentaria.
Grandezas y miserias de la política
Jue, 12/10/2017 - 05:51
Lo he pensado esta mañana viendo dos hechos bien distintos en televisión y que no tienen, en principio, ninguna relación entre sí. Por un lado, la salida de Cambio Radical del Gobierno de Juan Man