
Los reality shows son un formato de televisión muy exitoso en muchos países, la telerealidad empezó a invadir la caja mágica en la década de los 90, aunque algunas décadas atrás ya se habían hecho experimentos similares, sin embargo no fue sino hasta la entrada del nuevo siglo cuando su popularidad se expandió.
En Colombia, este fenómeno televisivo empezó a apoderarse de los horarios prime, con la entrada de programas como Expedición Robinson (El Desafío) o Protagonistas de Novelas (Protagonistas de Nuestra Tele), los cuales, ademas, aún se mantienen vigentes, aunque con algunas variaciones, incluido el cambio de nombre en los dos programas. Esta semana, incluso, hemos visto la entrada en la parrilla de programación de dos de ellos, en los principales canales privados: RCN y Caracol.
Pero, ¿qué hace que un programa tan básico y con ta poco contenido tenga un sostenido éxito por tanto tiempo? La respuesta es la misma pregunta, justamente por lo básico, al parecer, se juntan en este fenómeno varios factores propios del colombiano; por una parte, encontramos el inagotable morbo que nos caracteriza, ese que hace que ante cualquier tragedia sea mas fácil sacar el celular y grabar que ayudar a aquella persona que se encuentra en peligro, la morbosidad de espiar al otro y, ojalá, mientras tenga más conflictos es mucho mejor.
Hay otros factores que inciden, las productoras de televisión han encontrado en este tipo de formato la mejor manera de mostrar lo arribista que se puede ser con tal de lograr los cinco minutos de fama y de paso, por qué no, unos cuantos pesos que les cambien su realidad.
Sin embargo, si se revisa la historia de los mismos en Colombia son muy pocos casos en los que los ganadores de estos deprimentes espectáculos de realidad disfrazada logran el éxito y se mantienen vigentes, de hecho, es justamente lo contrario, son los que mas escándalos tuvieron o los que sonaron más por sus desaciertos, los que logran mantenerse en la retina de los televidentes y consumidores de este producto. Porque, precisamente, no es el talento el que los tiene ahí, sino la capacidad para despertar emociones en un público devorador de contenidos escandalosos y censurables.
Con todo y esto resulta curioso que un país que devora en cantidades alarmantes estos supuestos espectáculos de realidad, son los que desconocen la verdadera realidad, esa que no da gigantes cheques al ganador, pero que si da altas dosis de esperanza, bueno fuera que en lugar de encerrar a un grupo de "niños y niñas lindos", los reality se hicieran en la calle, en donde podemos ver como madres cabeza de familia salen adelante con sus familias ganando menos de un mínimo o que en lugar de mostrar "artistas" seleccionados en un casting, nos muestren a los miles de colombianos que se levantan a diario a intentar mostrar su talento en las calles o en los buses, con la esperanza de lograr un poco más que las acostumbradas monedas acompañadas de las malas caras de sus improvisados auditorios móviles.
Necesitamos menos reality y más dosis de realidad que nos permita tomar consciencia del importante papel que tenemos para cambiar esta realidad en la que vivimos, pero sobre todo, que esa realidad no se cambia enviando un mensaje de texto a un número x, sino tomando mejores decisiones ciudadanas, preocupándonos más por el otro, no para grabarlo, sino para ayudarlo, eligiendo mejores lideres o por lo menos, siendo nosotros, mejores protagonistas de nuestra realidad social.