Colombia, el paraíso de las injusticias

Sáb, 06/10/2012 - 09:45
Pensé que no podría, titubeé muchas veces, y el tema seguía en mi cabeza como un recurrente señalamiento. Ser colombiano es ser presa del inconformismo, de la angustia social, de la desigualdad q
Pensé que no podría, titubeé muchas veces, y el tema seguía en mi cabeza como un recurrente señalamiento. Ser colombiano es ser presa del inconformismo, de la angustia social, de la desigualdad que no encuentra ya sinónimos para ser expresada. Ser Colombiano es para muchas personas tener ya el corazón duro producto de las injusticias de este país, vivir con cierta indiferencia, por las mismas injusticias que por ser colombianos y de la forma como somos, hemos propiciado. Es un tema ya muy gastado, pero por más que se hable de él, siempre habrá palabras que decir, una queja que dar, un acto de impotencia que mostrar, por ende, ofensas que lanzar. Así hemos vivido, y seguramente así viviremos por mucho tiempo aunque sea este un mal vaticinio. Con la aparición de las redes sociales, la humanidad a encontrado métodos efectivos de propagar la información de manera que esta llegue a los estamentos interesados brevemente, además, también brinda la posibilidad de sentir que cualquier hecho público, nacional o internacional, este, sea susceptible de recibir una opinión o postura tal, que de no estar de acuerdo, motive a un redireccionamiento diferente al original propuesto. En este punto, es importante resaltar que en la historia reciente del país, la presión ejercida por la sociedad en general sobre la reforma a la justicia obligó evidentemente a que el Gobierno dimitiera de aquella descabellada intención. Era descabellada, pero de no haber sido por la guerra de post´s en Facebook o Tweet’s en Twitter, el Dr. Simón Gaviria, hoy aun gozaría del tibio rumor postulante que lo mostraba como próximo presidente de este país de injusticias. Si bien se logró lo que se quería, y esto era, tumbar la reforma, existen muchas más cosas de fondo que en lo evidente nos restriegan en la sensatez que aquellos buenos, honestos, decentes, cultos y probos colombianos que votaron “Si” a la reforma, seguirán y seguirán votando “Si” a reformas que van en contra del pueblo. Es entonces, cuando, con la mano en el corazón —o donde usted se la quiera poner— que nos preguntamos ¿Cuál es la labor del Procurador general de la nación?, sino es representar los intereses civiles ante el estado colombiano, de seguro, no será estar mostrándose como la encarnación del Arcángel Gabriel que ha venido como digno, muy digno emisario del señor de los cielos a decirnos como vivir. ¡No señor!, ya Colombia vivió esa época y la santa inquisición se acabó hace mucho, no necesitamos eso de usted señor procurador, ni mucho menos que pretenda que el Opus Dei se nos convierta en doctrina de vida. Vaya justicia divina. Aquí la justicia es lo más injusto, y eso se comprueba muchas veces, atrevidamente pensaría que a diario. Hace no mucho tiempo un colombiano de esos de a pie, pero no de los que usa saco y corbata —que como deporte extremo tienen hacerse los pobres—, sino de los de verdad de a pie, robó unos cubos de caldo de gallina, tal hombre estuvo a punto de ser condenado a una pena de varios años no comparable con el daño de robar los insumos deseados para hacer un caldo, changua o sopa según la zona del país, para los efectos es lo mismo, pero lo que no es lo mismo es la severidad y diligencia con que se tomó a Leider Correa Cobo y casi se manda a la cárcel, y la forma tan penosa en cómo se condenó—levemente, casi al punto del descaro—a los Nule con una pena ínfima en comparación con el daño causado al patrimonio común del estado. La familia Dávila—por el caso AIS—. Ellos incurrieron en la conducta de peculado por apropiación—lo que viene siendo: robo para servidores públicos—. La condena impuesta de 22 meses es absurda, pero más absurdo es que queden prácticamente libres. Era lo menos que se podía esperar de estos oportunistas, acogerse al principio de oportunidad. No tengo que mencionar el caso de Valerie Dominguez, ni mucho menos el llamado el caso del siglo para referirme al caso Colmenares para mostrar que muchas de las cosas aquí están mal pero nadie hace nada. Aquí se mete a la cárcel la gente por deporte, y sin contemplaciones cuando el que incurre en una conducta delictiva es una persona desprovista de caché y roce social, no es mentira que la justicia en este país es para los de ruana. Y a dedo se acusa el primer individuo que se aparece y sin el debido proceso simplemente por exponer a alguien ante el público y mostrar resultado lo encarcelamos. Los falsos positivos no son cosas de ahora, son temas que vienen de muchos años atrás en nuestro país, como el caso de Alberto Jubiz Hazbún, que fue condenado y luego absuelto por el asesinato de Galán. Simplemente produce miedo ser juzgado en Colombia por no decir otra cosa. Así también aconteció, con el sociólogo y excelente docente Alfredo Correa de Andreis, dueño un carisma único, conversador y a quien tuve el honor de conocer en persona en la universidad porque fui su alumno en alguna cátedra de las que yo llamaba de relleno. Quizás por mi juventud, o quizás porque sentía que la sociología era lo suficientemente distante de la ingeniera como para no interesarme por la cátedra de de Andreis. Pero aun así, ese hecho no me separó de escuchar sus tertulias de pensamiento en los patios de la Universidad Simón Bolívar en barranquilla, donde hipnotizaba con sus argumentos a los estudiantes cuando hablaba con tanta claridad sobre la vida y la situación de los desplazamientos en la costa atlántica por culpa de los actores del conflicto sin distinción alguna—Farc-EP, Paramilitares, ELN, Narcotraficantes—. Fue privado de la libertad acusado de ser colaborador de alguno de estos grupos, y mientras estuvo encerrado, suplicó por su vida, exponiendo con los argumentos que mejor manejaba y sus palabras, que se le diera libertad porque toda la vida no había sido más que un docente abnegado y quien solo se debía a su profesión, en últimas a enseñar. Después de muchas cosas, fue dejado libre y asesinado un día cualquiera junto con su escolta en una calle cualquiera en barranquilla en tradicional barrio El Prado, quedando en el piso impotente y muerto, como si haberlo encarcelado y señalado no fuera suficiente humillación. Ahora ya con los años, una indemnización no tiene ningún sentido, $720 millones no valía la vida del profesor quien había escrito en varios ocasiones al presidente en aquel entonces para que mediara ante su complicada situación, Álvaro Uribe Vélez. Si la de la política y la justicia produce rabia con solo evaluarlas, la salud no se queda en menos en este análisis. Estamos viviendo situaciones realmente crueles alrededor del tema de la salud, sin que esto sea parte de la agenda fundamental del gobierno, aun mueren personas haciendo filas para ser atendidas, personas que por acción de las enfermedades mueren a la espera de un tratamiento médico honesto, sensato y no ibuprofénico como se vive a diario. El acetaminofén con el tiempo se ha convertido en la droga predilecta por lo médicos que encuentran en ella la respuesta inmediata para descongestionar las salas de urgencias y mandar a los pacientes a morir a sus casas. No todos los médicos son malos, solo son malos aquellos que van a las Unidades de Cuidados Intensivos a dormir y fornicar con las enfermeras, los que llegan ebrios a una consulta, los que pagan a otros médicos que no cuentan con la formación profesional para que les hagan los turnos, los que prestan sus sellos para que otros médicos haga, evolucionen y firmen las historias clínicas. ¿No lo sabía?, pues debería saber que es una práctica muy común en Colombia que médicos le paguen a otro por hacer el trabajo que le corresponde a ellos: “amigo, es que hoy voy a salir a tomarme unas cervezas con una amiga, ¿será que me haces el turno y yo te lo pago?”, como también es común que el médico especialista se va a su casa a dormir y deja su sello para que los residentes—médicos en formación de especialización—hagan su trabajo y firmen sus historias clínicas con su sello. ¡Qué miedo! En Colombia al presidente le diagnostican cáncer el lunes y lo operan el miércoles, a cualquier otro colombiano, pasan dos años para que le diagnostiquen un cáncer y en la espera para la operación pueden pasar cualquier cantidad de tiempo, incluso, el suficiente como para que la persona muera. Finalmente, 1) La consulta interna de los partidos, nos costó a los colombianos cerca de $32.000 millones de pesos, con un abstencionismo del 97%, y no cabe duda que sea un completo despilfarro de dinero. Como también es muy cruel que el CNE(Consejo nacional electoral) pague por los votos conseguidos a los candidatos en estas y en otra elecciones. Hay que regular estas prácticas. 2) No es bueno que existan concejales, senadores, representantes a la cámara, que tengan más de 20 años ejerciendo sus puestos, así sea que hayan sido elegidos una y otra vez por voto popular. Es tiempo de hacer más participativo estos puestos. Y que si ya ocupó este ministerio, dé el paso a la derecha para que otros también puedan aportar. De existir mecanismos democráticos que impidieran el atornillamiento político, el gran Barón Roberto Gerlein no tendría los 40 años que lleva durmiéndose y bostezando en las sesiones. 3) El exministro Guillermo Perry no tiene la mínima idea de cómo vive un colombiano con el salario mínimo. Por ende, es una ligereza decir que el salario mínimo legal en Colombia es muy alto. @JLenGoIg Facebook Blog : Bulachi
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