Después de conocer el ganador de este concurso, concurso promovido por History Channel y apoyado por EL Espectador, una inquietud, más allá de cualquier otro orden, asalta al votante uribista: ¿por qué les duele tanto a los grandes medios de comunicación y, por ende, a algunos colombianos que el expresidente Álvaro Uribe Vélez sea reconocido, recordado, de una forma tan distinta, por no decir diametralmente opuesta, a como ellos lo han vendido?
Una pista, sin duda, proviene de uno de los medios que más duro le ha dado al expresidente Uribe y a todo su círculo familiar y directivo. Me refiero a la revista Semana, revista que no ha ahorrado tinta para elucubrar toda suerte de relaciones al margen de la ley entre el expresidente y cuanto delincuente se ha atravesado por la cabeza de sus reconocidos periodistas. Algo que, en últimas, no es muy difícil de zurcir en un país cuyas estructuras de poder han sido permeadas por un sinfín de mafias a lo largo de su historia más reciente.
Ahora bien, aquí el dato relevante es el que, con motivo de los 25 años de Semana, da Felipe López, nada más y nada menos que el ingeniero de la bestia, a María Jimena Duzán. “La realidad —éste le dice a ella en un aparte de la entrevista— es que prácticamente todas las redacciones de los medios en Colombia son de izquierda. Si hubiera algún infiltrado sería de derecha” (Ver aquí)
Y si tomamos a Semana como ejemplo, a Felipe López le sobran argumentos. Porque en la actualidad sus cinco columnistas, unos más moderados que otros, son de izquierda. Tal vez de la izquierda light o de la izquierda estrato seis, como la ven algunos, pero al fin y al cabo de la izquierda.
Otra razón de la inquina de la gran prensa nacional hacia el expresidente Uribe se define en los términos de “solidaridad de cuerpo”. Un término que, si bien tiene gran aplicación en el entorno militar, en la práctica es más común de lo que parece. Por ejemplo, día a día, los taxistas dan fe de este concepto cuando, con cierto sentido de pertenencia, actúan, ante la menor adversidad y aun sin conocerse entre sí, como un solo cuerpo.
Un punto razonable teniendo en cuenta que el expresidente Uribe, fiel a su política, no le ha huido al debate público y, en ciertos casos, no desprovisto de su tonito autoritario, ha puesto en su lugar a las vacas sagradas del periodismo nacional. Entre estos, a Daniel Coronell. Lo que automáticamente se tradujo en, al menos, dos poderosos enemigos más: Félix de Bedout, para entonces ya en la W, y Cecilia Orozco Tascón, directora de Noticias Uno y columnista de El Espectador.
Asimismo, el expresidente ha tenido agudas diferencias, la mayoría de ellas al aire, con otro grueso número de comunicadores. Darío Arizmendi (Caracol Radio), Alejandro Santos (Revista Semana), Claudia López (hasta el 2009 columnista de El Tiempo), Natalia Springer (columnista de ElTiempo), José Fernando Isaza (columnista de El Espectador), hacen parte de este selecto grupo. De hecho, a raíz de sus vínculos con otros periodistas y generadores de opinión, un grupo exponencialmente peligroso.
Por último, hay algo que los medios no le perdonan al expresidente: habérselos saltado. Es decir, Uribe ha sido un fenómeno político sin recurrir a los favores de la gran prensa nacional. Es decir, Uribe ha sido un fenómeno mediático al margen del cuarto poder. Es decir, su éxito ha desafiado el orden establecido y, en ese sentido, también ha sido revolucionario. Es más, se ha servido de ellos sin contar con su aprobación. Y todo por su costumbre, sana en este caso, de no utilizar interlocutores. Porque él mismo es su voz. Durante su etapa de presidente lo hizo mediante los consejos comunales, en las entrevistas, en las alocuciones, cada que le ponían al frente un micrófono. Y ahora, twitter es su tribuna. Un espacio, hoy por hoy, de consulta obligada.
De ahí que no resulte nada extraño que, ante el triunfo del expresidente Álvaro Uribe Vélez como el Gran Colombiano de la historia, EL ESPECTADOR, a través de un editorial, haya querido restarle importancia y mucho menos que un periódico como EL TIEMPO no lo haya registrado. Lo excepcional hubiera sido lo contrario.