El Estado Colombiano aceptó su responsabilidad parcial y le pidió perdón a Jineth Bedoya, la periodista que en mayo del 2000 fue secuestrada, torturada y víctima de violencia sexual mientras hacía un trabajo en la cárcel La Modelo de Bogotá.
Camilo Gómez, director de la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, reconoció en medio de la audiencia de alegatos finales que se realizó este martes 23 de marzo ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), que Colombia tuvo responsabilidad en este caso por sus fallas en el sistema judicial.
"Colombia es un Estado que se presenta con humildad ante la Corte IDH y pone la cara ante la víctima para reconocer los errores que correspondan a los hechos enmarcados en el expediente. Por esto, a nombre del Estado colombiano, reconozco la responsabilidad internacional por las fallas del sistema judicial que no realizó una investigación penal digna para la víctima al recaudar 12 declaraciones, y le pide perdón a Jineth Bedoya por estos hechos y por el daño que le causaron", manifestó.
Según dijo, el Estado colombiano reconoce que estas actuaciones vulneraron sus derechos a la integridad personal, a las garantías judiciales y a la protección judicial en relación con la obligación de garantizar los derechos humanos y la debida diligencia.
"Señores jueces, el Estado colombiano reconoce su responsabilidad internacional y le pide perdón nuevamente a Jineth Bedoya y a su señora madre, por el incumplimiento del deber de debida diligencia e investigación de las amenazas en contra de Jineth Bedoya a partir del momento en el cual las conoció el Estado y por la falta de investigación del ataque que recibieron en 1999. Colombia reconoce que vulneraron sus derechos a la dignidad, a tener un plan de vida, a su integridad personal, a las garantías judiciales y a la protección judicial en relación a garantizar sus derechos", agregó.
Las amenazas y el ataque a Jineth Bedoya
Jineth Bedoya se encargaba de cubrir y hacer investigaciones sobre temas judiciales y de conflicto armado. Para el año en el que ocurrió el ataque en su contra era reportera del diario El Espectador y documentaba situaciones sobre tráfico de armas, descuartizamientos, desapariciones, compra y venta de secuestrados y demás violaciones de derechos humanos dentro de la cárcel La Modelo de Bogotá, uno de los centros penitenciarios más peligrosos de Colombia en ese momento.
“Allá concluían todos los grupos armados. Había paramilitares, guerrilleros, integrantes de mafias del narcotráfico y delincuencia organizada. Lo paradójico era que, públicamente, los agentes del Estado combatían a estos grupos ilegales, pero dentro de la cárcel eran ‘amigos’ y tenían alianzas para venderse armamento, negociar, traficar y surtir de armas a algunos frentes de las Farc y las AUC. La cárcel La Modelo era la oficina en la que se conectaba todo el crimen del país”, contó.
Según dijo, las amenazas en su contra iniciaron en 1997 cuando trabajó para la emisora RCN Radio. Por las intimidaciones, decidió pausar la actividad por algunos meses y después, cuando ingresó al diario El Espectador, siguió con las publicaciones sobre las violaciones a derechos humanos que cometían los grupos armados dentro de la cárcel con complicidad del Ejército y la Policía.
“En mayo de 1999 mi mamá y yo fuimos víctimas de un atentado, el cual denunciamos ante la Policía pero nunca se investigó. Después, el Estado me ofreció un escolta para que me acompañara a trabajar, pero yo no lo acepté porque no era fácil andar con alguien cuidándome la espalda sabiendo que yo tenía el cubrimiento de fuentes judiciales que eran celosas a personas externas. Sin embargo, cuando las amenazas se incrementaron enviamos en agosto una carta al DAS pidiendo protección. La respuesta llegó en noviembre de ese año, donde decían que yo no estaba en riesgo y que por eso no podía acceder a un esquema de seguridad”, dijo.
Tras el atentado, Jineth Bedoya siguió investigando sobre lo que ocurría dentro de la cárcel La Modelo de Bogotá. En abril de 2000, se registró una masacre de 32 internos y, por esa razón, hizo una serie de publicaciones en las que indicó cuál fue la responsabilidad de algunas personas del Estado.
“Después de la masacre, decidí ingresar a la cárcel para verificar qué era lo que estaba ocurriendo y siguieron las amenazas. Recibimos llamadas donde me decían que me quedaban tres o dos días de vida, incluso, llegaron unas amenazas escritas al periódico El Espectador”.
La periodista mencionó que, tras las amenazas, ella y su jefe, Jorge Cardona, acudieron a la Policía para hacer la respectiva denuncia y un equipo de inteligencia fue a las instalaciones del periódico, tomaron testimonios y dijeron que “la mejor solución para frenar esas intimidaciones era que Jineth se entrevistara directamente con los paramilitares”. Todo era una trampa.
La noche anterior al 25 de mayo del 2000, Bedoya recibió una llamada en la que le ponían cita en la cárcel La Modelo para entrevistar, supuestamente, a uno de los jefes paramilitares. En ese momento le cambió la vida para siempre.
“Esa mañana mi editor, Jorge Cardona, el fotógrafo y yo acudimos a la cárcel La Modelo para hacer esa entrevista. Llegamos a la puerta y una persona del Inpec nos dijo que la boleta para ingresar ya estaba lista, pero que teníamos que esperar un momento. Pasaron algunos minutos, el guardián del Inpec abrió la puerta y, mientras mi compañero se fue por el fotógrafo, fui abordada por dos personas en la puerta de la cárcel: un hombre y una mujer. El tipo me intimidó con una pistola 9 milímetros, me llevaron a un lugar cercano a la cárcel y allí me amarraron, me golpearon y me llevaron en un carro fuera de la ciudad. Hicimos una larga travesía en la que afronté todo tipo de abuso y torturas. Todo terminó en una violación masiva en un lugar a muchas horas de Bogotá, donde había hombres uniformados. Después de eso no sé qué ocurrió, pero me dejaron abandonada en una carretera casi muerta”, narró.