Ollas comunitarias, una proeza para calmar el hambre

Mar, 03/01/2023 - 15:17
Rudolf Solano dedica gran parte de su vida a dirigir varias ollas comunitarias que a diario se prenden en el país.

Las ollas comunitarias son actualmente conocidas como una apuesta del Gobierno de Gustavo Petro, pero estas ya existían, lideradas por personas que desde hace años, vienen trabajando arduamente para bajar las cifras de hambruna en Colombia. Dentro de esos ejemplos destacados se encuentra Rudolf Solano, el hombre encargado de liderar la Red Nacional de Ollas Comunitarias.

En un inhabitual lienzo inmenso de 3,49 metros de alto y 7,77 metros de ancho, Pablo Picasso retrató el rostro de la guerra y los días difíciles del mundo en 1.937. "El 
Guernica'' es una obra a blanco y negro dotada de oscuridad y brutalidad  en toda su extensión, adjetivos pensados a detalle  por el artista y provenientes de su más hondo espíritu creativo.

En Bogotá, un parque lleva el nombre de esta obra y la tiene en réplica, incrustada como un monolito caído del cielo. Frente a ella, esperaba a Rudolf Solano Acosta, quien se desempeña en Colombia como director de la Red Nacional de Ollas Comunitarias.

A su arribo, un saludo efusivo me sentenció de inmediato su personalidad animada, vigorosa y gentil. Varios minutos nos quedamos frente a la épica obra, cruzamos un par de líneas y en un momento disparó: “Ser pobre en Colombia es lo más caro que existe, le sale muy caro a la gente, desde lo económico y lo emocional, para serlo hay que ser un berraco, sobrevivir siendo pobre es un ejercicio crítico porque es exponerse a situaciones límite todos los días”, esto, me lo contó  para ilustrarme sobre su trabajo.

Mientras hablaba con las entrañas y se concentraba profundamente contándome las formas en que busca soluciones para el hambre de la gente en el país, veo  de reojo el cuadro de Picasso y no puedo evitar pensar en la hiel, pasión y honestidad que une ambas historias.

Ollas comunitarias

Rudolf nació en Barranquilla en 1977, desde muy pequeño le fue heredada por su familia,  una herramienta  que se convertiría en su compañera de vida, la perseverancia. En su camino, hizo gala de esta en varios pasajes de su vida, pero sólo hasta 2001 sería revelada la conciencia de ese poder.

Para graduarse como Comunicador Social, decidió hacer un proyecto de grado sobre los desplazados, exactamente, un análisis comunicacional. Esto lo llevó a realizar labores sociales en el sector de la Cangrejera, uno de los más pobres y deprimidos de la capital del Atlántico.

En una de sus visitas de campo, los dolores de parto de una mujer del sector, vibraron en los oídos del joven estudiante, que se acercó presuroso al lugar de los quejidos, Rudolf al verse en tremenda situación donde la nada abrazaba el dolor de la mujer, se prometió de inmediato: “Este bebé va a nacer, no se puede morir”. Como la inmensa mayoría de estudiantes universitarios en Colombia, no contaba con mucho dinero, menos la mamá a punto de dar a luz que no tenía ni un pañal, nada, por  lo que Rudolf salió con ella en medio de la calle en busca de un transporte que le permitiera llegar a un lugar adecuado para dar luz.

Consiguió un conductor empático que frenó ante ellos y se unió a la misión, obviando el lugar y la tensión de quienes lo abordaban, luego, el reto era buscar un lugar adecuado, un hospital o clínica que quisiera atenderla,  la mujer no tenía afiliación a ninguna EPS, lo que lo hacía casi imposible.  Luego de tres lugares recorridos, alguien se decidió a su atención, el bebé nació y Rudolf supo desde ahí que la perseverancia, su herramienta, sería su misión de vida para ayudar a quien más lo necesitase. “Porque es una responsabilidad de los privilegiados el ayudar a quienes no tienen nada”, sentenció en este paraje de su historia.

Luego de esta experiencia y de graduarse en su profesión. Viajó a Bogotá en enero del 2019 a trabajar en algo relacionado a su  carrera, pero el destino ya estaba marcado y en esas coincidencias con las que la vida nos habla, sucedió un punto de inflexión.

En esos primeros días en la ciudad capital, sin nada que hacer, ‘desparchado’ como decimos acá, caminó en busca de la plaza de la Perseverancia, (si así se llama, como la palabra que define su historia) con el ánimo de comer algo.  Terminó perdido, se equivocó de plaza y llegó a otra,  la de  ‘Las Cruces’, al sur oriente de Bogotá. En medio de su ansiedad por la situación, terminó chocando de frente con un grupo de gente reunida en torno a una olla. Varios jóvenes se movían por entre el objeto metálico y ante lo extraño del momento, Rudolf preguntó sobre la actividad.

El grupo de jóvenes le dijo que esa era una ‘Olla Comunitaria’, un punto de encuentro que a través de insumos alimentarios, la gente que desee, puede  aportar para que una comunidad con hambre y en condiciones extremas, se pueda alimentar a través de un plato que se hace para ellos en dicho cazo al aire libre, con la sazón de la buena voluntad y las ganas de no morir de hambruna.

Rudolf quedó sorprendido y maravillado ante tan magna descripción y decidió unirse a la causa espontánea. Ese día, terminó por recoger él todos los insumos, él que nunca había hecho un mercado en su vida y que nunca había preparado un plato de comida. Aquel día, vivió toda la organización y experiencia de una Olla Comunitaria.

En tal punto del relato, Rudolf se detiene y quiere hacer una descripción exacta de las ollitas, como con cariño se refiere: “Un Olla Comunitaria es un encuentro de voluntades, una reunión donde la gente se solidariza con el hambre y los seres humanos, donde nos igualamos todos. Es el encuentro supremo de la sociedad donde nos damos cuenta de tú a tú que ambos tenemos la misma necesidad, porque estamos compartiendo un alimento para calmar nuestra hambre”.

Desde ese momento, Rudolf supo que iba a dedicarse a eso toda la vida, a brindarle un plato de comida a los más necesitados. Día a día, el barranquillero se fue apropiando cada vez más de esta actividad y empezó a repartir su tiempo, entre su trabajo oficial y las labores sociales. La misión comunitaria que emprendió, es una utopía, nada fácil. Pues sólo en Colombia, según el DANE, son 7.5 millones de personas que se acuestan sin comer y no tienen seguro que van a comer al día siguiente. 21 millones de personas son pobres, eso quiere decir que cerca del 40%  de la población no se alimenta tres veces al día, son muchísimas las personas que aguantan hambre en el país.

Es por eso que Rudolf madruga sonriendo y activo a aportar aunque sea un plato de comida, a esas cifras extremas. Con perseverancia en mano, desde el 2020 ha logrado extender su causa a cerca de 72 ollas en 32 ciudades colombianas, alimenta por olla a casi 1.200 personas, ha reunido a 257 voluntarios en todo el país que no ganan más que la sonrisa sincera de quienes comen gracias  a su labor y  tiene un twitter: @Son15Letras con más de 20.000 seguidores con los que busca día a día pedalear los ingredientes. Además, cuenta con el apoyo a grandes celebridades que le han pedido no decir sus nombres y argumenta que la iniciativa se sostiene gracias a milagros diarios, pues mantener esta actividad en un largo plazo con donaciones, es algo muy complejo, por lo que la suerte y los milagros hacen lo suyo.

Al calor de las ollas comunitarias se unen personas de todas las latitudes, colores y profesiones, famosos que piden no mencionar su nombre, pero también trabajadores de pura cepa y buen corazón como Gilberto Rodríguez, un taxista que todos los días, al término de su jornada entre trancones, semáforos y pasajeros, envía $2.000 pesos a la causa de las ollas.

El esfuerzo que hace a diario Gilberto, tiene un impacto en personas como William, un habitante de calle que sufre de epilepsia y que para sostenerse vende dulces. Cada vez que llega a una olla llora y agradece el milagro de la comida. Se ha convertido en el mejor publicista de la red, porque además de recibir, comparte y lleva al fogón a cerca de 50 o 100 personas para que también alimenten su cuerpo y espíritu.

Rudolf afirma que las ollas le brindan alimento para el alma, por eso se levanta a las 6:00 a.m a revisar Twitter y revisar el recaudo del día anterior, arma 15 tweets al día para incentivar las donaciones y compartir videos e imágenes de las actividades desarrolladas, luego se comunica con su equipo mientras se va alistando para su trabajo oficial, el que le da alimento a su cuerpo. Revisa que todo esté bien, que no haya pérdidas de ollas como a veces sucede, que les roban las ollas o los alimentos, resuelve los inconvenientes y coordina los resultados de las jornadas de alimentación del día. Sobre la tarde va editando el material que llega de las mismas para subirlo en las redes y en la noche saca conclusiones y cifras que alimenta en un drive que es la bitácora de la red nacional de Ollas Comunitarias.

ollas comunitarias

“Da, regala, comparte, que lo que recibes siempre será mayor que lo diste”, es la frase que repite Rudolf como un mantra a quienes lo visitan.

Esta proeza que es rutina en su vida, le ha permitido conectar con ollas estadounidenses y de otros países, para contarse sus experiencias, así como la llamada del Gobierno que quieren sumarlo a las nuevas políticas de lucha contra el hambre, él dice que sí entienden y respetan el trabajo de la comunidad y no se mezcla con burocracia,  no dudará en sumarse, de lo contrario seguirá liderando junto a los suyos sin ningún apoyo gubernamental, pues se han sostenido así desde que nacieron.

La Red Nacional de Ollas Comunitarias es el fuego que mantiene viva la vida de miles de colombianos, los ingredientes son lo de menos cuando el verdadero alimento se gesta en el espíritu y sonrisas de quienes comparten un sancocho o un arroz con pollo y en la bondad diaria que se mantiene en el centro de quiénes aportan. El verdadero país está ahí, en esa mezcla de ingredientes provenientes de una cadena de milagros.

Quienes deseen hacer sus donaciones a esta red, podrá hacerlo a través de este número: +573246835714 en Nequi o Daviplata, así como al siguiente enlace para aquellas personas que están fuera del país: https://www.paypal.me/OllasComunitarias 

Creado Por
Diego Dorado
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