A La Lupe todo el mundo la conoce, a secas, como La Lupe, sin saber que su nombre de pila es Guadalupe Fernández, nacida en Guadalajara, México, hace 47 años. Bueno, al menos así fue como se presentó al único concurso de belleza en el que ha participado: Miss Amistad. En esa oportunidad terminó de virreina, pero con la clara conciencia de que se había ganado por completo al público capitalino.
Como toda gran diva, La Lupe se debe a su público, al que se enfrenta cada semana en tres de las más concurridas discotecas gays de Bogotá. “No puedo pasar más de quince días sin ver a mi público”, confiesa. Y, al parecer, ellos tampoco. Su llegada a Cavú, su “casa de cada miércoles a la medianoche”, siempre está precedida de vivas y hurras desde el momento en que se apea del auto.
“La que es puta es práctica” es una de las frases de cabecera de la transformista más seguida por su fanaticada bogotana. Pero no es la única: como si fueran muletillas, a lo largo de la conversación repite una y otra vez frases como La que nace pa´ matera, del suelo no pasa; o, La suerte de la fea a la bonita le importa un culo. Son frases que la han dado a conocer como una de las protagonistas más importantes en la noche Bogotana, icono indiscutible de la movida gay.
La veo caminar desde el parqueadero hasta la puerta y no deja de sorprenderme el gran carisma que despliega. Está muy bonita La Lupe, con un vestido largo de volandas color malba con incrustaciones de cristales Swarosky y una larga cabellera rojiza envuelta en una elegante moña con dos inmensas flores al lado izquierdo. En el cuello luce una glamorosa gargantilla que, a juego con los aretes, uno imagina más en la célebre alfombra roja de los Oscar.
Detrás de La Lupe está Alfonso Llano, pero no el cura que escribe en El Tiempo sino un administrador de empresas que durante siete largos años trabajó en el área contable de la oficina de personal de una empresa multinacional. A los 30, bromeando con algunos amigos, terminó vistiendo por primera vez prendas femeninas, lo que antes jamás había imaginado.
Esto del travestismo, es decir, el placer por vestir prendas del sexo opuesto, no es cosa nueva. Su origen se remonta al siglo XVII, cuando al caballero francés Charles D´Eon, quien no era homosexual, gustaba vestir públicamente prendas femeninas. De ahí proviene el término “eonismo”, sinónimo de travestismo. Claro que es más famoso el caso de amor de Bernard Boursicot, empleado de la embajada francesa en Pekín, por Shi Pei Pu, hombre que representaba papeles femeninos y que, según el propio Boursicot, “era mujer porque se creía mujer”, dando origen a una pieza teatral y, en 1993, a la película M. Butterfly -“M” es la inicial de monsieur, señor.
En todo caso, desde que Alfonso Llano descubrió placer al vestir prendas de mujer su pasión son los elegantes vestidos de noche, en los que ha gastado una enorme fortuna. “Todo lo que gano me lo gasto en vestuario, accesorios y en la Fundación para niños con sida donde colaboro en mi tiempo libre”, dice orgullosa.
El armario de La Lupe –más que el de Alfonso- es casi del tamaño de una habitación. No podría ser menos: tiene más de sesenta vestidos, algunos con largas colas; otros, con faldas abullonadas al mejor estilo de María Antonieta; y está el famoso disfraz que utilizó en el Carnaval de Barranquilla, decorado con sombreros vueltiaos y diversas artesanías de la costa.
Cada vestido es único, elaborado con materiales que cada mes le manda un amigo desde Nueva York. En Bogotá, Orlando Flowers Table, su diseñador de cabecera, los cose especialmente para ella. Es el único modisto colombiano que le gusta, al lado de Alfredo Barraza. “Claro que algún día quisiera aparecer ante mi público con algún diseño exclusivo de Roberto Cavalli, Elie Saab o Donatella Versace”, admite.
La Lupe domina el tema de la moda. Es dueña de una pequeña peluquería en Chapinero, donde trabaja desde primeras horas del día hasta mucho tiempo después de que el sol ha muerto. Allí abundan las revistas tipo Vanidades, Fucsia y Cosmopolitan, que nuestra diva devora con veneración entre cliente y cliente. Adicionalmente se confiesa fanática número uno de los canales sobre moda. Pero de estas cosas no habla con frecuencia, salvo cuando le pican la lengua.
La Lupe se esmera en sus presentaciones cada noche. Desde el vestuario, el maquillaje y los accesorios que utiliza, hasta las canciones que interpreta. Es transformista, no travesti. La diferencia radica en el marcado interés sexual de estas últimas, contra la actitud casi angelical, de reina de belleza en Cartagena, de las primeras. Tampoco es drag queen -gracias a la delicadeza con que viste las prendas de mujer-, a pesar de que conserva la esencia de estos personajes: la burla, la sátira, el humor, la capacidad para burlarse de sí misma y de quienes la rodean.
Este humor burlesco fue el que caracterizó en vida a Leigh Bowery, la drag queen más celebrada de la historia, pionero, junto con la hoy famosa diseñadora Vivien Westwood, de la onda punketa londinense. Al igual que Lupe, Bowery era obsesivo con los diseños femeninos, que lo ayudaron a convertirse en un icono de la contracultura pop inglesa a mediados de los años 1970. Tanto fue así que hoy, luego de varios años de su muerte, los museos más importantes del mundo se disputan la exhibición del vestuario que le dio tanto reconocimiento y gloria.
Lupe, en cambio, no guarda todos sus vestidos. Cada año regala a sus amigos lo que ya no usa o lo que ha pasado de moda, lo que constituye una verdadera lástima, sabiendo el valor que, cada día con mayor énfasis, ganan estas prendas en el mundo del arte.
Si Guadalupe Fernández es Méxicana Alfonso Llano, en cambio, nació en Ibagué, aunque más de la mitad de sus años los ha disfrutado en Bogotá, donde vive sola como las grandes divas, como María Felix, como Marilyn Monroe, como Assesinata de Silencia, como Amparo Grisales, quien ha reído con su show en más de una oportunidad. El contacto con su familia es distante, aunque a veces, cuando visitan la capital, los invita a quedarse en su apartamento. Con ellos nunca ha hablado abiertamente sobre su homosexualidad y, por supuesto, sus padres jamás han apreciado uno de sus fastuosos espectáculos, aunque espera que pronto su sobrino la visite una de estas noches para que se engolosine con el arte y el talento de su famosa tía.
Por supuesto, La Lupe no ha estado siempre sola. Hace un par de años encontró a su Agustín Lara de quien se enamoró perdidamente, al igual que la Felix. Lo conoció en una fiesta a la que fue invitada para alegrarla con su espectáculo. Él acompañaba a su esposa, embaraza en ese entonces, y desde que cruzaron sus miradas Cupido hizo de las suyas. Tres años duró este amor. La señora de su marido –su rival, aunque Lupe no utiliza esta palabra-, era su cliente en la peluquería. Nunca supo si ella estuvo al tanto de esta apasionada relación.
Desde entonces, La Lupe no ha conocido el amor. Sabe del estigma que representa la edad para las mujeres y los homosexuales; sabe que el tiempo está en su contra, pero se niega a hacer el ridículo de tantos hombres mayores que gastan su fortuna acompañando soledades de una noche. Además, ella es La Lupe, una mujer talentosa, respetada, amada, que sabe exactamente lo que vale su cariño.
En todo caso, como “la que es puta es práctica”, antes que pensar en la soledad -a la que le canta en sus espectáculos-, se desvive por alegrar a su público, un público que la reconoce con cariño -“incluso cuando visto de civil”-, que la admira y se enloquece con sus ocurrencias y burlas, y que la ha convertido en uno de los grandes iconos del underground colombiano.
(*) Alonso Sánchez Baute es autor de las novelas Al diablo la maldita primavera y Líbranos del bien, y el creador de www.muelleg.com, una red social privada para homosexuales a la que sólo se accede por invitación.
La Lupe, la transformista más famosa de Colombia
Vie, 04/03/2011 - 10:47
A La Lupe todo el mundo la conoce, a secas, como La Lupe, sin saber que su nombre de pila es Guadalupe Fernández, nacida en Guadalajara, México, hace 47 años. Bueno, al menos así fue como se prese