Arriba de una bicicleta de bambú recorre Europa con un mensaje de sostenibilidad

Lun, 04/10/2021 - 15:17
Sergi Unanue es un nómada español que lleva más de cuatro meses recorriendo Europa de punta a punta creando conciencia sobre el cambio climático.
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Agencia Sputnik - Sergi Unanue

Sergi Unanue atraviesa Europa con un mensaje de sostenibilidad, encarnado en su bicicleta de bambú. En dos semanas habrá alcanzado el Cabo Norte, la meta de su viaje.

La lavadora pita al otro lado del auricular. La alegre tonada se cuela por el teléfono de Sergi Unanue, quien se dirige a silenciarla. Una melodía emitida por un aparato a más de 4.000 kilómetros de distancia de España. En concreto, el electrodoméstico y el joven catalán se encuentran en Bodø, una pequeña ciudad noruega dentro del Círculo Polar Ártico. Un puerto de edificios de cristal, aposentado entre el mar y las cumbres blancas que vigilan el fiordo. Pronto, la nieve también descenderá a sus calles.

Con la llegada del otoño, el viento arrecia en la costa noruega. Las condiciones climáticas empeoran con el paso de los días. El termómetro desciende y la oscuridad conquista horas del reloj. "Ahora hay 11 horas de luz, pero cada jornada perdemos entre siete y ocho minutos de sol", afirma Unanue a Sputnik Mundo. Esto preocupa al joven catalán. La meteorología juega en su contra. En dos semanas tiene que alcanzar Cabo Norte, el punto más septentrional de Europa. Gesta hacia la que cabalga a bordo de una bicicleta.

"Esto es una contrarreloj. Ahora mismo estoy en modo turbo para llegar a mi destino", señala. Más de 1.000 kilómetros separan la ciudad noruega de Cabo Norte. Unanue acumula casi 6.000 kilómetros en sus piernas. Pedalea desde el 25 de mayo, día en el que arrancó su particular aventura en Tarifa, extremo meridional del continente europeo. En total, más de cuatro meses en ruta. Ahora descansa brevemente en Bodø, penúltima parada antes de enfrentarse a la parte final de su camino.

Unanue dice que lleva una vida nómada. Durante dos años, viajó por todo el mundo acumulando experiencias. Cruzó el Himalaya a pie sin asistencia, cabalgó por las estepas de Mongolia o caminó de punta a punta de Camboya. Entonces, llegó la pandemia. Sus planes se cancelaron y no le quedó más remedio que guardar confinamiento en su Cataluña natal. En los largos días de encierro, el viajero tuvo una idea. Cuando fuese posible saldría de aventura, pero respetando las condiciones impuestas por el coronavirus.

"El hilo conductor de mis viajes suele ser el contacto con las personas que habitan las regiones por las que voy. Por cuestiones de salud pública, en estos momentos no es lo correcto. Por ello pensé que la bicicleta encajaría perfectamente con la época que vivimos. La mayor parte del tiempo vas solo y por la naturaleza, evitando las grandes ciudades. Este trayecto está pensado durante la pandemia y para la pandemia", indica.

Así, el mes de mayo, Unanue armó su equipaje. A cuestas, la tienda de campaña, la esterilla, el saco de dormir o los instrumentos necesarios para hacer una hoguera y cocinar. También, un dron, cuatro cámaras fotográficas y el ordenador portátil. "No solo llevo mi casa, también la oficina. Mientras viajo, trabajo en el proyecto para redes sociales y comunicativo que saldrá de la aventura", asegura. Además, ropa, aunque las prendas más abrigadas las ha hecho llegar por correo. "No tenía sentido cargar con un abrigo en Andalucía", continúa. Y, bajo los kilos de bagaje, su método de transporte.

La bicicleta que dirige el joven catalán es de origen portugués. Pero, su principal característica es el material con el que está fabricada: bambú. Los autores son los hermanos Thiago y Joana Saavedra, propietarios de la empresa bam.bu bicycles. "Conocí a Joana en Pekín. Cuando me dijo que empezaba con este proyecto, me pareció ideal. Lograría hacer el viaje con el vehículo más sostenible que existe todavía más respetuoso con el medio ambiente. Y es que no se puede comparar la huella de carbono que genera una bicicleta hecha de metal con el que deja una creada con un elemento renovable", apunta.

Recorrido por Europa
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Agencia Sputnik - Sergi Unanue

Según Unanue, las diferencias entre una bicicleta metálica y de bambú son mínimas. "Al final, lo único que no puede es estar a temperaturas muy extremas en un periodo largo. Por ejemplo, no es recomendable tenerla a 50 grados durante dos semanas o a -25 grados un mes entero. Pero, sinceramente, no creo que nadie tenga intenciones de hacer esto. Además, he de decir que el bambú absorbe las vibraciones y los golpes, por lo que es bueno para terrenos irregulares. Es cierto que frente a un impacto más fuerte tiene más probabilidades de romperse que una de metal. Por ejemplo, que te atropelle un camión. Pero tampoco es mi intención", ríe.

Un viaje en tiempos del coronavirus

El catalán pisó el pedal por primera vez en Tarifa. Las playas de arena blanca del Estrecho fueron su punto de partida. Poco a poco fue adentrándose en España. Durmió una noche rodeado de jabalíes a orillas del río Guadalquivir. "Me dieron un susto. Escuchaba pasos fuertes alrededor de la tienda e incluso los oía comer", recuerda. Cruzó los tórridos campos castellanos hasta llegar a Barcelona. Desde allí saltó a Europa.

En su memoria, una ruleta paisajística. Su retina captó los coloridos campos de flores de Países Bajos, los bosques densos y húmedos de Alemania o el brillo del mar frente a la ruta ciclística de Kattegatleden, que discurre por el litoral occidental sueco. Ahora, el verde se combina con el blanco. En Noruega, su jornada se dirime entre montañas y lagos. Por la noche, el cielo se tiñe con las auroras boreales. Espera toparse con alces o renos. No sería su primer encuentro con la fauna. En territorio germano escuchó su aullido del lobo cerca de su tienda al anochecer. "El viaje es duro en lo físico y lo mental. He perdido 12 kilos y he pasado por muchos momentos de frustración por los problemas mecánicos y el tiempo. Pero, también es gratificante ver un mapa de Europa y pensar que todo ese camino lo has hecho con todo tu esfuerzo y sufrimiento", comparte.

Un viaje realizado bajo la esfera del coronavirus. El joven fue testigo de las distintas interpretaciones de la enfermedad en Europa. Desde el extendido uso de la mascarilla en España hasta la total ausencia de esta en Escandinavia. "Entrabas en un supermercado en Suecia y eras la única persona con mascarilla", revela. La pandemia no fue un inconveniente para avanzar de un país a otro, ya que el joven contaba con el pasaporte COVID. Pero, no lo empleó demasiado. "Excepto en la frontera de Suecia y Noruega, al no ser el segundo un país comunitario, no encontré ningún control", indica, aunque reconoce que siempre discurre por caminos rurales.

Evitó todo lo que pudo las ciudades y durmió casi siempre en su tienda de campaña en el campo. Solo en las grandes urbes descansó en casa de amigos o en una vivienda adscrita al couchsurfing, como ha hecho en Bodø. Su objetivo era esquivar el patógeno. Y por ello a la población local. "Tan solo pasé una noche con desconocidos. Fue en la región de Frisia Oriental, en Alemania. Cuando me disponía a acampar en un bosque, un señor que paseaba a su perro se puso a hablar conmigo. Me invitó a ir a su casa. Estaba casado con la sacerdotisa del pueblo y vivían al lado de la iglesia. Me enseñaron las tradiciones de la región y tomamos un tipo de té especial de la zona", relata.

Sergi Unanue
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Agencia Sputnik - Sergi Unanue

Efectos del cambio climático

Tras miles de kilómetros de camino, ocho países a sus espaldas y decenas de noches durmiendo a la intemperie, Unanue ha experimentado los efectos de una meteorología cambiante. "Creo que lo que más me ha sorprendido de todo son los efectos del cambio climático en Europa", asevera el explorador. En España padeció las altas temperaturas de la ola de calor. En Francia y Bélgica fue testigo de las inundaciones que arrasaron parte del continente. Es más, chocó con el río Ródano desbordado y tuvo que desviarse varios kilómetros. Precisamente, las Ardenas, una de las regiones más afectadas por el agua, estaba dentro de su ruta. "Menos mal que me retrasé un poco, porque mi plan inicial era estar los días de las inundaciones en la comarca belga más golpeada. No sé qué hubiera pasado si me pilla el agua acampando", puntualiza.

"En Alemania, Dinamarca, Países Bajos… Todos me decían que nunca había llovido tanto en verano. Todo se está volviendo muy extremo. Es evidente que están pasando auténticas catástrofes. El cambio climático no es ningún mito, es una realidad".

En estos momentos, el frío y la falta de luz son sus principales enemigos. Se enfrenta a temperaturas mínimas de 6 grados y 12 grados de máxima. Las tempestades azotan la costa ártica de Noruega. "Hace unos días me pillaron unas lluvias bastante fuertes. Acabé empapado. Además, empezaron a soplar vientos de 100 kilómetros hora. Tuve que mover el campamento a las 2:00. Me fui a un sitio más resguardado a refugiarme, porque se me volaban las cosas", cuenta.

La recompensa final es contemplar la escultura de hierro que corona el Cabo Norte. Otear la inmensidad del helador océano Ártico. "El momento de estar allí no se cómo será. Supongo que de alivio y tranquilidad. En el fondo, tengo ganas de acabar y planear una nueva aventura", expresa el viajero. Los miles de kilómetros de asfalto y tierra que separan Tarifa de Noruega le han servido para plantearse nuevas experiencias. "Cuando acabe, hibernaré en Cataluña. Luego me gustaría ir fuera de Europa. Quiero un shock cultural", comenta. Antes tiene que conquistar las luces del norte, seguramente grabadas para siempre en su cabeza. "Es bonito recordar el pasado, pero también pensar en lo que viene. Todo es posible en el futuro", sentencia. Palabras de un aventurero.

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