
Me gustaría decir en estas líneas que Édgar Artunduaga me dejó cientos de enseñanzas dignas de una clase magistral de periodismo. No fue así. Édgar, sin saberlo, más bien me dejó claves para sobrevivir en un oficio tan desprestigiado como necesario.
Con este especial digital KienyKe.com le rinde un homenaje a Édgar Artunduaga, quien fue amigo entrañable de esta casa editorial, en la que ejerció como columnista, miembro del consejo editorial y vicepresidente de contenidos. Navegue y conozca un poco más del hombre, del amigo y del periodista que dejó huella en los medios de comunicación de Colombia.
No lo recordaré como un editor que ayudó a definir el enfoque más atinado para una historia o como el jefe que me habló de la necesidad de incluir el testimonio de X o Y fuente para que el texto fuera más robusto. Lo recordaré, eso sí, como el periodista con trayectoria que impulsó a sus colegas de menos recorrido a ejecutar temas de largo aliento. Él lo hizo. Paralelo a los trabajos que tuvo escribió 17 libros.
Aunque no era futbolero, solía usar el fútbol como excusa para darle fuerza a lo que decía. Lo parafraseo. “Hermano, usted puede jugar en el Huila, pero si las notas que hace en este equipo no son de peso y no las firma, el técnico de un equipo más berraco no va a saber que usted existe”.
La firma. Su firma. Édgar no era un hombre modesto. No tenía el ego pequeño. Siempre exigió que sus textos estuvieran en el lugar más visible del home. Con su @ de Twitter y con todo lo que fuera necesario para que se supiera que había sido él quien había entrevistado, escrito el texto y, de ser necesario, tomado la foto.
Como todo ser humano, fue un hombre de luces y sombras. Por ese afán constante de figurar, le llovieron cuestionamientos. Sus críticos lo señalaron de desarrollar un periodismo personalista. Sin embargo, fue tan generoso tanto en la crítica, como en el elogio. El político, actriz, religioso quien fuera el protagonista de alguna de sus diatribas, quedaba desnudo en sus escritos. Pasaba lo propio si se trababa de resaltar al personaje.
Y así fue con las relaciones laborales. El periodista que consideraba “berraco” era objeto de generosos elogios tanto en público como en privado.
Al reportero que no le convencía le hacía saber que su trabajo no era suficiente “para estremecer”.
Esa forma de ser no se configuró en una enseñanza periodística en el más estricto sentido de la palabra, fue una enseñanza de conducta. Para la vida. Sal o Dulce. No más que eso.
En las últimas horas, por cuenta de su fallecimiento, se ha hablado sin descanso de su trayectoria. De su paso por El Espacio, Caracol Radio, RCN, Todelar, KienyKe.com, entre otros medios. Sobre esa cosa que llaman trayectoria y que de paso genera experiencia, él tenía una opinión particular y mordaz: “El problema de la experiencia es que cuando uno tiene harta, se muere”.
Por: Joseph Casañas