Un día cualquiera de 1964 nació el ELN, la segunda guerrilla más grande del continente después de las extintas FARC, hoy en negociaciones de paz con el gobierno de Colombia. Tiempos convulsos en los que el éxito de la revolución cubana tomaba fuerza en todas las latitudes, siendo esta junto a la Violencia y la exclusión política, razones principales del brote de grupos insurgentes en los 60’s y 70’s que marcarían profundamente la historia del país en los años venideros.
En 1972, Carlos Arturo Velandia, conocido en algún tiempo con el alias de “Felipe Torres”, se vinculó al ELN. Pocos años después, tras culminar su etapa como joven guerrillero urbano, el camino lo llevó a convertirse en comandante del frente Domingo Laín en Arauca y el cuarto hombre más importante del ELN después de personajes emblemáticos de esta guerrilla como alias “Gabino”, el fallecido cura Manuel Pérez o el propio Antonio García, hoy máximo cabecilla del ELN.
En diálogo con Kienyke.com, Velandia cuenta los pormenores de lo que lo llevó a ser revolucionario, del país que vivió y cómo llegó a convertirse en jefe de uno de los frentes más combativos del ELN, para luego fungir como gestor de paz de distintos gobiernos en los ya numerosos y fallidos intentos de negociación con esta guerrilla. Una historia que comenzó desde muy chico en Santander, tierra de la que él y el ELN son originarios.
“Siendo muy joven, en el Colegio Santander, un colegio de educación pública, conocí al ELN. Recién había surgido el ELN en tierras de Santander y algunos estudiantes del colegio y de la UIS eran fundadores del Ejército de Liberación Nacional, de modo pues que esto marcó la vida de muchos de nosotros y de manera particular la mía, porque yo me encontraba que el ELN era algo muy familiar, algo muy cercano a los estudiantes”, señaló Velandia a Kienyke.com.
Lo cierto es que no se equivoca. Los hoy líderes del ELN, Antonio García y Pablo Beltrán fueron estudiantes de la Universidad Industrial de Santander, donde Carlos Velandia llegó a estudiar apenas unos semestres de medicina (conocimientos que luego le sirvieron en el monte) y donde conoció personalmente a García.
“Con Antonio nos conocimos muy jóvenes, precisamente en la Universidad. Era un joven muy reservado, serio. Tiene un talante que aún conserva, es muy parco, pero también muy claro, directo, muy comprometido con las causas de la transformación de la sociedad y con la revolución. Obviamente yo lo conocí siendo un muchacho, al igual que yo, había más jovialidad, éramos más aventureros, avezados y fuimos buenos compañeros y camaradas de organización en la actividad conspirativa”, describió Velandia.
Tiempos que recuerda con una marcada “efervescencia social” que tuvo especial impacto en los jóvenes de la época. De aquel momento, se desprenden reminiscencias de marchas en contra de la escasez de gas, la inexistencia de vías legales para generar cambios políticos e incluso llega a compararse con la Primera Línea de hoy, ya que estaba constantemente en las pedreas, huelgas, cierre de salones, movilizaciones y gritando por megáfono “las consignas de la época”. Aunque hubo un factor decisivo para irse a la guerrilla.
“La exclusión fue determinante. El que no cupiera una idea distinta a ser liberal, en política era ser liberal o ser conservador. Lo otro es que por esa razón, por ser liberal o ser conservador se mataran entre ellos, pero después se aliaron y no dejaban entrar a nadie. Entonces mataban al que era diferente, mataban al comunista, al socialista, al agnóstico, al ateo y mataban sencillamente al que no perteneciera a esa alianza”, mencionó.
Reconstrucción del ELN después de Anorí
Irónicamente, Carlos Velandia viene de una árbol genealógico militar, su padre lo fue en la guerra con el Perú, su abuelo, bisabuelo y tatarabuelo también. Sin embargo, cuenta que precisamente por esa tradición de guerra su accionar revolucionario no fue visto de forma extraña en su casa. De hecho, tampoco fue sorpresivo, ya que esos primeros acercamientos con el ELN trajeron consigo una vida clandestina con horarios extraños.
Sin embargo, una cosa fue ser guerrillero en la ciudad, donde asegura se movía como pez en el agua con cierta solvencia y otra muy diferente irse al monte, que al final, para los guerrilleros de la época inspirados en el Ché Guevara, era ese el estado superior de un revolucionario. Dar la vida por la causa o, como lo dice el lema oficial del ELN, “ni un paso atrás, liberación o muerte”.
“Lo mejor de ser revolucionario era ser guerrillero y todos queríamos, en cierta forma, emular al Ché. Teníamos ejemplos aquí de guerrilleros muy valiosos en nuestro país, queríamos seguir sus pasos, el fenómeno de Camilo Torres nos inspiraba mucho ¿Cómo así que un curita, hijo de una familia oligárquica, termina dirigiendo todo un movimiento popular y luego llama en alzamiento armado, termina en una guerrilla y allá muere? Para mi era fundamental irme para la guerrilla, pedía irme, pero el ELN estaba en crisis”, relata Velandia.
Vea la entrevista completa con Carlos Velandia:
Un año después de su ingreso, en 1973, llega la llamada operación Anorí en contra del ELN, que como resultado terminó con la muerte o encarcelación de gran parte de los miembros de esta guerrilla. Un momento en el que, incluso desde el plano gubernamental, se hablaba de la desaparición del ELN y quizá fue de esta época de la que se desprendió la visión secundaria de este grupo insurgente frente a las FARC. Pero ya en el monte, relata que fue él junto a varios de los hoy líderes de esa guerrilla los que la reconstruyeron.
“Yo hago parte de esa generación de jóvenes que, mientras unos bajaban del monte en disolución de una organización en crisis, habían otros jóvenes que íbamos para arriba. Dentro de esos está Antonio García, Pablo Beltrán, yo también lo fui. Junto con otros hicimos posible que el ELN resucitara como el ave fénix”, cuenta con algo de orgullo.
Pero no siempre fue Carlos Velandia el comandante. Primero fue guerrillero raso, aprendiendo de figuras históricas del ELN (eran tan pocos que conocerse era sencillo) e incluso médico, poniendo en práctica los conocimientos que había adquirido en su breve paso por la universidad. Aunque acepta que muchas cosas de medicina las terminó aprendiendo en el monte, al calor de la necesidad y la guerra.
Cuando fue capturado en Bogotá, por allá en 1994, era el cuarto hombre más importante del ELN, experto en explosivos e instructor de varios frentes en esa materia, señalado por el atentado al exministro de Hacienda Rudolf Hommes, comandante entre otras de uno de los frentes más complicados del ELN con presencia en Arauca y muchas anotaciones más en su expediente. Al final, un hombre que entiende muy bien la guerra, pero que con los años ha venido entendiendo también la paz.
Los vientos de la paz para el ELN
Finalmente Carlos Velandia salió de la cárcel por pena cumplida, no sin antes sufrir de torturas, amenazas e incluso situaciones en la que sabía que ingresaba gente al penal con la intención de matarlo. Hoy, lejos de la guerra, es investigador y escritor de libros sobre la historia del conflicto en Colombia y desde que se alejó del ELN en 2004, ha fungido como gestor de paz en los muchos acercamientos que ha tenido el gobierno con esta guerrilla.
Ya curtido también en escuchar al que piensa diferente, en dirimir los conflictos con el diálogo y negociar los opuestos, hoy Carlos Velandia apuesta por la paz y cree que el conflicto armado en Colombia “está en su etapa final”.
“De 1903 a la fecha todos los conflictos armados en el país se han resuelto por la vía política, es decir, más de 100 años resolviendo todos los conflictos armados por la vía dialogada. Esta no va a ser la excepción, acá la posibilidad de una victoria militar no vale la pena intentarla”, señaló a Kienyke.com.
Todavía más cuando, considera, la victoria más contundente que han tenido esos cambios por los que alguna vez luchó es el triunfo en las urnas de la izquierda y de un presidente que, según él, llegó con “un programa progresista, de avanzada, con garantías y que habla por las comunidades”. Mandatario que hizo parte también de esa izquierda que, opina Velandia, “ha madurado a punta de golpes”.